Capítulo Cuatro: Confesión Fallida.

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Mensajes y más mensajes, Oikawa no podía apartar la vista del teléfono, antes de juntarse con Kageyama y Atsumu el pelinegro había creado un grupo en whatsapp de los tres donde se ponían de acuerdo para verse.

Reía sin parar ya que Atsumu era un hablador sin remedio y sus audios solían ser demasiado graciosos, Kageyama también mandaba audios pero eran esos que te derretían por lo sexy que sonaban y él solo mandaba stickers románticos para responderle a ambos.

Kageyama resultó ser muy abiertos con ellos, cuando iba a la universidad les mandaba fotos de el con cara de querer morir y otras comiendo.

Se acercaba el día de la posible cita y no podía con los nervios, sus manos sudaban de solo pensar en verlos a ambos juntos.

— Oye, Oikawa. —Apartó la vista de su teléfono en cuánto escuchó su voz, Iwaizumi entraba y se dejaba caer en la cama de éste. Dejó de lado su teléfono para prestarle atención a su mejor amigo. — ¿Estás seguro de que todo estará bien?

— ¿A qué te refieres? —Susurró con una leve mueca, Iwaizumi cuando quería podía ser muuuy raro para su gusto.

— Oikawa, no te queda más de un mes aquí y debes volver a Argentina. —El mencionado por supuesto que lo había olvidado, no le quedaba mucho tiempo y la mayoría de los días que estuvo ahí solo hablaba con Atsumu.

— Estaré bien, Atsumu y yo vamos a hablar con Tobio el día de la cita, debería funcionar, hemos estado hablando entre los tres muchos días ya...

— Bien, no te quiero ver triste, mierdakawa. —Murmuró con su rostro escondido en una almohada, el mencionado sonrió, su amigo era lo mejor que la vida le había regalado. Le dió un leve golpe en su espalda.

— Estaré bien, te lo prometo.

Nuevamente Oikawa estaba listo para una cita, estaba esperando de pie en la arena de la playa

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Nuevamente Oikawa estaba listo para una cita, estaba esperando de pie en la arena de la playa. Había sido un lugar extraño para una cita con Kageyama quién parecía odiar a las personas.

Acomodó los lentes de sol en sus ojos y suspiró, llevaba cinco minutos pero ya se sentía ansioso y con el miedo de que nadie llegara.

— ¡Oikawa San! —Alzó la mirada en cuánto escuchó el grito, por reflejo atrapó justo frente a sus ojos la pelota de vóleibol, la bajó con los ojos abiertos por el susto. Kageyama frente a él; llevaba lentes de sol así que no podía ver sus ojos. — Sí que tiene buenos reflejos.

— ¿Intentabas darme desde lejos un pelotazo con la fuerza de tus saques? —Preguntó con el miedo plasmado en su rostro, el pelinegro le sonrió con superioridad y se encogió de hombros tomando la pelota de sus manos.

— ¿Y Miya San? También quería tirarle la pelota. —Se quejó, Oikawa soltó una risa pues probablemente Atsumu la habría frenado con una mano.

— Aún no llega, debe venir en camino. —Kageyama asintió y caminó delante de él dando saltos en la arena hasta encontrar un lugar cercano al agua, pero no como para que llegara a mojar sus cosas. Dejaron sus mochilas, Kageyama alzó la pelota. Entendió.

Amor de armadores.  |AtsuKageOi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora