Los años hicieron que Leici Portman descubriera la verdad de lo que había sido su vida. Ahogada en preguntas y miedos decide tomar una decisión vital, y procura mantenerse alejada de todo y todos los que alguna vez le hicieron daño.
London Price ti...
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No me gustaba la falsa condolencia. Alguna vez escuché decir que las personas que sobreactúan bondad nunca eran realmente buenas, y había entendido el significado de eso con Peyton. Ella no me agradaba, y estaba harta de tenerla siempre mirándome, con esos ojos escrutadores que no hacían más que dejarme en la molesta posición de víctima.
Desde que habíamos llegado y el amigo de London me nombró como la asesina de Psylville supe que algo andaba mal. Me limité a no hacer comentarios, solo observé, analicé y concluí. Siempre había sido buena en eso, pero ahora, hacerlo no me hacía sentir especial, sino más bien me daba la sensación de que era un bicho raro.
Aun así, yo seguía sin comprender del todo la situación que se estaba dando. Traté de enumerarlo en mi cabeza en varias oportunidades. En primer lugar, solo sabía que London me había rescatado, si así podía llamársele a lo que él hizo, o bien, me había mentido y formado todo un alboroto de un incidente que, si bien era grave, no tenía nada que ver conmigo. No podía saberlo, tampoco me atribuía el don de leer las expresiones encriptadas del pelinegro. Y mi enumerado acaba siempre ahí, sin un avance significativo.
Por otro lado los días pasaban sin descanso, sin dejar un solo momento para analizar la bizarra situación en la que me encontraba.
─Ya es tarde ─el murmuro del que se había presentado como Kyle se escuchó, preocupado.
Sus ojos se perdían a través de la ventana del pequeño salón, observando con detalle. Le seguí la mirada, y se me revolvió el estómago cuando noté las copas de los árboles batiéndose con ahínco, haciendo lucir el cielo oscuro tenebroso, a la vez que resbalaba por el cristal una brisa estridente. La lluvia había tardado en proclamarse, pero lo había hecho.
─ ¿Van a dormir aquí? Tengo una habitación disponible, pero solo hay una cama así que tendrán que ingeniárselas ─propuso Stone, atrayendo la mirada de todos. Yo miré a London, que había permanecido en silencio más de lo que era normal, incluso para él.
Finalmente negó, dedicándome una efímera mirada cargada de lo que había percibido como preocupación, pero no podía estar segura. Su ceño estaba fruncido, como en casi todo el viaje desde la estancia con Luz.
Se levantó del sillón en el que estaba, luciendo imponente y misterioso, algo que me había dado cuenta era típico de él, característico me atrevía a decir. La habitación era alumbrada tan solo por una vieja bombilla que no parecía tener los cables en muy buen estado. De hecho, la casa entera parecía algo precaria, con la pintura vieja descamándose en algunas zonas de las paredes, tablas rotas en el pasillo y un grifo dañado de la cocina. La lista probablemente podría seguir.
─Iremos a un motel, y nos iremos mañana por la mañana ─sentenció. Me levanté de un brinco, siguiéndolo cuando empezó a caminar y una parte de mi maldijo por eso.
Quizás esa era la razón por la que Peyton me miraba con esa expresión de lástima constante, como si yo no fuera capaz de arreglármelas sola y eso me molestó aún más. ¿Qué se suponía que estaba haciendo? ¿Por qué no le daba rienda suelta a la bruma de emociones y preguntas que me golpeaban el hecho desde que salí de ese edificio que podía haber sido mi lecho de muerte? ¿Por qué me contenía? Y, peor aún, ¿por qué tenía tanto miedo de la reacción de London a todo esto? Es como si mi carácter hubiera sido borrado de mi ser, como si ya no pudiera opinar o...
─London ─llamé, en un impulso que no tenía ni pies ni cabeza, y que no sabía de donde había salido. Él se giró, expectante, y todos los que seguían en el salón nos miraron.
Pero fue la voz de otra persona la que intervino en el llamo que yo había hecho.
Peyton se acercó hacia London y lo tomó del brazo, arrastrándolo fuera sin ningún motivo aparente. Cada vez sentía que la voz de mi conciencia, aquella que me había hecho llegar hasta donde estaba empezaba a despertar. Era claro, no era yo la que se dejaba llevar, sino una versión extraña de mí, que no discernía lo que estaba pasando.
Me despedí de Stone y Kyle con un asentimiento y una media sonrisa, y para cuando llegué al patio, en donde estaban London y Peyton, vi el final de lo que había sido un beso dramático. La lluvia se había intensificado y empezaba a cubrirlos. Detallé la imagen del pelinegro sujetando la espada de la rubia. Parecía un acercamiento personal, íntimo.
El recuerdo de mi despertar vino a mí de golpe, y lo aparté de mi cabeza como si fuera la peste. Atravesé el porche consciente de la lluvia, que finalmente hizo contacto con mi piel y juro que sentí que desde que había entrado en esa pesadilla, era lo más real y normal que había vivido. La luvia, el agua mojándome, pegando unos cuantos cabellos a mi rostro, haciéndome desvanecer, o no. Poque al final todo atisbo de diversión, relax o disfrute se esfumaba ante la monstruosa situación.
Hice caso omiso a todo y subí al auto en silencio, ignorando a la rubia que había optado por hacer lo mismo conmigo, pero que no dudó en mirarme con desdén. Esta vez la lástima ya no estaba, ¿eh? Era en su lugar la sensación de triunfo luego de darte cuenta de que no tenías razones reales para estar celosa. Porque ella a kilómetros dejaba claro lo loca que estaba por London, y al parecer, era mutuo, aunque la noche anterior me haya tomado estando totalmente drogada y...
¡Basta!
Me vi reganándome a mí misma, y me obedecí, por fin, después de tanto.
─Nos vemos mañana antes de que te vayas ─dijo Peyton antes de que el carro de London se empezara a alejar.
El silencio que se instaló no era incómodo, o quizás no lo noté así porque mi mente se mantuvo activa, ideando una forma efectiva y prudente para encararlo, para entender el principio y cada detalle del desarrollo de esta escabrosa situación.
London aparcó en el primer hotel de carretera y pidió una habitación con dos camas. Ninguno de los dos dijo algo, y aunque lo agradecí al principio, luego de ducharme y de que él lo hiciera me sentí ansiosa. La idea de que esto fuera un tipo de macabro plan para arrastrarme a una abrumadora realidad creada me perturbaba, pero me convencí de que no había razón para que eso pasara.
Tomé aire cuando la incertidumbre fue suficiente.
─London ─hablé, obteniendo su atención desde su cama. Él yacía acostado, sin camisa, con un pantalón de chándal que le había entregado Kyle, en donde también había puesto ropa para mí.
Con un gesto me alentó a preguntar.
Debía ser concisa, y aunque me había preparado para cuando tuviera el valor de volver a hablar, a mi mente llego una pregunta que me había esforzado por enviar hasta el fondo de mi cabeza. Claramente, mis pensamientos tienen vida propia, y mi boca tambien, así que más pronto que tarde, las palabras salieron de mi boca.