II

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«imbécil»

Lo habían insultado. Leyó y releyó aquella simple palabra, sólo para asegurarse de que estuviera siendo dirigida hacia él. Efectivamente lo estaba.
Bueno, sólo era un tipo desconocido escribiendo en la pared de un baño, ¿qué importancia podría tener un insulto en esas circunstancias? Para Daiki, mucha. Jamás se había dejado insultar por nadie, y los que lograron hacerlo terminaron demasiado asustados como para contar su experiencia. Era inadmisible.
Sin embargo, ¿cómo podría golpear a alguien a través de un mensaje? Imposible. Era sabido que no se le daba muy bien el manejo de las palabras en general, por lo que su fuerte eran los golpes. Entonces se le ocurrió usar un clásico de las peleas.

«eso es lo mejor q tienes?»

Se retiró riendo, dando por victoriosa una lucha más.

×

—Oye, pásame un bolígrafo.

—¿Qué?

—Cualquiera, un bolígrafo.

El pequeño oji celeste ladeó la cabeza, dubitativo. Tanteó sus bolsillos para confirmarle a su amigo que, como era de esperarse, no traía uno consigo. Taiga lanzó un quejido al aire dentro del cubículo del baño.

—¿Cuál es el problema?

Aquellas provocativas palabras eran el problema. Taiga no podía creer que un tipo totalmente al azar en un enorme establecimiento estuviera desafiándolo a él, que sólo estaba burlándose de otra gente en primer lugar.
No obstante, a pesar de su indignación, le daría ese gusto. ¿Aquel atrevido quería verlo insultar? Entonces así sería.

—¿Conoces algún insulto bueno?

—Llegaremos tarde a clases —le respondió la voz vacilante de su amigo del otro lado de la puerta.

—¡Oh, ya sé! —gritoneó—. Este tipo apenas sabe escribir.

Taiga se pegó a la puerta, ojeando los desprolijos trazos de su autor. Sonrió al pensar en la posibilidad de estar discutiendo con un niño, aunque eso fuese imposible.

—Oye, pregúntale a Midorima si conoce algún insulto.

Su voz fue seguida de un tenebroso eco.

—¿Kuroko...?

Asomó la cabeza a través de una pequeña abertura, sólo para percatarse de que su amigo lo había abandonado y se encontraba totalmente solitario en aquel sitio.
Ahora tendría que sacar a relucir su escaso diccionario de insultos por su cuenta.

×

—¡Kise!

—¡¿Qué?! —respondió exaltado, volteando a ver la puerta cerrada del cubículo detrás suyo.

—Dame un bolígrafo.

El chico exhaló con pesadez, cuestionándose sobre qué tipo de actividad extraña estaría manteniendo su amigo en un lugar tan inoportuno.

—No grites así —se quejó, sacando un bolígrafo del bolsillo y pasándolo por debajo de la puerta hacia las manos del otro—. ¿Para qué lo necesitas?

—¡Un idiota acaba de escribir una lista de insultos dedicada a mí!

La frustración brotaba de la voz de Daiki. El rubio detrás de la puerta intentaba contener su risa, puesto que nunca lo había visto tan sumamente superado por alguien, mucho menos cuando de una pelea se trataba.

—¿Necesitas ayuda con eso?

—No —comentó seguro. Su sonrisa no tardó en aparecer, sintiéndose orgulloso de sus grandes habilidades de discusión—. Esto lo hará rabiar.

Daiki dejó el cubículo y devolvió el bolígrafo sin hacer ningún otro comentario sobre el asunto.
Ya habiéndose ido, su amigo, curioso por aquello que tanto había hecho enojar al moreno, se acercó al puesto antes ocupado y paseó sus ojos a lo largo y ancho de la puerta corroída por el tiempo. Tal y como lo describió Daiki momentos antes, una lista de aproximadamente seis o siete insultos ocupaba una esquina de la puerta. El rubio continuó bajando la mirada hasta llegar al final, a la respuesta de su amigo.

«el q lo dice lo es»

through the wall; aokagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora