Capítulo 3

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Le mantuvo la mirada y respondió con sinceridad.
-Confió en ti más que en nadie.
-Y aun así no me dices qué es lo que te pasa.
-Te diría para qué necesito el dinero si creyese que importa, y te lo diría si ésa fuese la única manera de que me lo prestaras.
Con una expresión más propia de un zorro solitario, Naruto se puso en pie, se acercó al doncel y le quito la copa de la mano.
-Ven conmigo.
Sasuke lo siguió por el pasillo abovedado del ático y fue consciente de su formidable presencia.
Naruto abrió la última puerta y Sasuke entró en una habitación oscura, avergonzado por su pulso acelerado.
-¿Es tu despacho? -preguntó.
-Sí.
Naruto pulsó el interruptor y se hizo la luz en la sala. Tres de las cuatro paredes estaban cubiertas de estanterías. Había una alfombra turca en mitad de la habitación. Cinco armarios de madera formaban una fila ordenada detrás de su escritorio. Sin adornos. Sin marcos de fotos. Sin distracciones. Resultaba elegante como el resto de su apartamento, con un ordenador último modelo encima del escritorio. Aquel despacho emitía un mensaje muy claro: «sin tonterías».
-Me gusta -dijo el doncel al entrar. La certeza de que aquél despacho privado y personal hacía que se calentase la sangre. Ansiaba poder organizar las pilas de papeles de su escritorio.
-Sé lo de tu padre, Sasuke.
-¿Lo sabes?
Sasuke se dio la vuelta y, cuando Naruto entró en la habitación, consiguió lo imposible: hizo que la sala encogiese.
-No puedes sobrevivir en el mundo en el que yo vivo si no estás al corriente de todo los que entran en tu círculo. Tengo un dossier sobre todos los que trabajan para mí,y conozco todos los detalles de sus vidas. Sí, sé lo de su problema.
-Ah.
¿Qué más sabría?
Naruto pasó frente a él y Sasuke tuvo que controlar un escalofrío, como si hubiese sido un viento huracanado.
-¿Por qué no has acudido a mí antes?
-Estoy aquí ahora -respondió el doncel.
Naruto se detuvo detrás de su escritorio, echó a un lado el sillón de cuero y se inclinó sobre la superficie. Su camisa se estiró sobre sus hombros.
-¿Cómo es de grave?
-Lo del juego va y viene -respondió Sasuke . Sonrojado por su escrutinio, se dio la vuelta y se entretuvo con los libros de las estanterías. Pero era como si Naruto hubiera abierto una puerta que amenazaba con estallar con secretos-. Está fuera de control. Sigue apostando más de lo que tiene y más de lo que yo podría ganar.
-¿Ésa es la única razón por la que estás aquí?
Sasuke se dio la vuelta. Sorprendido por la pregunta. Sorprendido por la respuesta que sintió en el vientre.
Se le entrecortó la respiración.
Su mirada. Era una mirada abierta. Desgarradora. Dejaba ver cierta actitud salvaje, un ansia primitiva que yacía allí, en las profundidades de sus ojos, como una bestia enjaulada.
-¿Ésa es la única razón por la que estás aquí esta noche, Sasuke?
Como en trance, Sasuke se acercó a su escritorio con piernas temblorosas.
-Sí.
-¿No deseas nada más? ¿Sólo el dinero?
-Nada.
En el fondo de su mente fue vagamente consciente de los simples que sonaban sus necesidades al decirlas en voz alta.  Cuando no lo eran. Eran complicadas. se habían vuelto feroces con su proximidad. Había perdido la razón y el control
-¿Me ayudarás? -preguntó al llegar al escritorio, y por alguna razón la petición sonó tan íntima como si le hubiera pedido un beso.
-Lo haré -contestó él con determinación en la voz.
-No espero algo a cambio de nada -dijo Sasuke
-Te daré el dinero. Pero yo también tengo algunas peticiones.
-Lo que sea.
-Hay algo que deseo. Algo que me pertenece. Algo que debo tener o perderé la cabeza por culpa del deseo.
Sasuke sintió un escalofrío por la espalda.
No estaba hablando de él, por supuesto pero aun así no pudo evitar desear que así fuera.
-Lo... entiendo.
-¿De verdad?
Naruto sonrió y salió de detrás del escritorio. Agarró un globo terráqueo hecho de gemas y lo hizo girar.
-Aquí -sus dedos detuvieron la rotación y señalo un país incrustado con granito -. Lo que deseo está aquí.
Sasuke se acercó para ver el país.
-México -susurró señalando con el dedo.
Naruto deslizó el dedo y se rozaron un instante. Ninguno de los dos se movió. El dedo de Naruto era fuerte y bronceado. El de él era delgado y pálido. Ambos sobre México. Ni siquiera era una caricia, apenas un roce. Y, sin embargo, Sasuke sintió el contacto en todas las células de su cuerpo.
Naruto giró la cabeza; sus rostros estaban tan cerca que sus pupilas parecían enormemente oscuras ante sus ojos.
-Voy detrás de Namikaze Enterprises -susurró como si estuviese confesando su deseo más profundo.
-¿El negocio de tu padre?
-El negocio que mi padre perdió.
Dejó el globo en la mesa y le acarició la mejilla con el dedo.
-¿Y crees que yo pueda ayudar? -preguntó Sasuke casi sin aliento.
-La dueña la ha dirigido muy mal y me ha llamado para pedirme ayuda -apretó la mandíbula-. Normalmente no puedo resistirme a los débiles, lo admito, pero las cosas son diferentes en este caso. No es mi intención ayudarla,¿lo comprendes?
-Sí -no lo comprendía exactamente, pero los rumores en la oficina decían que nadie le mencionaba Namikaze Enterprises a Naruto a no ser que quisieran que les arrancaran la cabeza.
-Se la arrebataré hostilmente si es necesario.
-Entiendo.
-Me vendría bien un acompañante. Necesito alguien con quien poder contar.  Sobre todo necesito a alguien que esté dispuesto a hacerse pasar por mi amante.
-Un amante -repitió Sasuke y, cuando Naruto se acercó, retrocedió un par de pasos hasta darse con las piernas en un butacón.
Imperturbable, Naruto se dirigió a la estantería con paso firme.
-¿Te interesaría hacerlo por mí? -preguntó.
La cabeza se le llenó a Sasuke de ideas perversas.
México y Naruto. Martinis y Naruto. Mariachis y Naruto.
-Sí, por supuesto -contestó. ¿Pero qué quería decir exactamente con hacerse pasar por su amante?-. ¿Y que esperas de mí? ¿Durante cuánto tiempo?
-Una semana como mi acompañante en Monterrey, y quizá algunas horas extra hasta que pueda cerrar el trato. Me aseguré de solventar tu... pequeño problema.
-¿Eso es todo?
-¿No te parece suficiente?
Sasuke sonrió sin más. Y esperó.
Y observó.
Los músculos bajo su camisa se tensaron cuando se estiró para alcanzar la última estantería y sacar un enorme volumen de cuero.
-Tal vez tu compañía en la cena de Rasengan -continuó él-. ¿Te importaría ir conmigo?
Sasuke jugueteó con su brazalete. No podía parar.
-Siempre...podría organizarte una cita.
-Yo no deseo una cita -contestó él, y le entregó el libro-.Toma. Puedes quedarte con esto. Es sobre Monterrey-lo dejó sobre el butacón.
-Siento como si estuviera robándole a un ciego -dijo el doncel.
-Si yo lo permito, entonces no sería un robo.
Sasuke vio su sonrisa y presionó el libro contra su pecho. Pero Naruto había sonreído tres veces esa noche. Tres. ¿O más? Eso ya debía ser un récord.
-Eres muy importante para mi empresa-. Una semana de tu tiempo es muy valiosa para mi empresa -continuó mientras regresaba a su escritorio-. Una semana de tu tiempo es muy valiosa para mí. Eres trabajador, listo, leal. Te has ganado mi confianza, Sasuke, y mi admiración. Ambas son proezas difíciles.
-Gracias por el cumplido -contestó Sasuke, y comenzó a ordenar los papeles del escritorio-. Disfruto mucho trabajando en Rasengan. Y contigo, claro. Y por eso no quiero poner en peligro mi puesto.
Siguió ordenando los papeles, consciente de que él no estaba haciendo nada salvo observarlo. Como hacía a veces en la oficina. Dejaba cualquier cosa que estuviera haciendo y se limitaba a mirarlo con aquellos ojos azules.
-¿Qué diremos en la oficina? -preguntó Sasuke.
-Diremos que te ordene que me acompañaras,por supuesto. Al fin y al cabo eres mi secretario.

Un pacto con el jefe. (NaruSasu) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora