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Todos conocen el tipo de mensajes que son escritos en las paredes y puertas del baño de un colegio cualquiera. “Persona x y persona y”, “me gustas”, “te amo”, y hasta insultos hacia alumnos que no hemos visto nunca.
Esto es común y no suele ser la gran cosa, pero, cierto día, para Taiga cambió su vida.

Se decidió a usar el último cubículo del baño de chicos. Nada raro; la naturaleza llamaba. Sin embargo, aquella vez había llevado consigo, metido en el bolsillo de su pantalón, un bolígrafo azul. Resulta que estaba ansioso por ir al receso, por lo que no se dió cuenta de que llevaba el objeto en la mano aún, como si este le dijese «hey, deberías terminar de hacer la tarea o te regañarán otra vez». Simplemente lo guardó en su ropa, ignorando las advertencias de su inconsciente.
Volviendo al inicio, sí, allí escritos estaban los típicos mensajes de adolescentes con sus problemáticas de jóvenes. A Taiga le parecía absurdo. ¿A quién le importaba si a Fulanito le gustaba Fulanita? Mas no tenía otra cosa que leer mientras estaba ahí. Fue entonces cuando sacó el bolígrafo. Se lo pensó un par de veces; ¿no se estaba quejando sobre eso hace tan sólo segundos atrás? ¿De verdad escribiría algo? Qué más daba. Movió su mano haciendo trazos, dejando su tinta azul en la pared.

«estoy aburrido»

×

Corrió. Corrió como nunca antes lo había hecho, aún más que en los entrenamientos (a los que ya no iba, por cierto). La clase se hizo eterna para Daiki, y más siendo la primera en mucho tiempo a la que asistía. Su especialidad era faltar y dormir en la azotea, pero aquello se había terminado por pedido de su compañera de clase, Satsuki, quien veía por el bien de su amigo.
En fin, Daiki corría con toda la fuerza de sus piernas hacia el baño. Ni siquiera soltó su lapicero ni dio tiempo al profesor de despedirse, cuando ya se encaminaba hacia su destino como si no le importaran los regaños. Y así era.

El moreno entró al último cubículo, el único que estaba desocupado, y su alivio fue inmenso.

—Pft, ¿y eso? —balbuceó riendo mientras repasaba con la vista los mensajes escritos en la puerta.

Una vez que sus ojos se pasearon a lo largo de la pared, se detuvo en una nota que parecía haber sido hecha recientemente. La tinta azul estaba intacta, clara, sin señales de que el tiempo le haya pasado por encima. «Estoy aburrido», se leía. Daiki tomó su bolígrafo rojo con movimientos lentos, intentando no perder de vista su objetivo en medio del mar escrito en aquella pared. Entonces escribió a un lado del último mensaje leído −e incluso dibujó una pequeña flecha para que no quedaran dudas de a qué se refería− con una caligrafía poco prolija:

«a nadie le importa»

×

Taiga no podía creerlo. De todas aquellas palabras, de toda esa tinta desperdiciada en la pared, únicamente su mensaje había sido respondido. Frunció el ceño. Estaba visiblemente indignado; ¿por qué sólo a él le habían contestado, habiendo tantas tonterías marcadas allí?
Tomó el bolígrafo con su mano derecha y dibujó una flecha, esta vez saliendo del mensaje escrito por quien respondió al suyo. Estaba dispuesto a demostrar su indignación a ese chico.

through the wall; aokagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora