4. Bromas de mal gusto

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—¿De qué demonios hablas, Velkan?

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—¿De qué demonios hablas, Velkan?

La severidad de su tono de voz no congenió con su rostro confundido, y esa sonrisa sin gracia dejaba a la vista que él al igual que yo esperaba que las palabras del extraño fueran una broma. Pero Velkan no se inmutó, ni respondió y tampoco parecía tener ánimos de hacerlo.

—Portman, ¿de qué diablos está hablando? —empezó a insistir como el héroe sin capa que sentí que era cuando su silueta hizo sombra en la puerta de mi departamento.

—Es una broma— lo corté en seguida, mintiendo.

Su rostro se desencajó en una mueca, y ya no pude mirarlo más a lo ojos. Ya había visto suficiente. Velkan estaba parado entre los dos, sin demostrar ni un atisbo de interés por lo que sus palabras pudieran ocasionar, sin mostrar preocupación, o al menos alguna emoción, y yo conocía muy bien ese tipo de comportamiento, así que tenía claras dos cosas.

Primero, Velkan no tenía interés en agradarle a nadie, así que básicamente no tenía nada que perder. Y segundo, él sabía quien era yo. Ambas fueron razones muy poderosas para que me hicieran mentir en contra de mi propio bienestar, pero el camino que tenía planeado tomar había sido cerrado mucho antes de si quiera haberlo empezado.

—No entiendo como eso puede ser una broma, tú ni siquiera pareces esa clase de chica.

—Te sorprenderías, Price.

Las primeras palabras de Velkan fueron igual de filosas que la mirada que le dediqué en seguida, su mueca de suficiencia me crispaba la piel. Ninguno tenía derecho a arrojarme a esta incómoda situación, y yo nunca podría pedirle a alguien como London que diera la cara por mi. Una vez más debía cuidar de mi misma y alejar a terceros que pudieran salir lastimados

Porque siempre es así, y no volveré a cargar con esa culpa.

—Quiero que se vayan —me alenté —en unas horas es la reunión de estudio y aún tengo que preparar las cosas.

—A las cinco y media, Jason fue muy específico, no lo he olvidado Leici, y espero que tú tampoco.

Su doble sentido me enfermó pero tan pronto como terminó de hablar salió del departamento y aunque pareciera imposible sentí que volvía a respirar. Aún así, la mirada de Landon seguía sobre mi y esta vez no me molesté en soltar comentarios ofensivos. No tenía ánimos de pelear, solo quería recostarme hasta que el reloj diera la hora de salir, pero él no pudo contenerse.

—¿Te está acosando? —escupió sin problemas.

Lo miré y me sentí en agonía. Su mirada era una mezcla extraña de cosas que nunca había visto.

—No, London... —me giré, abrazándome a mi misma admitiendo que todo esto me consternaba —él es un viejo amigo, tenemos...

Una respiración no parecía suficiente para calmarme, y deseé que mentir fuera más fácil.

Velkan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora