VI

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—¿Irás aún después de que te dejó plantado la primera vez? —preguntó Midorima, sorprendido en parte porque la delirante situación no daba señales de tener fin.

—Por supuesto que sí. El cobarde es él, no yo.

Kuroko, quien oía la conversación a un lado, hizo un gesto con la mano a su amigo para que detuviera sus vagos intentos por frenar aquella tontería. La decisión de Taiga estuvo tomada desde el inicio y nada ni nadie la cambiaría.
Cuando el pelirrojo hubo abandonado su sitio en la azotea para “prepararse para la batalla”, Midorima reparó en la mirada pícara del otro.

—¿Por qué hiciste eso?

—¿Qué? —El más bajo, terminándose lo que restaba del almuerzo, intentó contener una pequeña sonrisa mientras ahora miraba a su amigo.

—Puedes engañar fácilmente a Kagami y, tal vez, al otro sujeto —explicó, refiriéndose al famoso “rival” de éste—, pero no a mí. ¿Por qué escribiste eso en el cubículo?

Kuroko guardó silencio. Sabía que la astucia de Midorima jamás fallaba, pero no esperaba recibir una confrontación tan pronto. Le causaba gracia que incluso él estuviera curioso y al pendiente del drama, a pesar de parecerle estúpido.

—¿Cómo lo supiste?

—Está demasiado bien escrito.

×

Daiki no podía creerlo. ¿Quién era él para hablarle así? Además, ¿«esta vez no faltes»? El muy cobarde había dejado plantado al gran Aomine Daiki y, encima de todo, ¿inventaba historias para hacerlo quedar mal? No tenía planeado alargar su sufrimiento demasiado y sólo se limitaría a darle un par de golpes, pero después de aquellas calumnias de las que estaba siendo víctima no correspondía tener piedad alguna. Lo haría disculparse de rodillas si era necesario.

—Kise, necesito otro favor —comenzó, poniendo cierta entonación en la voz, una más amable y suplicante. Por poco era él quien se ponía de rodillas en ese instante.

—Oh, no. No, no.

—¡Por favor!

—Tuviste suerte de no recibir una paliza de ese tipo.

Daiki, visiblemente indignado, alzó un brazo y lo flexionó de manera que pudieran quedar en evidencia sus bíceps trabajados. El rubio, al oír a su amigo preguntar «¿ves esto?», se colocó los auriculares y lo ignoró el resto del receso, sin reparar en súplicas ni en favores que el otro prometió hacerle si él lo ayudaba a salir temprano del entrenamiento ese día. Suficiente había sido con el regaño de Satsuki y el entrenador que soportó la primera ocasión.

×

Taiga se presentó una vez más al lugar pactado. Un dejá vù se le pasó por la mente al ver el patio totalmente desierto, salvo por el sol sofocante que se asomaba desde detrás de un gran árbol. «¿Y si ese tipo sólo está jugado conmigo? ¿Y si sólo quiere dejarme esperando otra vez para reírse de mí? ¿Y si...?». Además, ¿por qué había usado un bolígrafo color negro en esa ocasión, si siempre usó uno rojo? Toda la situación era muy extraña, de hecho más de lo habitual. Pero demasiado tarde para lamentos, puesto que ya estaba ahí; si todo era un juego, había sido engañado una segunda vez y debía aceptarlo. Pero, ¿cómo aceptar algo así frente a sus amigos, que se lo advirtieron en primer lugar? Jamás. O se encontraba con ese sujeto o dejaba de llamarse Kagami Taiga.

Mientras tanto, Daiki, como cierta vez, corría hacia el patio trasero del establecimiento tras ser autorizado a salir temprano. Un dejá vù se le pasó por la mente al ver el lugar desierto al completo, salvo por el sol sofocante y... un pelirrojo sentado a la sombra. Paseó los ojos por todo el sitio, incrédulo, pues probablemente había sido engañado una segunda vez. Nunca se sintió tan humillado como entonces.

through the wall; aokagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora