Ver todo con buenos ojos

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De todas maneras el primer hotel estaba todavía en Alemania, en Passau. Se llamaba hotel Liebre Blanca, y no sólo tenía agua caliente y fría..., sino que el cuarto de baño era incluso mayor que el que tenía en casa. Después de aquel largo viaje en coche, Anton lo primero que hizo fue darse un buen baño. Luego fueron ha cenar al restaurante Espíritu Santo. Hacía una noche templada y pudieron sentarse en el jardín, en un cenador cubierto de hiedra. Durante la cena Anton estuvo todo el tiempo mirando el cielo y pensando que aquella era una noche ideal para vampiros. Pero por allí no se veían ni a Rudiger ni a Anna...

-¿Por qué estás tan pensativo, Anton?- preguntó su padre.

- Sólo estoy cansado- contestó.

-Deberiamos irnos a dormir- opinó la madre de Anton- mañana nos espera un viaje agotador.

-Sí, vámonos a dormir- dijo Anton. Y con una pícara sonrisa añadió- ¡Así llegaremos antes a la casa del Conde Drácula!

A la mañana siguiente continuaron el viaje hacia la frontera austriaca. Pararon a comer en Allant, una pequeña localidad de Austria, y a las siete de la tarde llegaron al palacio- hotel de Szirak, Hungría. La madre de Anton se había empeñado en ir a aquel- según decía el folleto- <<artísticamente renovado palacio barroco>>. Por eso se quedó muy decepcionada cuando les explicaron que no iban a dormir en el palacio, sino en el edificio adyacente, en las antiguas cocheras. En el palacio aún quedaban dos habitaciones libres..., pero si querían dormir allí, tenían que pagar otros sesenta marcos por cada habitación.

-No, gracias- dijo la señora Helga- Para nosotros es demasiado por una sola noche.

-Así que se quedaron en las cocheras, en donde los cuatro de baño eran diminutos y, como el propio Anton observó, no estaban demasiado limpios.

-Bueno, es que ahora ya estamos en Europa del Este- dijo su padre riéndose- ¡Y para ser un hotel de Europa del Este me parece que no está nada mal!

-Bueno, es que ahora ya estamos en Europa del Este- dijo su padre riéndose- ¡Y para ser un hotel de Europa del Este me parece que no está nada mal!

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-Al parecer estás decidido a ver todo con buenos ojos- replicó incisiva la señora Helga.

-Sí, es verdad- dijo- ¡Estoy decidido a que nada me estropee el buen espíritu viajero que tengo!

Pero cuando al día siguiente tuvieron que esperar tres horas en la frontera húngaro- rumana, está el padre de Anton perdió el buen humor. Además, hacia tanto calor  que hubieran podido freír huevos encima del capo.

En tres ocasiones se acercaron unos soldados a su coche y les pidieron chicle y chocolate. Los padres del pequeño Anton se miraron indecisos; luego se desprendieron de una parte de sus provisiones para el viaje.

-¡Tenían que ser precisamente los barquillos y las galletas de chocolate!- se quejó Anton- ¡lo que más me gusta!

-Por favor, Anton- dijo su madre- piensa en que estamos en...

-En Europa del Este, ya lo sé- dijo Anton suspirando.

Ya eran más de las diez de la noche cuando llegaron por fin a Cluj- Napoca. El hotel Transilvania, resultó ser una horrible mole de hormigón. Pero Anton se alegró de tener su propio habitación y poder dormir.

𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝑽𝒂𝒎𝒑𝒊𝒓𝒐 𝒚 𝒆𝒍 𝒑𝒂í𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒅𝒆 𝑫𝒓á𝒄𝒖𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora