capítulo 9

351 66 5
                                    

MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 9.

Me quedé platicando unos minutos más con el psicólogo quien aclaró todas mis dudas, me dejó muy claro que tenía que aclarar las cosas de una vez con Bárbara. Era lo mejor para ambos y para ella, también me recordó que si ella no reconocía que necesitaba ayuda no podíamos hacer más.

Salí del consultorio y lo primero que hice fue buscarla con la mirada, pero no estaba. Le pregunté a la recepcionista y me dijo que había pedido un taxi. Le hablé a Ricardo porque sabía que Bárbara no hablaría con la verdad, aunque sabía que el doctor sí lo haría ya que eran algo cercanos. Le conté todo lo que pasó y le dije que yo no seguiría con esa farsa, él entendió y me agradeció por todo. Se disculpó por las molestias y me dijo que estaba eternamente agradecido conmigo. Se escuchaba triste por la situación de Bárbara, si ella no se dejaba ayudar no se podía hacer nada.

Regresé a mi apartamento, en el camino hablé con mis amigos y les comenté la situación. Estaban felices porque podría continuar con mi vida, les dije que apenas tuviera todo solucionado nos podíamos ir de viaje.

Me dolía la situación con Bárbara, pero no podíamos hacer nada si ella no quería, yo no podía estar a su lado solo para complacerla. Le hablé a mi madre y le dije que iría a comer, se puso feliz. Le envié un mensaje de WhatsApp a Bárbara.

¡Bárbara! ¡Tenemos que hablar! Me avisas.

Lo envié, le llegó el doble chulo, pero no respondió. No podía evitarme toda la vida. Me quedé unos minutos en mi apartamento y luego me fui a casa de mis padres.

Luego de unos minutos, crucé la gran puerta, caminé por el jardín y llegué hasta la puerta principal. Mi madre estaba en la sala, me recibió con una sonrisa y un beso en la frente.

-Que bueno tenerte aquí en casa.

-Sabes que lo hago con todo gusto, además ya pronto saldré de viaje.

Me senté en uno de los muebles junto a mi madre.

-Hijo, ¿Cuánto tiempo estarás fuera?

-No sé, creo que un mes, depende de lo que tengamos que hacer.

Mi madre se quedó mirándome fijamente.

-Sabes hijo, hoy te ves diferente.

Sonreí con curiosidad.

-¿Diferente? Madre, tengo la misma ropa que suelo ponerme.

-Hijo, no hablo de eso. Hoy veo en tus ojos una alegría, como si te hubieras quitado un gran peso de encima.

Solté una risita. Si supiera que era verdad, sentía que me había quitado un gran peso de encima. Me levanté y la tomé de las manos llevándola conmigo al comedor.

-Solo amanecí de buen genio.

-Digamos que te creo.

Pasamos a la mesa, todo estuvo delicioso. Me quedé hablando con mi madre algunos minutos más, revisé el celular y Bárbara no me había respondido. Me quedé ahí en la casa, ya en la mañana saldría al trabajo desde ahí.

Al día siguiente, me levanté muy temprano, mucho más de lo habitual, hice mi rutina de ejercicios, luego pasé a mi apartamento a ducharme y cambiarme de ropa. Elegí un pantalón negro, camiseta blanca, tenis del mismo color, chaqueta negra, peine mi cabello, un poco de loción y listo.

...

El día estuvo normal, salí con mis compañeros a comer y en la tarde regresé a mi apartamento. Cuando estaba por entrar me encontré con una vecina, Soraya, ella estaba estudiando enfermería. Hace tiempo que vivía en el mismo edificio, de vez en cuando coincidiamos. Estaba un poco abrumada con un montón de paquetes, me ofrecí a ayudarle con las bolsas, ella me agradeció. Caminamos con pequeñas zancadas y se nos escaparon una que otra risa por las cosas que decíamos. De repente de la nada apareció Bárbara como una fiera.

MARIANA DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora