En esta casa vivió Vlad Dracul

18 2 2
                                    

Poco después de la una del mediodía llegaron a Sighisoara.

No se hace justicia a la ciudad de Sighisoara si sólo se visita por hacer honor a Drácula— leyó la señora Helga en su guía.

— ¿Y por qué?— preguntó Anton.

— Se supone que aquí quedan todavía unas ciento cincuenta casas bien conservadas de los siglos XV y XVI — contestó ella.

—¡Pero la casa de Drácula es la más interesante!— declaró Anton.

Parecía que esto no sólo lo opinaba Anton: en el casco antiguo no había ni un alma. Pero ante la casa de Drácula— un edificio pintado de amarillo con una placa conmemorativa y el escudo familiar dorado— se amontonaban muchísimos turistas.

Anton que quería hacer un par de fotos, tuvo que esperara a que la gente se metiera en la casa antes de poder disparar.

—¿Entiendes algo de lo que pone en la placa conmemorativa?— le preguntó a su padre.

—Por supuesto— le respondió— Yo, como latinista...

—Como “antiguo” latinista, se te ha olvidado decir— observó su esposa, un poco picada, pues, como Anton sabía, ella nunca había dado clases en latín.

—Tan, tan viejo no soy, ni mucho menos— contestó el Sr.Robert fingiendo indignación— Bueno, si lo he entendido todo bien, la inscripción dice:

“En está casa vivió, entré 1431 y 1435, el príncipe rumano Vlad Dracul, hijo de Mircea el viejo”

—¿Cómo que sólo vivió?—dijo Anton— ¡Yo pensaba que era su casa natal!

—Hubo dos Vlad Dracul— aclaró su madre.

—¿Dos?

—¡Sí!— dijo ella señalando su guía—Todo esto es un poco complicado.
Vlad Dracul era el padre del famoso conde. El rey Segismundo le había nombrado “draco”, o sea, caballero de la orden del dragón. De ahí en adelante llevó el sobrenombre de “Dracul”, lo cual, por cierto, significa el rumano “diablo”.

—Ah, por eso el dragón— dijo Anton dirigiendo la mirada hacia el escudo de armas familiar, que estaba sobre la puerta.

Su madre asintió, y siguió explicando:

—Y el Conde Drácula de la novela, es el hijo de Vlad Dracul. Se cree que nació en esta casa, precisamente en 1431. Realmente le hubieran debido llamar Vlad Draculea. Draculea en rumano quiere decir “hijo de Drácula”. Pero el se ganó a pulso otro sobrenombre.

—¿Cuál?

—Vlad Tepes. “Tepes” significa “El Empalador”. En la guía pone que empalaba a sus enemigos en postes de madera.

—¡Brrrr!

—Sí, era muy sanguinario, más sanguinario aún que la mayoría de sus enemigos, que no eran muy... melindrosos que digamos. Pero es que eran otros tiempos. Por aquel entonces se tenía poca consideración con la vida humana, y por el más mínimo delito se imponían las más terribles penas.

—¡Pero deberíamos ver de una vez su casa natal!— dijo el padre de Anton riéndose.

— Eso creo yo también— dijo Anton, que ya estaba impacientísimo.

Por eso se quedó aún más decepcionado cuando sólo vio en aquellas dos habitaciones diminutas con el techo combado unas mesas y unas sillas pintadas de negro y un mostrador lleno de vasos.

—¡Pero si es un mesón!...— murmuró.

—Y desgraciadamente... tampoco es mejor que el hotel Drácula —dijo su padre señalando la comida que estaban sirviendo en una de las mesas: asado de vaca con grasientas asadas y habas.

A pesar de todo, como tenían ambre, tomaron asiento y pidieron... asado de vaca, porque no había otra cosa...

—Si yo fuera el dueño sólo pondría en la carta platos a lo Drácula —dijo el Sr Robert— filetes casi crudos con mucho kétchup rojo, remolacha roja, morcilla, naranjas sanguinas...

—No creo que hoy en día se puedan conseguir esas cosas en Rumania— repuso su esposa— He oído que a esta gente le va muy mal económicamente.

—Pues en nuestra guía pone todo lo contrario— replicó el Sr Robert— mira: “La cocina rumana es probablemente una de las mejores y más variadas de Europa del Este. Cada región del país tiene algo que ofrecer”. Y ya hemos recorrido media Rumania y... ¿qué nos dan de comer? Otra vez asado de vaca con verduras de lata. ¡Le traen a uno a este país diciendo cosas que no son ciertas!

—Eso es verdad— dijo Anton mirando sombrío a su alrededor. Realmente hasta ahora había tenido bastante poco del conde Drácula. Y de Rüdiger, mucho menos aún...

Pero luego se acordó de lo que se había propuesto la noche anterior: ¡mirar hacia adelante y ser optimista!

—El asado de vaca de aquí está mejor—  afirmó, por decir algo positivo— No sé..., está más jugoso.

—¿Más jugoso?— dijo su madre, no demasiado convencida.

—A mí me parece esta carne está aún más dura— contestó su padre.

—¡Esperemos que en Brasov la comida sea mejor!

—Y las condiciones sanitarias también— completo la Sra Helga— por qué en el repugnante baño de Bistrica sólo me pude lavar con los gatos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Y las condiciones sanitarias también— completo la Sra Helga— por qué en el repugnante baño de Bistrica sólo me pude lavar con los gatos.

Anton se rió burlón y dijo:

— Ah, ¿tú también?

𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝑽𝒂𝒎𝒑𝒊𝒓𝒐 𝒚 𝒆𝒍 𝒑𝒂í𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒅𝒆 𝑫𝒓á𝒄𝒖𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora