Estaba dispuesto a rogarle.
Uchiha Sasuke se estremeció. Se rodeo a sí mismo con los brazos y miró a través del cristal trasero del Lincoln negro mientras recorría las calles oscuras de Chicago. La gente paseaba por el barrio, con las manos en los bolsillos y las cabezas agachadas para proteger el rostro del viento frío. Los hombres hablaban por sus teléfonos móviles; las mujeres y donceles luchaban con las bolsas de la compra. A simple vista parecía una noche normal.
Pero no lo era. No podía serlo.
Porque el mundo de Sasuke había dejado de girar. Los hombres que habían llamado a su puerta aquella mañana le habían dado un mensaje, y no se trataba de un mensaje agradable.
Tomó aliento y observó el traje negro y los delicados zapatos que llevaba en los pies. Resultaba importante parecer guapo; no sólo respetable, sino sofisticado y noble, porque el favor que iba a pedir era cualquier cosa menos eso.
Y no se le ocurría nadie más que él a quien poder pedírselo. Sólo pensar en humillarse delante de él de aquella manera hacía que el estómago se le encogiera. Nervioso, tiró del brazalete que adornaba su mano izquierda e intentó concentrarse de nuevo en la ciudad.
El brazalete resultaba suave bajo sus dedos, lo único que Sasuke había conseguido salvar de las pertenencias de su madre Uchiha Mikoto.
Su padre, Uchiha Fugaku, lo había perdido todo.
Apuesta tras apuesta había perdido los coches, las antigüedades, la casa. Sasuke lo había observado con una mezcla de impotencia y de rabia. Había amenazado, gritado, rogado, pero siempre en vano.
No había manera de detenerlo. No había forma de detener el juego.
Y ya no le quedaba nada.
Nada salvo él.
Y Sasuke no podía ignorar a aquellos hombres; la amenaza que representaban. La amenaza que habían dejado clara de forma tan sucinta. No importaba lo mucho que él desaprobara las acciones de su padre, ni las veces que se hubiera prometido a sí mismo no hablar nunca más con él del tema mientras él continuara jugando. Al fin y al cabo era su padre. Su única familia.
Durante una época había sido un hombre de negocios. Respetado e incluso admirado. Ahora le entristecía pensar en lo que se había convertido.
Sasuke no sabía cuánto debía. Prefería no saberlo. Sólo sabía que había llegado a un acuerdo con aquellos tres hombres esa mañana. Tenía un mes para reunir cien mil dólares, y durante ese tiempo dejarían a su padre en paz.
Ni en sus sueños mas salvajes Sasuke se hubiera creído capaz de reunir semejante suma de dinero, y mucho menos en tan poco tiempo. Pero aunque él no podía, Namikaze Naruto sí.
El vello se le erizó al pensar en él. Su jefe era un hombre tranquilo y devastadoramente guapo. Algunos decían que tenía un don; su toque era como el del rey Midas. Aunque sólo hacía un año que Sasuke era su secretario; uno de los tres, pues parecía que uno no era capaz de soportar la tarea de tenerlo como jefe, durante un tiempo lo había conocido lo suficiente como para estar de acuerdo con su fama.
Era un hombre fuera de contexto.
Era atrevido, despiadado y orgulloso. Él solo había encontrado, comprado y arreglado empresas en problemas, y había creado un imperio. Inspiraba respeto y admiración entre sus amigos y miedo entre sus enemigos. A juzgar por el abrumador número de llamadas que recibía de las mujeres y donceles de Chicago. Sasuke sabía que lo adoraban. Y en él mismo aquel hombre inspiraba cosas que prefería no analizar.
Cada mañana cuando él entraba a su despacho, él lo estudiaba con aquella mirada azulada y desafiante, y alteraba cada célula de su cuerpo con la intimidad de sus ojos. Él siempre intentaba actuar de manera profesional, no apartar la mirada cuando él se quedaba mirándolo durante demasiado tiempo. Pero era como si sus ojos pudieran desnudarlo, como si hablaran en silencio, y provocaban en su mente visiones ardientes sobre él. Aun así aquella noche iba a verlo con un único propósito, y se recordó a sí mismo que la visita a su guarida a esas horas de la noche podría no ser bien recibida.
El estómago le dio un vuelco cuando el coche se detuvo frente a uno de los edificios de apartamentos más lujosos de Chicago. Un hombre de uniforme abrió la puerta. Sasuke murmuró un agradecimiento, salio del coche y entró en el edificio con una calma inquietante que ocultaba sus emociones.
-El señor Namikaze está esperándolo.
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Un pacto con el jefe. (NaruSasu)
FanfictionLo había deseado durante mucho tiempo, pero se había privado de su compañía. Ahora, por fin, Namikaze Naruto tenía a su secretario donde quería, lo había convencido para hacerse pasar por su amante mientras negociaba el trato de su vida. Y cuando la...