Esencia Roja

Memoria

Sacó su daga de la vaina; el filo de esta resplandecía bajo la luz de la luna y el canto de un búho lejano era lo único que se escuchaba aquella noche de noviembre.
Nos apuntó con su arma y por última vez dijo:

-¿Quién de los dos va a morir?- Mis manos temblaban mientras él se situaba delante mía para protegerme. No quería perderle, no ahora que la hoguera de nuestros corazones empezaba a arder.

-Yo -dijo dispuesto a irse entre los troncos de aquel bosque.

-Te has vuelto loco, Klaus, no puedes dejarme sola. No puedes llegar a mi vida para luego irte en el peor momento de todos. No dejes que caiga en una laguna angustiosa.

Mi mente empezaba a estar más confusa y el aire hacía tiempo que había empezado a faltarme, pero tenía que reaccionar rápidamente.

-Haced lo que queráis, pero decidiros ya; si no, moriréis los dos y el único testigo será la oscuridad.

Entonces, como un rayo de luz, corrí hacia el asesino y sentí su daga atravesar mi estómago. Bajé la mirada para ver que mis manos estaba teñidas de un tono carmesí; cuando me giré a ver a Klaus, su rostro estaba blanco y una liviana lágrima caía por este. Cayó de rodillas sobre la tierra, incapaz de asimilar la situación. Hice el mayor esfuerzo para llegar hasta él y extender mi mano hasta que esta llegó a su mejilla; con cuidado le limpié las lágrimas que empezaron a caer sin cesar. Una de sus manos se aferró a mi muñeca con fuerza, como si intentase que mi piel se calase en sus huesos.

-No te vayas, Alessia. Por favor. -Sus sollozos cada vez se hacían más notorios entre el silencio de la noche-. No me importaría perder la memoria ahora mismo si eso hiciera que sobrevivieses.

Contemplé sus ojos negro azabache por última vez y tras esbozar una sonrisa llena de recuerdos el alma se desprendió de mi cuerpo. Lo último que pude escuchar fue un grito de dolor que hizo que mi estómago se desgarrase más de lo que ya lo estaba.