Capítulo Cinco: Adiós, Japón. Adiós, mis Amores.

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— Mañana debo volver a Argentina.

Todo fue silencio, Kageyama dejó de comer su arroz con curry y Atsumu de beber el jugo que tenía en el vaso. Oikawa pasó saliva mientras juntaba ambas manos en la mesa.

— ¿Mañana? —Murmuró Kageyama bajando su cuchara, la dejó en la mesa mientras que sus manos se juntaban en sus piernas.

— ¿Fue algo así como una emergencia? —Miya preguntó, confundido con la repentina partida.

— No... Yo lo había olvidado, lo lamento. —Murmuró riendo con algo de incomodidad, Kageyama se levantó de la mesa y salió de la sala. Oikawa bajó su cabeza, arrepentido de haber olvidado algo tan importante.

Oikawa Tooru sabía que había hecho mal, fue Iwaizumi quién le recordó que su viaje era mañana. Todo el mes que estuvo junto a Atsumu y Tobio se le había hecho demasiado corto y el tiempo pasó como en una hora, todo ese tiempo a punto de perderse.

— Ah... Bueno, está bien, Tooru. Iremos a visitarte, es algo que con Tobio Kun ya habíamos hablado, sabes que tenemos muy claro el que te tendrías que ir... solo no sabíamos cuando. —Se encogió de hombros, se le veía desmotivado. La cena de esa noche arruinada por Oikawa, o eso pensaba.

— Lo traje. —Giró su cabeza algo confundido, Tobio venía con una caja pequeña.

Atsumu soltó una risa que lo hizo fruncir el ceño, claramente no entendía a que diablos se refería y al parecer era algo que sólo ellos habían hablado. Se cruzó de brazos claramente molesto.

— ¿Por qué hoy? —Apoyó su cabeza en su mano; su codo en la mesa.

— Tuve una corazonada... Abrala, Oikawa San. —El mencionado tomó la caja con inseguridad, de seguro era una broma típica como que algo saltaría de ahí, entrecerró sus ojos y la abrió.

Una cadena de oro, la tomó con cuidado, tenía letras de oro también, la llevó cerca de su rostro leyendo.

— ¿AtsuKageOi? —Susurró elevando su mirada a Kageyama, éste miró a Atsumu.

— No iban a caer nuestros nombres, se haría muy grande así que con Kageyama resumimos nuestros tres nombres en uno. Además de que él y yo ya tenemos las nuestras, la mía es de plata y la cadena de Tobio es de plata y el nombre de oro. —Explicó con una sonrisa, Oikawa de pronto lloraba en el hombro de Atsumu, se habían tomado el tiempo de hacer una cadena, no lo iban a dejar.

— Son lo mejor que me ha pasado, de verd... —Atsumu estaba besando su boca con suavidad, Oikawa no pudo evitar sentir su rostro arder mientras que su corazón latía con una fuerza que lo haría estallar. Una vez el rubio se separó su rostro fue volteado, Kageyama dejando un pequeño beso en su boca, sonriendo levemente.

— Te vamos a ir a visitar, ¿bien? Debes esforzarte para ser el mejor armador de Argentina y darnos pelea en las olimpiadas.

El mayor de los tres seguía sin asimilar que había recibido una cadena de oro, besos de las dos personas que más amaba y que se encontraba en medio de un abrazo con las mismas personas.

— No me van a dejar de lado, ¿verdad? —Preguntó con un  puchero, dejándose ser abrazado.

— Claro que no, Oikawa. Ninguno va a dejar de quererte no importa que tan lejos estés, además podemos hacer vídeo llamadas y demás. —Kageyama le dió un beso en la mejilla mientras sonreía, Tooru podía irse en paz a el país donde estaba cumpliendo uno de sus sueños y más grandes metas.

 —Kageyama le dió un beso en la mejilla mientras sonreía, Tooru podía irse en paz a el país donde estaba cumpliendo uno de sus sueños y más grandes metas

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Oikawa estaba siendo despedido en el aeropuerto por su madre y sus mejores amigos, Kageyama y Atsumu aún no llegaban y comenzaban a sentirse ansioso. Jugó con la cadera en su cuello mientras que la otra mano subía a su boca, casi comiendo sus uñas si no hubiese sido porque Matsukawa golpeó su mano. Agradeció mentalmente.

Quedaban diez minutos, suspiró mientras que pasaba saliva, oía a su madre hablando con sus amigos y dándole consejos sobre algunas comidas para hacer. Cerró sus ojos mientras que ya en ese punto sus ojos se llenaban de lágrimas, no quería irse sin verlos una última vez.

— ¡Tooru San! —Abrió sus ojos al reconocer esa voz, se giró, Atsumu corría hacia él con Kageyama a su lado. Sonrió mientras que abría sus brazos, no contó con que ellos no se detendrían y lo abrazarían haciéndolos caer al suelo.

— ¡Ay! —Se quejó mientras que su espalda sufría el golpe, Kageyama sacando su cabeza del pecho de Oikawa, mientras reía y besaba sus labios.

— Perdón por la tardanza, nos perdimos. —Confesó Atsumu levantándose, saludó a los amigos de Oikawa con un apretón de manos y a su suegra con una reverencia, la mujer acarició su cabello y luego el de Kageyama. — Es un honor verla.

— El honor es mío. —Atsumu abrazó a Oikawa y dejó un beso suave en sus labios, Kageyama se mantuvo al lado del último mencionado, sin soltarlo. Aprovechando hasta el último segundo antes de la despedida definitiva.

No duró mucho, hablaron tanto como pudieron y se dijeron cuánto se querían entre ellos, riendo un poco para evitar el llanto. Tenían el mismo pensamiento de no quererse ver llorando así que sonrieron hasta el final.

Oikawa se despidió con la mano mientras se iba, todos comenzando a llorar cuando ya no lo vieron, era mucho el tiempo que se iba y venía muy poco. Atsumu escondió su rostro en el cuello de Kageyama mientras lloraba, éste acariciando su cabello con cuidado, era menos escandaloso que Atsumu, solo se mantuvo serio mientras las lágrimas corrían por sus mejillas.

Oikawa en cambio tomó su lugar en el avión, pasó saliva y se puso el cinturón. Sus ojos dolían, y estaba más que nada preocupado de perderlo todo si dejaba Japón.

Cerró sus ojos, estaba en el aire.

— Adiós, Japón. Adiós, mis amores.

Amor de armadores.  |AtsuKageOi|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora