5. Personalidad distinta

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A la mañana siguiente fue la misma rutina

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A la mañana siguiente fue la misma rutina. Tenía varias llamadas de mi mamá que no pensaba devolver y unos cuantos mensajes de Helena y Astrid, que no paraban de enviarme fotos de lo que según ellas me estaba perdiendo. No puedo decir que envidié alguna, dejaría atrás cualquier cosa para sacarlo a él de mi vida. Las eliminé cuando noté que en todas, su despreciable rostro se mostraba con una cínica sonrisa. Sine embargo, antes de eliminar la última lo observé más detalladamente. 

Estaba viejo, desgastado y... lucía enfermo, como casi nunca lo había estado. Porque esa siempre fue una de las cosas que envidiaba de él. Su fuerza y poca probabilidad de contraer enfermedades, en uno que otro chequeo, los doctores mencionaban cosas parecidas. Esta vez no podía decir que fuera así. Tenía ojeras alrededor de sus ojos hundidos. Las entradas de una calva empezaban a formarse y aunque hice zoom, no divisé si lo que tenía en el cuello era algún tipo de sonda o algo. Aunque tampoco era que me importara mucho. Si él moría entonces ya no tendría que seguir con mi plan.

Por vigésima vez miré la hora en el reloj en mi muñeca, moviendo mi pie con impaciencia mientras maldecía al minutero que parecía no querer avanzar. El tiempo cuando se espera con ansias parece ralentizarse vilmente y lo detestaba. 

El sonido de las teclas era fuerte y claro, aún cuando las dos personas frente a mi me alejaban lo suficiente de la secretaria, que escribía con desdén y mascaba chicle llamativamente. Apenas y parecía estar prestando atención a lo que la mujer le decía, y algo fastidiada terminó por gruñirle un descortés "ese no es mi problema, solucione en recepción" para luego despacharla. La chica frente a mi no corrió con una mejor suerte, y cuando llegó mi turno traté de ser lo más clara que pude.

—Quiero ver a la doctora Snow.

—¿Tiene cita? —preguntó borde sin mirarme. Una burbuja de fresa salió de su boca y ella la reventó. Asqueada hice una mueca, y la mujer que finalmente se había dignado a mirarme, lo ignoró.

Asentí y le di el papel con los datos que me habían dado en recepción. Ella anotó algo en la computadora.

—En cinco minutos pasas. Siguiente.

Me guarde él gracias que iba a salir de mis labios y me alejé, volviendo a sentarme en la pequeña sala de espera que apenas y se encontraba llena. La mujer de antes claramente estaba embarazada, o eso decía su abultado vientre. Y la otra chica estaba sentada junto a un chico, acaramelada a su lado. Me removí en mi asiento y volví a observar mi reloj, igual o más decepcionada que antes.

No me gustan las áreas médicas, siempre trato de evitarlas aunque a veces me sea imposible. Hoy es un día de esos. La doctora Snow por otro lado desde que vine aquí ha hecho un poco más llevadero este tedioso chequeo mensual, aunque mi vista ahora tenga otra intención.

Una voz masculina resonó a través de la ventanilla de una de las puertas, llamándome. Me levanté y ajusté la chaqueta más a mi cuerpo. La puerta color crema se abrió y el frío del aire acondicionado golpeó mi rostro. Me detuve en seco cuando vi de quien era la voz.

Velkan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora