El castillo de Bram

13 2 0
                                    

Visto desde afuera el hotel Carpati Brasov era un edificio impresionante.
Era igualmente el hall del hotel, con sus numerosas lámparas de globo y los pesados sillones de cuero. Las habitaciones eran espaciosas y, comparadas con las de Bistrica, eran hasta lujosas los cuartos de baño daban incluso la impresión de ser modernos, aunque el agua de cisterna no paraba de correr, a no ser que uno tuviera la valentía del padre de Anton  y metiera la mano dentro de la cisterna y ajustara el flotador.

—Bueno, pequeños fallos hay en todas partes —intentó consolarse la Sra Helga.

—Ahora sí que empiezan de verdad nuestras vacaciones —opinó su esposo.

El único que no conseguía alegrarse del todo era Anton, porque en los mal iluminados salones de la recepción del hotel Corona de Oro, en Bistrica, con unos antiquísimos sofás de pana, dos pequeños vampiros apenas habrían llamado la atención, pero en aquel ambiente marcadamente “refinado” él no se podía imaginar a Rüdiger y a Anna. Además..., ¿cómo iban a poder encontrarle allí? Aquel hotel debía de tener cientos de habitaciones. A pesar de todo, Anton dejó abierta por la noche la puerta de la terraza y puso en la ventana su libro de Drácula. Pero, tal como se había temido, Rüdiger y Anna no aparecieron.

<<¡Pues entonces nos veremos en el castillo!>>, se dijo a la mañana siguiente para infundirse ánimos. En cualquier caso, aún era de día cuando después de un viaje por un pintoresco paisaje montañoso llegaron al castillo de Bran, que, al estar situado en lo alto del monte, se divisaba desde lejos.

 En cualquier caso, aún era de día cuando después de un viaje por un pintoresco paisaje montañoso llegaron al castillo de Bran, que, al estar situado en lo alto del monte, se divisaba desde lejos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Por cierto —observó la Sra Helga— acabo de leer en la guía que toda probabilidad Vlad Tepes jamás puso un pie en este castillo.

—¿Cómo?... —dijo Anton— Pero, ¿acaso no es éste el castillo de Conde Drácula?
—¡No! Es una fortaleza fronteriza construída en la Edad Media para proteger el comercio. Por aquel entonces había una ruta de comercio que partía Transilvania y pasaba por los países balcánicos y llegaba hasta oriente.

—¡Pero así es como se imaginaba uno exactamente el castillo de Drácula!— replicó Anton levantando la vista hacia aquella imponente construcción que parecía salir de la propia roca.

—Precisamente por eso unos hábiles agentes de turismo lo han convertido en el castillo de Drácula— contestó su madre— ¡Porque responde perfectamente a las expectativas de numerosos turistas!

—¿Numerosos? —repitió su esposo señalando burlón el aparcamiento, que estaba casi vacío.

—Sí, también a mí me había llamado la atención— dijo la Sra Helga.

—¿Tendrán acaso vacaciones de verano?

—¿Vacaciones de verano?— exclamó sobresaltado Anton— ¿Queréis decir que el castillo está cerrado durante las vacaciones de verano?

—Me figuro que no.

Pero cuando entraron en el aparcamiento vino hacia ellos un hombre y les dijo algo en inglés.

—¿Qué pasa?— preguntó Anton temiéndose lo peor.

—Este hombre dice que las exposiciones— dijo su padre señalando varios edificios planos— las podemos visitar, pero que el castillo de Bran esta cerrado por restauración.

—¿Cerrado? ¿Por restauración?— exclamó Anton.

—Han descubierto algo malo en las viejas vigas de madera —explico su madre— No he entendido el qué, pero ahora tienen que sustituir todas las vigas afectadas.

—¿Y si le decís que hemos venido a Rumania  sólo para ver el castillo de Bran?— les instó Anton— A lo mejor nos dejan entrar en el castillo, ¿no?

Su madre volvió hablar con aquel hombre, Anton vio que sacudía la cabeza.

—Dice que tendremos que contemplar el castillo por fuera— tradujo el Sr Robert— No se puede entrar.

—¡Qué faena!— exclamó Anton cerrando los puños.

—Pero puedes hacer fotos —opinó su padre— No nos hemos dado el paseó en balde.

Anton le lanzó una mirada furiosa. Luego ascendió por la ladera del monte para llegar al castillo.

—La recomendación del señor Schwartenfeger fue realmente buena— oyó que decía su madre— ¡Este viaje a Rumania no le puede hacer más que bien a Anton! Cuando volvamos a casa poco le quedará de sus románticas ideas sobre vampiros.

𝑬𝒍 𝑷𝒆𝒒𝒖𝒆ñ𝒐 𝑽𝒂𝒎𝒑𝒊𝒓𝒐 𝒚 𝒆𝒍 𝒑𝒂í𝒔 𝒅𝒆𝒍 𝑪𝒐𝒏𝒅𝒆 𝑫𝒓á𝒄𝒖𝒍Donde viven las historias. Descúbrelo ahora