2. London Price

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Jayden camina unos pasos por delante de mí haciendo sonar sus zapatillas de tacón por todo el desolado pasillo

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Jayden camina unos pasos por delante de mí haciendo sonar sus zapatillas de tacón por todo el desolado pasillo. La lluvia había parado y yo me lamentaba por eso. Hubiera preferido escucharla por horas y no al repiqueteo escandaloso de esos tacones violeta.

Probablemente no somos las únicas personas que quedan en la universidad pero en definitiva es la última persona a la que me hubiera gustado encontrarme, aún así, Jason debe tener razones importantes por las cuales querer hablar conmigo. Cuando accedí a entrar a Psylville una de las condiciones fue que no me agobiara porque no lo soportaría.

─Espera aquí ─dijo cuando se detuvo, mirándome por sobre su hombro con un aire despectivo.

Asentí y ella se alejó, entrando en el despacho de reuniones.

Jason y ella probablemente tienen una relación más allá de lo normal, ese fue uno de los primeros rumores que escuché cuando llegué a Psylville, y Helena, que llegó al mismo tiempo que Astrid y yo lo confirmó cuando su prima Leonor que acaba de graduarse de medicina forense le mostró fotografías de Jason y Jayden follando en el despacho de reuniones.

Nunca nadie se enteró, ni siquiera Jason me dijo algo al respecto, así que fue obvio que no quería que lo supiera, pero eso deja las cosas más clara y fáciles para mi. Helena y Astrid también estuvieron de acuerdo con que lo que sea que esos dos tienen siguiera siendo secreto, después de todo éramos nuevas, no nos convenía hacernos notar de una forma tan escandalosa, mucho menos ganarnos un problema mayor.

Esperé sentada en los asientos del pasillo, sin tener idea de lo que las apenas perceptibles voces ahí adentro decían. Era claro que estaban discutiendo, aunque no tenía idea de sobre qué.

No tardó mucho en abrirse la puerta de par en par, liberando a una Jayden furiosa que caminaba como si llevara al diablo encima. El rostro de Jason se mantuvo sin emociones, mientras apoyaba la mitad de su cuerpo sobre el marco de la puerta.

—¿Entras? —preguntó, como si la escena reciente no hubiera sido lo suficientemente extraña. Aún así, no era de mi incumbencia e hice lo que pidió.

Había estado antes en el salón de reuniones, pero siempre había algo diferente. Esta vez era la cabeza disecada de un ciervo, colgada en el centro de la oficina. Era una imagen perturbadora, ese par de ojos vacíos. Un cuerpo frío, sin vida.

—Pensé que aquí estaba prohibida la caza.

Me senté en la silla negra de cuero, la única que ha permanecido aquí desde que ingresé por primera vez hace seis meses.

—Lo está, pero el director Maslow es un escéptico de las leyes. La ley es la ley siempre y cuando no se meta con él.

Eso pareció causarle gracia, o tal vez el gesto que hizo cuando metió un puro cubano en su boca me hizo creer que lo hacía.

Velkan ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora