Taiga se encontraba sentado a un lado de la cancha de basket cerca del colegio. El día era sofocante y caluroso, por lo que tomó un lugar en el suelo bajo la sombra de un árbol aledaño. Ya había pasado una hora desde que las clases terminaron y, a la par que su paciencia se agotaba, las ganas por echarle en cara su cobardía a aquel tipo aumentaban. Incluso ya estaba planeando lo que escribiría al día siguiente en la pared del baño, e imaginaba que el supuesto valiente no volvería a aparecerse por vergüenza. Ahí acabaría el problema y podría presumir ante sus incrédulos amigos que lo había solucionado todo por su cuenta.
Mientras tanto, Daiki, quien acababa de salir del entrenamiento temprano a petición de su amigo, cosa que le agradecería más tarde, se acercaba a la misma cancha corriendo con la poca fuerza que le quedaba en las piernas. Era consciente de que no era una buena opción llegar exhausto a una pelea, pero confiaba en sus habilidades y en que el otro tipo sería mucho más pequeño e inexperto.
En medio de sus fantasías sobre los golpes que le daría a aquel idiota, se encontró totalmente solo al llegar al sitio, a excepción de un pelirrojo que sonreía para sí mismo, sentado en el suelo con su mochila tirada a su lado. Se sintió estafado imaginando que lo habían hecho ir hasta allá para nada, que tal vez en primer lugar ese tipo nunca tuvo la intención de verlo realmente.
Taiga, por su lado, aún en su trance y sonriéndole al aire, no notó cuando Daiki se le acercó, y pegó un pequeño brinco en su sitio al verlo, recobrando la consciencia. Lo había visto muchas veces antes jugando al basket, en esa misma cancha.Ambos, en silencio, compartieron el suelo como asiento, al resguardo del calor del verano. Taiga lo miró de reojo, preguntándose por qué se había sentado tan malditamente cerca suyo, cuando había sitio de sobra para hacerlo. Daiki, en su mente, continuaba insultando al tipo que lo engañó, a sus ancestros y a toda su futura descendencia, sin percatarse de lo cerca que se había sentado del otro. Todo ello la convertía en una situación increíblemente incómoda.
—Oye, una cosa —comenzó Taiga, harto del silencio que se había formado—, quedé con alguien aquí, ¿no has visto a nadie cerca?
—Yo también quedé con alguien —mencionó, sin dejar de verse molesto y, sumado a eso, muerto de calor—. ¿Cómo es? Tal vez lo he visto.
—No lo sé.
Ambos guardaron silencio nuevamente.
—¿Cómo es la persona con la que ibas a reunirte tú? —Taiga volvió a hablar.
—No lo sé.
Y silencio una vez más. La conversación no tenía sentido y era absurda. Iban a verse con alguien de quien ni siquiera conocían el rostro y ninguno de los dos parecía alarmarse por eso.
Taiga suspiró y alzó una mano sobre su cabeza para cubrirse del sol, que ya comenzaba a traspasar la copa del árbol. Ojeó al moreno otra vez. Notó que lucía atlético, entonces se preguntó qué tanto practicaba basket al día. Una idea extraña, pero que podría ser sumamente efectiva se le pasó por la mente al instante.—Oye... tu cuerpo luce fuerte.
Daiki alzó una ceja, apartó la mirada rascándose la nuca y, con una mezcla de incomodidad y fastidio en la voz, respondió:
—No me van los chicos...
—¡No me refiero a eso! —Un rubor travieso se pintó en el rostro del pelirrojo, provocando inmensas ganas de ocultarse bajo la tierra y no salir jamás—. Quiero decir, pareces bueno en las luchas, tal vez podrías ayudarme con el tipo con el que iba a verme la próxima vez.
—¡Ah! —Daiki rió para sí mismo, avergonzado a su vez por la estupidez que se le había pasado por la mente—. Y tú podrías ayudarme a mí.
—Incluso podríamos hacer un dos contra dos.
Ambos se sonrieron el uno al otro, satisfechos y convencidos de su futura victoria contra esos dos individuos cobardes que no se atrevieron a aparecer aquel día.
×
«sabia q no tendrias las agayas para pelear conmigo»
Taiga apretó los dientes y contuvo su propio puño para no lanzar un golpe hacia la puerta del cubículo. Había planeado llegar temprano al baño para escribir todo un discurso burlándose de la cobardía del otro, pero cuando, entre risas y balbuceos de regocijo, se precipitó hacia el último puesto, se encontró con aquella frase mal y torpemente escrita. Se le habían adelantado.
Las quejas del pelirrojo retumbaron en toda la habitación, llamando la atención de sus amigos, que lo esperaban afuera. Ambos se le acercaron ya teniendo cierta idea del motivo de su rabia, para luego ojear, con curiosidad, la puerta del cubículo.—Tu amigo no es muy listo —mencionó Midorima tras reparar en la falta ortográfica del último mensaje, plasmado en una zona de difícil acceso de la puerta. Se lo imaginó agachado, a cuatro patas y en una posición algo incómoda, escribiendo con un pequeño tembleque en el brazo debido a la mala disposición del sitio, y concluyó que al final la inmadurez no provenía únicamente de Taiga.
—No es mi amigo —masculló, mirándolo con reproche.
—Yo creo que podrían llevarse bastante bien —agregó Kuroko, señalando un insulto mal escrito de la lista que Taiga había hecho en una ocasión anterior.
El pelirrojo ignoró su falta y se inclinó hacia el mensaje dirigido a él, dispuesto a responder. Su indignación recaía sobre todo en la acusación de no haberse presentado a su “cita”, cuando era él quien había sido plantado realmente.
—¿No fuiste?
—Sí fui —aseguró. Acto seguido, sostuvo el bolígrafo lo mejor que le fue posible en aquella posición tan incómoda y dedicó un par de líneas a su destinatario.
Entretanto, de pie a un lado de la puerta, los otros dos jóvenes intercambiaban miradas de duda y resignación. Ninguno podría convencer a Taiga de la inutilidad de toda esa discusión, por lo que sólo restaba esperar y ver qué ocurriría.
Al cabo de un rato, los tres salieron del baño; Midorima y Kuroko pasaron de largo junto a otros estudiantes que se disponían a entrar, mientras que Taiga, recordando el suceso del día anterior, se detuvo frente a Daiki, quien justamente entraba a la habitación y también parecía recordarlo. Kuroko se detuvo y volteó a verlos. Le resultaba graciosa la situación, el hecho de que Daiki, así como Taiga, llevara un bolígrafo en la mano a un lugar tan incompatible como lo era el baño, y el hecho de que ambos pudieran charlar de forma tan casual como amigos de toda la vida. Solamente el timbre del inicio de clases fue capaz de terminar con tan interesante conversación que mantenían, allí en medio del estrecho pasillo, que dificultaba el paso a los demás.
—¿Quién era? —interrogó Kuroko una vez emprendido el camino hacia el aula.
—Lo conocí ayer, cuando iba a verme con aquel idiota —dijo, sosteniendo aún la sonrisa victoriosa con la que terminó la charla anterior—. Va a ayudarme a pelear con él la próxima vez.
Kuroko ladeó la cabeza. Se preguntaba si realmente no se había dado cuenta o, por el contrario, estaba planeando algo. Sin embargo, su forma de hablar dejaba en claro que no existía ningún rastro de sospecha en su cerebro, por lo que simplemente decidió callar y dejar el tema. Ya se daría cuenta solo más adelante.
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through the wall; aokaga
Fanfiction(finalizado) advertencia: contenido yaoi (chico × chico) [aomine daiki × kagami taiga] • siete capítulos previstos, cortos. • el anime y los personajes le pertenecen a tadatoshi fujimaki.