💜. Día 3 .💜

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Durmiendo

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.

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El sonido contante de las manecillas del reloj sonaban en sus oídos como si un millar de tambores llenos de cascabeles y latas de aluminio fueran sonados al mismo tiempo. Era irritante, al punto de que con cada tik su cerebro hacia pak y con cada tok una vena reventaba dentro.

Akutagawa removió en la cama, las sábanas le causaban picazón, incómodas contra su sensible y siempre pálida piel. Agarró la almohada con ambas manos y se la colocó sobre la cabeza, en aras de aislar un poco lo que lo llevaba al maltraer desde que se acostó.

Ya hacía unas tres horas.

Él no llevaba un horario constante debido a su trabajo, en su mayoría nocturno. Por lo que irse al mediodía y llegar después de días a altas horas de la madrugada, ignorar todo a su alrededor para caminar directo a la mullida cama (o dejarse caer en el suelo, que en esos momentos a sus ojos se veía muy cómodo), eran acciones típicas. Ninguna de ellas lo habían llevado a formar una queja o preferir una discusión debido al cansancio y su muy irregular ciclo de sueño.

Ni siquiera su cuerpo parecía preocupado por la mala alimentación que constantemente llevaba durante las misiones, parecía dedicar cada una de las pocas energías que le quedaban en llegar a casa y conseguir acomodarse en algún lugar, listo para dormir hasta el día siguiente.

Varias veces Atsushi lo reprendía por lo tener los ánimos necesarios para llegar a la cama.

—Akutagawa... cada persona tiene su lugar preferido para dormir, pero... a este paso, deberías considerar seriamente la idea de convertirte en alfombra.

Le había dicho una vez, mientras lo miraba a la altura de sus ojos grises, con el ceño arrugado en una mueca de dolor y sufrimiento.

—Sería la alfombra más bonita... —Akutagawa no recordaba haber dicho esas palabras con total conciencia, en su defensa, estaba dormido.

—Sí, Ryuu, no lo dudo, pero... esta es la tercera vez en la semana que caigo al suelo por tropezar contigo en medio de la noche.

—...

Akutagawa soltó un bufido que sonaba al de un gato erizado. Se giró sobre su cuerpo para quedar tendido sobre su brazo derecho y empujar a Atsushi contra su pecho. Le acarició los suaves cabellos albinos sin hablar, y como Atsushi comentase algo acerca de su repentina actitud cariñosa, tendría mucho más que preocuparse que que fuese ignorado durante unos días.

Perder la pierna derecha, por ejemplo.

... otra vez.

Para bien de su vergüenza y la integridad física de Atsushi, este último abrió la boca; simplemente se dejó acariciar, acomodándose en el hueco de debajo de la barbilla del pelinegro, como un gato caprichoso y mimado.

Después de unos minutos y cuando creyó que el otro ya estaba dormido, Akutagawa dejó un pequeño beso en su coronilla y murmuró, dejándose llevar él también por un agradable sueño:

—Duerme, Jinko. Yo estaré aquí.

Sí, él siempre estaría ahí para él. Muy bonito y todo, ¡pero sus recuerdos tan gratificantes salieron de su cabeza cuando su cuerpo cayó como costal de papas contra el suelo!

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