capítulo 34

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MARIANA DE LA NOCHE.

Capítulo 34.

Me sentía libre, como cuando te quitas un gran peso de encima. Me quedé bajo el agua unos segundos, luego volví a la superficie, limpié el agua de mi rostro. La busqué con la mirada y ella seguía nadando, parecía que  disfrutaba mucho. Dejé de sentir mis dedos por el frío, regresé a la playa, me quité la camiseta que escurría agua, me senté en la arena y me quedé mirándola como desaparecía cada que se sumergía. Se veía hermosa cada vez que salía con su cabello todo alborotado y las gotas de agua que bajaban por su rostro.

Me acosté, apoye mi cabeza en mis brazos y levanté la mirada al cielo. Me perdí en cada pequeña luz que titilaba, pensé en mi hermana, pero esa vez de la manera en la que lo prometí. Ella era un angelito que tenía allá arriba y estaba seguro que algún día volveríamos a vernos.

—¿Estás más tranquilo?

Salí de mi trance, giré la cabeza y estaba sentada a mi lado escurriendo agua. Asentí.

—Que bueno —sonrió.

Hizo lo mismo que yo, se tendió en la arena y levantó la mirada al cielo.

—¿No tienes frío? —pregunté sin alejar la vista de su rostro.

Me miró y me regaló una pequeña sonrisa.

—Un poco, pero eso se soluciona.

Se sentó, yo la seguí con la mirada hasta que se sacó el vestido. Cerré los ojos, imaginé que lo estaba escurriendo, sentí cuando volvió a acostarse.

—¡Matías!

Solo hice un pequeño ruido con mi garganta.

»¿Puedo preguntarte algo? —inquirió.

—Sí —Murmuré, aún con los ojos cerrados.

—¿Qué pasó con él? —Cuestionó.

Abrí los ojos, giré mi cabeza y me encontré con sus ojos. Ya tenía el vestido puesto otra vez y su cabello empezaba a secarse, se veía hermoso en su estilo natural. Sabía perfectamente a quién se refería, respiré profundo tres veces.

—La policía empezó a buscarlo, pero él muy cobarde antes de que lo capturaran acabó con su vida. Me quedé con ganas de sacarme esta rabia.

—Ojalá se pudra en el infierno —soltó Mariana—, ojalá pague por todo lo que le hizo.

—Eso espero —Murmuré.

Se levantó y extendió su mano.

—¿Caminamos?

Sonreí, tomé su mano y me levanté. Empezamos a caminar en silencio, un silencio tan perfecto, acompañado por el sonido del mar.  Cuando estábamos llegando al muelle se detuvo, la noté tensa, miré a todos lados, pero no había nadie.

—¿Estás bien? —pregunté preocupado.

Podía ver miedo, pánico, terror en sus ojos.

—Sí.

Sus manos estaban temblorosas y no creía que fuera por el frío.

—Lo mejor será regresar —comenté.

Giré sobre mi propio eje cuando escuché.

—En este lugar abrí los ojos de la peor manera.

Elevé una ceja y la miré, no entendía nada.

—Esa noche su familia nos invitó a una fiesta en la playa, yo estaba disfrutando del lugar, la compañía, pero él no fue capaz de entender la diferencia.

MARIANA DE LA NOCHEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora