Capítulo Tres: Ayuda Merecida.

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Oikawa salió de su casa un día sábado, no tenía claro que hacer ese día. No podría hablar con Atsumu ya que éste estaría ocupado ayudando a su hermano y la pareja de éste en su mudanza.

Hacía frío, metió sus manos dentro de los bolsillos de su chaqueta, caminó en silencio y con la mente en blanco a donde sea que sus pies lo llevaran.

Se detuvo al oír gritos, frunció su ceño, ¿Quién un día sábado a las... ;miró su reloj checando la hora; a las diez de la mañana gritaba a todo pulmón?

Negó con su cabeza decepcionado de que existiera gente capaz de irrumpir la tranquilidad de los días sábados, era imperdonable. ¿Qué acaso no sabían qué los sábados eran para dormir hasta tarde después de desvelarse un día viernes hablando con el posible amor de su vida?

— ¡Oi Kageyama! ¡¿A dónde mierda crees que vas?! —Rápidamente su decepción se esfumó y caminó hasta donde provenían las voces, llegando al río más cercano, en el césped escaleras abajo estaban Hinata y Kageyama con una pelota de vóleibol.

— ¡No puedo más! ¡No soy Miya San! —Gritó tomando su abrigo, lanzándoselo al de cabello anaranjado. Oikawa tomó asiento en una de las escaleras, viéndolos pelear sin intención de entrometerse.

— ¡¿Qué tiene que ver él?! —Hinata tomó el abrigo de Kageyama y lo tiró al suelo mientras éste ordenaba su bolso y lo tomaba para irse. — ¡¿Desde cuándo dejaste de amar el vóleibol?!

— ¡No dejé de amarlo! —Gritó, se veía más que enojado, pero su voz sonaba temblorosa, frágil. Para Oikawa fue difícil mantenerse en su lugar y no correr a ver si le pasaba algo malo.

— ¡Entonces dame unos pases! —Rogó tomando el bolso de Kageyama, éste tomó a Hinata de la camisa y lo lanzó al suelo. — ¿Vas a dejarlo? ¿Vas a dejar algo que tanto amas solo porque ya no puedes acoplarte a otros?

— Estoy cansado... Estoy cansado, Hinata. —Se sentó a un lado del enano, Oikawa no entendía pero para nada le gustó ver mal a Kageyama. — Ya no puedo hacer pases que saquen lo mejor de mis rematadores, Hoshiumi y Ushijima me dicen que está bien, pero yo solo... Creo que ya no tengo ganas de jugarlo... Tanto como antes.

Eso fue suficiente para el metiche de Oikawa Tooru, se levantó sacudiendo su ropa, bajó las escaleras y saludó con su voz seria a los dos gritones que irrumpían su mágica mañana de un día sábado.

— No voy a mentir, escuché todo. ¿Qué diablos pasa aquí? —Hinata quién lo veía sorprendido sólo sacudió su cabeza para responder.

— Kageyama cree que ya no es un buen armador y quiere dejar de jugar vóleibol por eso está estudiando una carrera en la uni ver... ¡Aush! —Gritó ante el golpe que le dió el pelinegro, éste se levantó y tomó sus cosas.

— Yo me voy, la verdad es que ya hace frío y me cansé de entrenar. —Oikawa automáticamente tomó la mano de Kageyama, éste volteó a verlo. — ¿Oikawa San?

— La verdad es que me gustaría entrenar también, ¿Qué tal si te doy algunos consejos para que puedas hacer algo al respecto con esa actitud negativa? —Preguntó sorprendiendose así mismo por la propuesta que había hecho, jamás se vió enseñándole a un armador prodigio y muchas veces lo había rechazado.

— Ah... No, no lo sé. —Murmuró Kageyama desordenando su cabello, Hinata fue quién le dió el último empujón, los tres listos para entrenar.

Para Oikawa no fue fácil ver como Hinata en cada oportunidad tocaba el cuerpo de Kageyama, parecía hipócritamente estar marcando territorio y le dirigía miradas serias.

— Kageyama, se nota que tienes la mente ocupada. Intenta vaciarla o recordar en qué pensabas antes cuando jugabas.

— No pensaba en nada particularmente. —Murmuró el pelinegro, limpiando el sudor de su rostro, Oikawa tuvo que gritar internamente por lo sexy que se veía, maldecía no poder mandarle una imagen a Atsumu desde su cabeza.

— Entonces piensa en el ahora, en alguien a quién quieras vencer, alguien que te motive. Alguien por el cual tu sientas que debes dar lo mejor de ti y así hacerlo sentir orgulloso. —Kageyama asintió, Oikawa le lanzó la pelota, éste armó la jugada y fue Hinata quién remató. Todos en solencio.

— Fue directa a mi mano pero a la vez me dió oportunidad de golpearla a donde quisiera... —Hinata habló con una sonrisa, en cambio Kageyama miraba sus manos con una leve mueca.

— Puedo hacerlo mejor, una más por favor, Oikawa San. —Pidió Kageyama, el castaño asintió mientras sonreía.

"Eso, sé más ambicioso. Sabes que puedes mejorar, cada vez que te derrumbes prometo estar aquí y darte la ayuda merecida." Pensó mientras tomaba el balón y lo lanzaba, Kageyama volvió a armar una jugada seguida de una mandarina, éste la golpeó gritando que ese pase había sido mucho mejor.

Oikawa no podía creer que estuvo casi cuatro horas entrenando con unos monstruos, ayudando y aconsejando a Kageyama tanto como podía, muchas veces corregiendo su postura, éste le hacía caso como si fuese su entrenador personal.

Ahora caminaba junto a Kageyama a su casa, ya que éste había insistido en llevarlo, Hinata llendose hacia el otro lado.

— Oi...Oikawa San, muchas gracias. —El mencionado se giró a ver al menor, éste se inclinaba.

— No pasa nada, Tobio Chan. Vine desde Argentina para verte sabes. Me alegra haberte visto antes de un partido importante, con la actitud que tenías te habrían aplastado cuál mosca. —Se burló sin sacar sus manos de sus bolsillos, Kageyama se enderezó y soltó una leve risa. Dejando a Oikawa en shock.

— Jamás pensé que tendría su ayuda, pero estoy realmente agradecido. No puedo explicar lo feliz que me siento, es un sueño hecho realidad... —Comentó, dejando a Oikawa sin palabras. — Por favor permitame pagarle de algún modo.

— No es necesario, Tobio Chan, es una ayuda merecida después de haberte ignorado tanto tiempo. —Soltó una risa leve, volviendo a caminar con el otro unos pasos atrás. Estaba claramente sonrojado por las palabras de Kageyama; cuánto lo amaba.

— Recuerdo que lo ignoré por un proyendo hace unas semanas, lamento eso, por favor permitame un día llevarlo a comer...

— Me gustaría, pero no fue solo a mí, también a Atsumu Chan. —Kageyama abrió su boca y la volvió a cerrar.

Claro, Oikawa había ocupado el momento perfecto para hacer una cita improvisada de los tres, podrían ambos ayudar a Kageyama y poder dar a luz sus sentimientos.

— Bien... Entonces me dice un día y le pregunto a Miya, San si puede ir con nosotros... Gracias otra vez, nos vemos Oikawa San.

El mencionado vió al menor irse corriendo, no pudo evitar reír, acaba de conseguir una cita con Kageyama y Atsumu, vaya día.

Comenzaría a ayudar a más gente si era recompensado de esa manera, agradeció a los dioses y hasta saludó a su madre de un beso en la frente al llegar a casa. Se duchó y cambió la ropa, se preparó un mate y tomó un teléfono para hablar con sus amigos de Argentina y decirles que lo había logrado, recibiendo muchos mensajes de felicidades y que lo extrañaban.

Amor de armadores.  |AtsuKageOi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora