El amor a los vampiros

27 1 0
                                    

-Treinta y un mil menos...- balbuceó el padre de Anton. Estaba lívido- ¡Creo que nunca me perdonaré esta estupidez!

-Los dos tenemos la culpa- repuso la señora Helga- No hubiéramos debido cambiar dinero en la habitación.

-Y ni siquiera podemos demostrar que los empleados del hotel nos timaron- dijo furioso el señor Robert- pues, en primer lugar, ellos seguro dirían que nos dieron treinta y tres mil o incluso más.

-Si he comprendido bien, la verdad es que no os timaron- objeto Anton.

- Ah, ¿sí? ¿Tú crees?

-¡Sí! ¡Al fin y al cabo ellos si os cambiaron de marco! Lo que os dieran mucho menos no fue sino..., ¿cómo se dice?..., sí, ¡vuestro propio riesgo en el negocio!

-Ya está Anton el sabelotodo, ¿no?- opinó su padre.

-No le falta la razón- observó la señora Helga- Pero no debemos permitir que esta historia nos estropee el primer día de vacaciones. Al fin y al cabo, hoy nos esperan cosas apasionantes: el hotel de Jonathan Harker, el Desfiladero de Borgo...

-¿Cómo conoces tú el hotel de Jonathan Harker y el Desfiladero de Borgo?- preguntó asombrado Anton.

-Oh- dijo ella con una sonrisa- ¡Tu padre y yo hemos tenido anoche mucho tiempo para leer!

-Sí, en ese tiempo mamá a descubierto su amor a los vampiros- contó el señor Robert.

-¿Qué ha qué?...- dijo perplejo Anton.

-He comprado Bram Stoker no era un escritor malo, ni mucho menos- contestó la señora Helga- Esas historias del conde solitario en su castillo en los Cárpatos... ¡Verdaderamente me ha impresionado profundamente!

-Fui a tu habitación por el libro Drácula, mamá lo empezó, y no pudo dejar de leer- informó el señor Robert- Por supuesto, sólo te lo cogí prestado- añadió al ver la cara de indignación que había puesto su hijo.

-Mamá antes se ponía hecha una fiera cuando yo leía Drácula...

-Sí- dijo ella riéndose- ¡Pero estamos en Transilvania!

- ¡El país del conde Drácula!- añadió el padre de Anton.

-No del todo aún- repuso Anton- la auténtica Transilvania no empieza hasta Bistrica.

-Sí, a ver si conseguimos llegar hasta allí... y perder de vista a estos vampiros de aquí- dijo el padre de Anton lanzando una mirada sombría a su alrededor.

Pero los dos empleados de la noche anterior eran lo suficientemente listos para no aparecer por allí, o tal vez ese día libraban.

-¿Vampiros?- preguntó Anton mordiéndose los labios- De hacerlo sino no se hubieran interesado por vuestro dinero...

“9 de agosto..., escribió Anton en su diario. Ya sólo quedan unos pocos kilómetros para llegar a Bistrica...

Sintió que el corazón le latía apresuradamente. Y eso que la región que estaba atravesando no era nada inquietante. Las pequeñas casa, pintadas de colores llamativos, las cercas de manera con aquellos bancos delante, las mujeres con sus pañuelos en la cabeza, los niños, muy morenos, que les saludaban con las manos, los carros tirados por los caballos, las gallinas y los gansos que andaban por la calle como si tal cosa... Todo aquello daba la impresión de una apacible vida aldeana.

Pero las viviendas de nueva construcción que había en las afueras de la ciudad, con muchas de sus ventanas con los cristales rotos, si que tenían un aspecto inquietante. Y llegaron a Bistrica. En la obra de Bram Stoker se decía que era “una antigua e Interesante ciudad”. Antiguas si que parecían las casas, pero Anton no pudo descubrir nada “interesante”. No se veía nadie por aquellas polvorientas calles y solamente había unas pocas tiendas. El hotel Corona de Oro también era diferente a como, Anton se lo había imaginado: se trataba de un aburrido edificio de hormigón que no tenía más de veinte años de antigüedad. Aquel hotel no podía ser del siglo pasado. ¡Y Drácula- de eso no se acordaba muy bien Anton- fue publicado en 1897!

-El hotel sólo se llama así por la novela- le explicó su padre, al que la decepción de Anton no le había pasado inadvertida- Por aquel entonces, cuando Bram Stoker escribió su libro Drácula, no existía ningún hotel Corona de Oro, los rumanos le han puesto ese nombre solamente... ¡por los turistas!

-¿Y cómo sabes tú eso?

El padre de Anton sonrió satisfecho y dijo:

-También yo he tenido mucho tiempo para leer la noche pasada y me he estudiado a fondo las guías. Ahora sé, por ejemplo, que Bram Stoker jamás estuvo en Transilvania y que nunca existió el Desfiladero de Borgo.

-Sí, eso también lo había leído yo- dijo Anton- En realidad se llama puerto de Tihuta. ¡Pero qué más dará que el Conde Drácula recogiera a Jonathan Harker en el paso de Borgo o en el de Tihuta!

-Eso si es que le recogió allí- aventuró su padre.

-¿Qué quieres decir con eso?

-Bueno, en una de las guías decía que el puerto de Tihuta es una región suavemente ondulada y con colinas..., y no el escarpado y tenebroso paisaje montañoso que aparece en la novela.

-Bram Stoker podría haberse equivocado en el nombre de la  cordillera...- intervino la madre de Anton.

-¿Equivocado?- repitió Anton- ¿Y por qué se iba a equivocar?

-Quizá el verdadero conde Drácula no viviera en los alrededores de Bistrica- contestó ella- Ya has oído lo que ha dicho papá: Bram Stoker jamás estuvo en Transilvania. Así que pudo cometer algún que otros fallo. ¡Al fin y al cabo, el libro Drácula es una interesante mezcla de ficción y realidad!

 ¡Al fin y al cabo, el libro Drácula es una interesante mezcla de ficción y realidad!

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Y la realidad ya no se podrá descubrir jamás- completo el señor Robert.

-¿Por qué no?- quiso saber Anton.

-Porque el Conde Drácula murió en el año 1476. ¡O sea, que lleva más de cinco siglos muerto!

Anton contuvo la risa.

-Muerto no diría yo..., porque se convirtió en vampiro. Y los vampiros viven eternamente.

-Pero en los libros- dijo su madre.

-Ah, sí, mi libro Drácula- se acordó Anton- ¡Necesito que me lo devolváis urgentemente!

𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝑽𝒂𝒎𝒑𝒊𝒓𝒐 𝒚 𝒆𝒍 𝒑𝒂í𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒅𝒆 𝑫𝒓á𝒄𝒖𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora