6. Sobreviviente

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—¡Te he buscado toda la mañana! Algo raro está ocurriendo con Dixon, él

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—¡Te he buscado toda la mañana! Algo raro está ocurriendo con Dixon, él... ¡Está siendo amable! —Giana hablaba sin parar mientras se unía caminando a mi lado. Apenas y lograba recomponerme de lo de anoche cuando ella ya estaba hablándome de otro bipolar, aun así, sonreí amablemente y traté de prestarle atención.

No había pasado ni un día desde que ella y yo habíamos entablado una conversación más profunda, pero bastó para notar la diferencia de comportamiento que ella tenía conmigo que con la mayoría de las personas. Es como si soltara cualquier cosa qué pasa por su mente cuando solo estamos las dos, mientras que el resto del tiempo se muestra más callada.

Helena y Astrid estarían echando humos si la vieran tan pegada a mí. Ellas son mis amigas desde siempre y suelen ser un poco celosas, aun así, como ya lo he dicho ambas se complementan. Yo soy para ellas como un equilibrio, o tal vez solo tuve suerte de tenerlas y de que no se aburrieran de mí. Después de todo, cuando me permito recordar mi niñez, siempre las veo a ellas tristes porque yo nunca podía salir a jugar o a dormir a sus casas como una niña normal. No, yo debía obedecer y no decepcionar a mi padre o a mi mamá. Había algo más grande para mí, y ahora solo soy un saco de boxeo roto que recibió todo el odio de un imbécil que debió elegir no ser padre.

—¿Me estás escuchando, Lei? —giré y en el rostro de Giana se veía la preocupación. Negué intentando volver en mí, pero no recordé nada de lo que ella iba diciendo porque no le estaba prestando atención.

—Lo siento —murmuré —¿qué decías?

—De Patricia, ¿sabes que tiene un piso para ella sola en el edificio más grande y costoso de Psylville? Es increíble, y no quiero ir sola, pero tampoco quiero no ir.

La puerta del salón estaba abierta. Ambas entramos y seguimos hasta sentarnos en las bancas del medio. Yo en mi puesto normal y ella en el que era de Velkan.

—Si estás tratando de decirme que vaya contigo pierdes tu tiempo —dije riendo y sacando los libros. —Además, ¿esa tal Patricia no es la diva de cuarto?

Sus ojos brillaron y asintió efusiva.

—¡Sí! Por favor, vamos —pidió juntando sus manos entre sí, haciendo un puchero. Su cabello rojizo caía como cascada por su espalda y la luz tenue del sol que entraba por la ventana alumbró sus pecas, haciéndola lucir tierna.

—Nos divertiremos —añadió —es una fiesta.

Elevó y bajo sus cejas repetidas veces y yo reí, asombrada de lo rara que podía ser. Iba a responder cuando el salón se quedó en silencio por la presencia de alguien que entraba.

Contuve la respiración cuando vi de quien se trataba. London, con el rostro amoratado y un par de cortes prominentes en su ceja y labio. En silencio caminó hasta su asiento y se dejó caer de golpe. Todos lo miraban, algunos sin discreción alguna, y al pelinegro parecía no importarle en lo más mínimo.

Velkan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora