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Ya había pasado una semana desde que Jisung se convirtió en un "humano", una semana desde que nuestra relación comenzó. Me ponía muy feliz tenerlo a mi lado, es más, la casa estaba más cálida desde su llegada y, aunque fue difícil explicarle a mi madre cómo fue que nos conocimos ella lo entendió.

Por otra parte, Hye había desaparecido de la faz de la tierra, de forma literal. Pregunté a todos y nadie recordaba a una estudiante cuyo nombre fuera Hye. Era extraño pero creo que tenía algo que ver con la aparición de mi ángel guardián.

— Oye, tú— dije golpeando el brazo de Jisung quien observaba todo lo que el profesor escribía en la pizarra — ¿Dónde está Hye?— pregunté cuando tuve su atención.

El ángel lanzó una risa nasal y lo miré sin entender —Hye nunca existió, Hye era Dios— dijo.

Pagaría la cantidad que sea para ver mi rostro en estos momentos. Había estado conviviendo con Dios por cuatro días y yo nunca me dí cuenta. Eso explicaba porque nadie sabía quién era Hye, ash, habré quedado como estúpida.

La campana sonó, por instinto, todos nos levantamos de nuestros asientos para salir de aquel salón. Agradecía haber tenido tantos días de paz y tranquilidad pero sabía que todo tenía su fin y de mi serenidad había llegado.

— Jung Yun, tanto tiempo— dijo Eunri de pie frente a mí, evitando que yo pudiera seguir mi camino hacia el patio.

— Eunri, ¿Qué quieres?— pregunté para no dar tanta vuelta al asunto.

— Yun, ¿Pasa algo?— preguntó Jisung quien se encontraba detrás de Eunri.

Ella volteó a ver y obvio que le sorprendió ver a Jisung y, por como lo miraba, me dí cuenta que ya cayó ante su belleza.

Eunri era de esas chicas que se enamoraba rápidamente. Era bien tratada y ya estaba perdidamente enamorada, siempre fue así y su mirada era siempre la misma así que, pude notar que esta no tenía otro significado. Era triste pero debía romper sus ilusiones — Eunri, te presento a Jisung— hice una pausa viendo como ambos estrecharon sus manos — Mi novio— ella volteó rápidamente para mirarme con los ojos abiertos como si de platos se trataran. 

Odiaba tener que resistir mi risa. En cambio, Jisung soltó una risa nasal, él nunca podía evitar reírse y este momento no iba a ser la excepción.

— T-tu novio— tartamudeó y yo asentí — Pero es nuevo, ¿Ya se conocían?— preguntó esta vez con su mirada fija en Jisung quien asintió colocando una sonrisa en sus labios.

La mirada fulminante de Eunri se dirigió a mi cinco minutos para luego salir del salón y, por detrás, Jisung y yo.

El patio estaba casi lleno, quizás porque el clima del día de hoy era hermoso por así decirlo. El sol elevado sin causarnos calor a ninguno de los estudiantes, solo iluminaba. La brisa que corría no era fría, era cálida. Las aves volaban por el cielo celeste o cantaban desde las ramas de los árboles. Conclusión, un hermoso día para estar afuera.

Jisung y yo nos sentamos en el mismo banco de siempre, yo me mantuve sentada pero él, en cambio se recostó en el banco, apoyando su cabeza en mis piernas y cerró sus ojos debido a que la luz del sol le daba justo en su rostro y eso, era realmente molesto.

Miré al cielo y recordé el Paraíso, ¿Será que extraña estar allí? Bueno, la respuesta era más que obvia. Jisung creció en el Paraíso, era su hogar, ahí estaban sus amigos. Ángeles como él. Claro que Jisung debía extrañar estar allí.

— Tranquila, estoy bien aquí, estuve mucho tiempo en el Paraíso, pero lo que quiero está aquí, tú estás aquí— habló con su voz un poco adormilada. Lo miré con ternura y pareció haberlo notado porque abrió uno de sus ojos y al conectarlo con los míos, lo volvió a cerrar y colocó una pequeña sonrisa en sus labio.

Mis manos comenzaron a acariciar su cabello suave y rubio. Suave como sus alas.

Alas, ¿Jisung seguía teniendo sus alas aún? Sus enormes y suaves alas. Me alarmaba no saber si aún estaban ocultas en su espalda. Si no estaban, lo más seguro es que Jisung se encuentre más que feliz. 

— Jisung, ¿Tus alas siguen ocultas en tu espalda?— pregunté dirigiendo mi mirada a él. Dios, dormido es mucho más lindo.

— Por mala suerte para ti, no, ya no están— respondió con los ojos aún cerrados. 

Hice un puchero ante su respuesta, ¿Y ahora cómo me iba a vengar de algo que haga? El golpearle la espalda para que sus alas salieran a la luz era el mejor castigo porque yo sabía que a él no le gustaba tener sus alas fuera de su espalda.

. . . 

Llegamos a casa y lo primero que nos recibió fue el olor a ese ramen que mi madre descubrió que a Jisung le encantaba. Entramos y dejamos nuestras mochilas en el sofá para luego dirigirnos a la cocina en dónde nos nos encontramos a mi madre preparando exactamente lo que habíamos supuesto.

— Oh, ya llegaron— dijo mi madre apenas nos vió.

— Hola mamá— me acerqué a ella para depositar un beso en su mejilla como saludo.

— Buenas tardes, señora Jung— saludó Jisung haciéndole una reverencia a mi madre.

Nos retiramos de la cocina para dejar que mi madre pudiera terminar de cocinar y comer pronto. Jisung se había estado quejando todo el día diciendo que tenía hambre y bueno su estomago gruñendo lo confirmaba.

Si aún tenía poderes ¿Por qué no los usaba? Era una buena pregunta que él se había negado a responder y seguro seguirá negándose a pesar de cuantas veces se lo pregunte.    

Subimos las escaleras para ir a mi habitación y esperar ahí a que mi madre nos llamara a almorzar.

Se quedó congelado en el pasillo y noté como miraba una de las paredes con mucha atención, como si vinieran recuerdos a su mente de tan solo verla.

— De hecho es así— dijo, había olvidado que aún podía oír mis pensamientos — Aquí casi te besa el demonio Hwang— explicó mirando nuevamente la pared y esta vez tocando la.

Tenía razón, si no hubieran aparecido los ángeles, apenas muera iría a parar al infierno, me daba miedo que eso hubiese sucedido — Pero no sucedió— dije extendiendo mi mano que sin dudarlo tomó y finalmente fuimos a mi habitación.

— Necesitaré tu ayuda para matemáticas— dijo mientras tomaba asiento en mi cama.

— Entonces somos dos los que necesitamos ayuda en matemáticas, tampoco entiendo— le respondí.

angelic melody | han jisungDonde viven las historias. Descúbrelo ahora