Los años hicieron que Leici Portman descubriera la verdad de lo que había sido su vida. Ahogada en preguntas y miedos decide tomar una decisión vital, y procura mantenerse alejada de todo y todos los que alguna vez le hicieron daño.
London Price ti...
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—Levanten las manos las personas de primer semestre inscritas aquí.
Jason hablaba sin mirarnos, leyendo una larga lista de nombre que registraba a los veinte estudiantes en el curso de invierno. Apenas y veía rostros conocidos, pero me arrepentía de no haber venido el primer día, después de todo no estaba yendo mal. Poco a poco los fue nombrando, haciendo que uno a uno bajara la mano. Mi turno fue el último, y la presión en el aire pareció aumentar para mi cuando sus ojos me escudriñaron con cierta malicia. Un silencio ensordecedor se instaló en el salón, y los ojos de algunos empezaron a observarme llenos de curiosidad ante la extraña fijación de Jason en mi.
—Nos alegra tenerla aquí, Portman. Puede bajar la mano —habló finalmente, y los rostros curiosos volvieron a lo suyo.
Aún cuando muchos no conocían a Jason, los rumores habían hecho bien el trabajo de darles limites.
Yo más que nadie sabía lo intimidante que podía llegar a ser, y los problemas que podía causar si su interés te detectaba. En mi caso mis problemas ya habían empezado, y eran los culpables de que no tuviera ni idea de lo que había pasado ayer durante la clase, porque tampoco me había atrevido a salir de la habitación temiendo cruzarme con aquel chico de intercambio, Velkan.
Las personas de intercambio aquí no son muy comunes, pero siempre que las hay suele formarse un gran alboroto. Usualmente esos estudiantes son pequeños prodigios, o vienen de familias con gran influencia en él área de la psiquiatría. Nunca por dinero, aunque suelen tenerlo de sobra. Esta vez yo no sabía nada, ni quien era, ni de dónde venía, solo había algo claro: Tenía la primera tarea que cumplir.
No puedo negar que me asusta, nunca he tenido que seducir a alguien, ni siquiera estoy segura de poder hacerlo, mucho menos sin saber el objetivo de eso, y la sensación de ser una pieza de ajedrez movida al antojo del jugador vuele a embestirme, y luego de haber probado la libertad, la sensación se siente mucho más amarga.
—Portman.
La voz vino de la nada, asustándome.
Mis ojos abiertos de par en par observaron a Jason, que de la misma forma me observaba. Había dejado que mis pensamientos me consumieran y no escuché nada de lo que estaba diciendo.
—Es una falta de respeto tú desinterés, Leici —dijo con voz alta y firme. Todo el salón escuchaba atentamente y yo solo podía desear que se abriera la tierra y me tragara. Él sabía perfectamente mi problema con ser el centro de atención y cada vez parecía arrojarme más al borde de ese tipo de situaciones.
—Lo siento, es que yo...
—Leici, estoy convencido de que a nadie de aquí le interesa tu vida personal, así que presta atención y deja de hacernos perder el tiempo, ¿quedó claro?
Contuve la respiración sin atreverme a mirarlo, segundos después asentí, a sabiendas de que eso lo complacería. Volvió a hablar y esta vez escuché atenta. La explicación de por qué Psylville era autónomo, la trayectoria e importancia de eso siempre me había parecido una historia interesante, pero no tenía cabeza para eso en este momento.