Capítulo Seis: Nuestro Fin.

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El tiempo pasó volando, eran once meses desde que Oikawa llegó a Argentina, dónde entrenó día y noche para volverse el mejor armador que pudiera ser.

Solía compartir casa con un compañero de equipo, era más sencillo para él de ese modo. Extrañaba mucho a sus novios y le preocupaba el hecho de que no tenía llamadas de ellos, hace una semana que las conversaciones con ambos dejó de ser fluida.

Tenía miedo, miedo de que lo hayan hecho a un lado cuando él sólo podía pensar en ellos y cuánto los amaba.

Mientras que estaba ordenando sus cosas en su habitación unas lágrimas salieron de sus ojos por el simple hecho de pensar que ya no era necesitado. Que Atsumu y Tobio eran felices en su propio mundo, que ellos sí podían verse y darse ese amor físico que él extrañaba.

Limpió sus mejillas y suspiró, tomando su teléfono una vez más, quería asegurarse de que ellos realmente habían dejado de mandarle mensajes... Visto, sus mensajes ya enviados hace horas estaban en un visto.

Con fuerza lanzó su teléfono al suelo, se sentó con su espalda recargada en la pared mientras jalaba su cabello con fuerza; ellos no lo dejarían así, Atsumu le hablaría y Tobio sería directo, le diría que ya no quería nada con él.

Había un grito atrapado en su garganta que amenazaba con salir y desgarrar ésta, suspiró mientras las lágrimas seguían saliendo sin parar. No era justo, no era justo.

— ¿Toto? —Alzó la cabeza, su compañero estaba en la puerta de la habitación, se secó las lágrimas mientras se levantaba y  sacudía su ropa. Sus ojos aún dolían y se llenaban de lágrimas. — ¿Estás bien?

— Claro que sí. —Bufó mientras se cruzaba de brazos, tratando de aparentar que hace poco no había sufrido un ataque de ansiedad.

— Okay, tu amigo vino a verte. —Alzó una ceja confundido, ¿un amigo?

Su compañero de equipo se hizo a un lado y apareció Iwaizumi en la puerta, dejando a un Oikawa sorprendido. ¿Qué hacía ahí?

— ¡Iwa Chan! —Lloró corriendo a sus brazos, el otro lo abrazó también mientras daba ligeros golpes en su espalda. — ¿Qué haces aquí? ¿Aún recordabas como llegar?

Estaba sorprendido, en shock, su mejor amigo lo había visitado; había viajado a Argentina. No pudo evitar llorar de emoción y felicidad, aún que podría estar llorando de pena y tristeza pero nadie sabría la diferencia con un suceso cómo ese.

— Me dije a mí mismo... Es hora de visitar a mi mejor amigo y aquí estoy. ¿Qué no puedo venir? —Se quejó poco después de separarse cruzando sus brazos en su pecho.

— No vendrías con una razón tan tonta. —Murmuró riendo, limpiando sus lágrimas. Una ligera sonrisa en sus labios.

— Tienes razón, es que habían dos animales que me estuvieron rogando días para que los trajera como una sorpresa para ver a su dueño. —Oikawa ladeó su cabeza confundido, Iwaizumi riendo ante la estupidez de su amigo. — Ya sabes... Un zorro y Águila.

Antes de que pudiese hablar los vió, a ambos en la puerta con los respectivos uniformes de sus nuevos equipos.

Tobio lo veía con los brazos alzados y Atsumu con una sonrisa encantadora. Miró a Iwaizumi con sus ojos entrecerrados.

— ¿Estoy soñando? ¿Me desmaye en mi ataque de ansiedad? —No duró mucho aquello pues cayó directo en los brazos de Iwaizumi, desmayado.

Cuando despertó estaba en su cama, al parecer si había sido un sueño, llevaba la misma ropa de ayer y el sol daba directo en sus ojos por no haber cerrado la cortina

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Cuando despertó estaba en su cama, al parecer si había sido un sueño, llevaba la misma ropa de ayer y el sol daba directo en sus ojos por no haber cerrado la cortina. Llevó su brazo a sus ojos, tapando éstos con su antebrazo.

— ¿Quieres que cierre la cortina, Tooru San? —Quitó su brazo con rapidez de sus ojos, sentándose en la cama. Atsumu estaba en la puerta ya con otra ropa, Kageyama estaba detrás de él en silencio; con su típica cara de no saber ni siquiera dónde estaba parado.

— ¡Us... ¡Ustedes! —Gritó con fuerza, levantándose de la cama para correr a ellos con leves tropezones. Los abrazó por el cuello a ambos. Besando sus cabezas.

— ¡Oikawa San no puedo respirar! —Gritó Kageyama entre suaves risas, el mayor dejó ir al rubio. Usando su mano libre para dar un golpe en la cabeza del pelinegro y luego aprisionar al rubio y hacer lo mismo.

— ¡Dejaron de llamarme! ¡De responder mis mensajes! —Su pecho subía y bajaba por la desesperación de decirles todo en el preciso momento, sus ojos una vez más dejando salir esas pesadas lágrimas.

— La idea fue de Atsumu.

— ¡Tú querías también!

— ¡Pero fuiste tú quién dijo que Oikawa San se sorprendería más si veníamos sin avisar!

— ¡No me culpes de todo Tobio! ¡También es tu novio! —Dijo con un tono acusador.

Oikawa no pudo evitar reír, limpiando sus lágrimas. Tuvo que haberlo pensado, sus novios eran unos idiotas del vóleibol y podrían hacer cualquier estupidez para verlo. Recordó que venían con el uniforme y los miró con los ojos entrecerrados, los abrazó con fuerza siendo correspondido por ambos.

— Lo sentimos. —Para Oikawa no había mejor placer que oír la dulce voz de Atsumu en su oído derecho y la ronca voz de Kageyama desde el oído izquierdo.

— Me encanta que estén aquí pero por favor... No lo vuelvan a hacer, pensé que me habían dejado sin decírmelo. —Se quejó, Kageyama fué el primero en alejarse solamente para tomar sus mejillas entre sus manos y besarlo. Gimió sorprendido.

— La próxima vez golpeare a Atsumu San si se le ocurre otra idea estúpida. —Susurró sobre su boca, Oikawa asintió algo ido por el beso, Atsumu quejándose que de también quería un beso de ambos.

— Pero ustedes ya se besaban, déjenme disfru...

— La verdad, nosotros no... —Atsumu fue quién habló, mirando fijamente su rostro con seriedad. — Tobio Kun  y yo ni siquiera nos hemos besado desde que te fuiste... Pensamos que sería injusto.

— ¿Qué? —Era increíble, realmente ellos sí pensaban en él a tal nivel de no besarse simplemente porque no estaba. — ¿Ósea que no se han besado jamás? —Ambos asintieron, viéndolo cómo si fuera algo natural.

Se giró sólo para tapar su boca y su sonrojo, ¿qué era ésto?
Se sentía correcto, se sentía cálido, se sentía como un hogar al que pertenecía y respetaban unas necesidades que ni siquiera sabía que tenía.

— ¿Estás bien? —Murmuró Atsumu preocupado, Oikawa se lanzó a sus brazos mientras reía sin evitarlo.

Quizá eran los nervios, la felicidad. No tenía idea, pero tener a los amores de su vida justo delante de él fue una explosión en su interior.

Estuvieron todo el día en casa colocándose al corriente de muchas cosas. Como habían llegado, como le insistieron a Iwaizumi; el cuál había salido con su compañero de casa; para llevarlos e incluso sobre Hinata quién andaba dando vueltas por Brasil. Oikawa no podía estar más agradecido con la vida por permitirle amar a dos bellas personas de sentimientos preciosos.

— Saben... Pensaba que era nuestro fin... Pero solo es el comienzo. —Murmuró Oikawa, correspondiendo el beso de Atsumu, Kageyama acariciando su cadera al estar sentado en su regazo.

— Me gusta éste comienzo... Que lindo amor de armadores. —Atsumu susurró mientras quitaba la camisa de Oikawa.

— ¿Y si solo se callan? —Susurró Kageyama, mordiendo con suavidad el cuello de Oikawa.

Oikawa esa noche se permitió amar y ser amado, no por una persona, sino por dos.
Las cuáles juró preteger y amar el resto de su vida, creando ahora el comienzo de un nuevo y más fuerte amor de armadores.

Amor de armadores.  |AtsuKageOi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora