Capítulo Dos: Los Rayos del Sol.

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Oikawa se arregló tanto como pudo con la poca ropa que había llevado, no había tenido el tiempo de ir a alguna tienda para comprarse más ropa. Iwaizumi lo había ayudado a elegir ropa, no tendría una cita con el amor de su vida, sino que... Con el que también amaba al amor de su vida.

— ¿Estás seguro de ésto, Oikawa? —Preguntó Iwaizumi alzando una ceja, desconfiado de lo que su mejor amigo había hablado con un rubio de personalidad similar a la de éste.

— Sí, él es lindo. Quiero decir, hablamos por mensajes éstas semanas y de verdad me gusta su forma de ser, además es armador y me gusta poder hablar con él de vóleibol. —Murmuró algo nervioso, sus pensamientos comenzaban a variar en dos personas desde que conoció a Atsumu, se sentía increíblemente atraído por él.

— Bien, pero más te vale no estar jugando con sus sentimientos, Mierdakawa, no quiero tener que ayudarte con tus estúpidos y raros sentimientos. —Habló con la dureza que lo caracterizaba, arreglando el cabello de Oikawa. — Ya vete con él, no vuelvas tarde o iré por ti.

— Sí, mamá. —Habló con una leve risa para disimular sus nervios.

Se encontraba en el taxi, sus dedos sudaban, después de unas tres semanas se volvería a ver en persona con Atsumu, él tenía una personalidad narcisista, fuerte y muy arrogante. También había notado que era muy tierno cuando entraba en confianza en ciertos temas, se sonrojada en las vídeo llamadas y muchas veces reía de manera muy alegre, eso de alguna manera había llenado su corazón.

Oikawa definitivamente no entendía en lo que se estaba metiendo, pensar en Kageyama lo hacía sentirse del mismo modo que pensar en Miya, ambos eran tan distintos pero le producían el mismo sentimiento. Era increíble como conectó la sombra de las nubes y los rayos del sol creando la misma sensación de calor y paz.

Caminó hasta el punto de encuentro en cuanto bajó del taxi, sus manos entaban dentro de sus bolsillos del pantalón. Relajó su respiración y miró a su alrededor.

Un parque poco poblado lleno de flores de miles de colores, eran tan hermosas, se volteó a ver los tulipanes blancos y fue cuando lo vió.

Su respiración se acortó, Miya Atsumu vestía hermoso, hacía contraste con los tulipanes a sus lados, parecía un modelo en plena sesión y su sonrisa era lo mejor de todo. Pasó saliva un vez notó que había dejado de respirar y casi a babear.

— ¡Tooru San! —Gritó con emoción, una vez estuvieron frente a frente Atsumu fue quién lo abrazó por el cuello, Oikawa siendo el más alto de los dos rodeó la cadera del rubio. — Me alegra muchísimo verte al fin, mi hermano insistía en que no vendrías así como Tobio Kun pero aquí estás y te ves hermoso rodeado de tantas flores.

— También te ves hermoso hoy, Atsumu Chan. —No fue difícil para ellos entrar en confianza, caminaron lado a lado por los caminos en ese parque precioso.

Oikawa escuchaba con atención las historias de Atsumu con su hermano, sonreía y reía a cada que algo le causaba gracia. Sus sonrisas se mantuvieron durante todo el día hasta que cayó la noche sobre ellos.

— Entonces no creo poder tener realmente una oportunidad con Kageyama. —Comentó Atsumu, ambos sentados en el verde césped, cubiertos por las estrellas y la luna llena, Oikawa giró su rostro para verlo con una sonrisa leve.

— Eres de los chicos que le gustan, estoy seguro. Quizá sigue pensando que tal vez te gusta Hinata. —Murmuró Oikawa tocando las flores cercanas con delicadeza, no era fan de cortar flores que veía en la calle o parques.

¿Qué tal si por cada flor que era cortada se perdía una vida?

— Espero que me acepte, sería triste que te acepte a ti y a mi no, porque realmente me gustas. —Comentó Atsumu, Oikawa volteó a ver al rubio, sorprendido.

— ¿Eh?

— Me gustas, Tooru San, eres realmente muy hermoso, te preocupas mucho por los que conoces y aunque ambos somos similares en muchos aspectos creo que haríamos una bonita pareja, Kageyama sería el contraste entre tanta vida. —Murmuró abrazando sus piernas, el viento comenzó a resoplar con fuerza, Oikawa no había dejado de mirar al rubio, sus cabellos moviéndose en la misma dirección así como todas las flores.

— ¿Dices que Kageyama sería la sombra detrás de nosotros? —Preguntó sonriendo un poco, aún sorprendido por la declaración de Miya.

— Si te lo pones a pensar, muchas veces las relaciones dependen de una comparación con lo que alguien encuentra hermoso u/o adorable a su pareja. —Le sonrió, el viento en ese momento dejando de soplar con intensidad, sus cabellos cayendo a sus rostros. — Creo que eres vida, Oikawa, dónde sea que vayas pareces traer una vibra de felicidad pero al mismo tiempo puedes ser muy serio y quitar esa felicidad. Eres como... Miles de plantas que buscan la sombra cuando el sol llega al punto de calentar con intensidad.

— Yo creo que... Tú podrías ser el sol... —Irrumpió Oikawa, sorprendido por la referencia dicha por el otro, era exactamente lo que había pensado. — O al menos los rayos de sol más intensos, muchas veces juegas vóleibol de manera imprudente, buscas copiar cosas de otros equipos que salen muy bien pero no todos son capaces de seguirte el ritmo, así que buscarían la sombra para poder tomarse un descanso de ese caluroso sol... —Murmuró ésta vez tirando un poco de su las mangas de su abrigo, esperando no haber sonado tan idiota como decía Iwaizumi.

— Tienes razón, tú eres la vida y la calma, mientras que me veo como un sol capaz de hacerte buscar una sombra... —Hubo un silencio antes de que ambos se vieran al mismo tiempo con una sonrisa.

— Kageyama es nuestra sombra. —Hablaron al mismo tiempo, riendo poco después por la sincronización

Ambos se estiraron el césped, viendo las estrellas y la redonda luna que los saludaba desde las alturas.

— Definitivamente Kageyama es ese tipo de chico tranquilo que puede soportar los rayos insoportables del sol y mantener con vida a las plantas incapaces de poder soportar los rayos del sol. —Habló Oikawa estirando su mano hasta llegar a la de Atsumu, éste giró su rostro hacia el castaño.

Sus dedos se entrelazaron mientras que sonreían viéndose a los ojos.

Oikawa tenía los rayos de sol que le daban la vida y motivaba a ser mejor, a seguir con sus ideales, enfrentar la vida y sus propios sentimientos. Debían hablar con Kageyama cuanto antes, porque aunque no parecía hacer falta, ambos seguían sintiendo que les faltaba una parte para ser completamente felices.

Amor de armadores.  |AtsuKageOi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora