30 días.
30 temas distintos.
Todos llenos de escenas subidas de tono, acompañadas de la comedia que siempre ronda a esta hermosa pareja.
¿Aguantarán los 30 días de OTP Challenge?
💜. Historia original. Prohibida su copia o adaptación.
💜. Capítulos...
—Atsushi-kun, ¿qué le pasó a tu cuello? —un Dazai curioso y sin nada mejor que hacer que escaquearse del trabajo se había percatado del vendaje que llevaba Atsushi alrededor de su cuello.
Atsushi se puso muy nervioso con la pregunta, sus ojos divagaron entre todos los papeles que tenía disperso en el escritorio (de los cuales, la mayoría eran informes atrasados de Dazai y, oh, cartas de disculpa que enviar por culpa de Dazai) buscando algo en lo que meter la cabeza.
—E-eso... fue... bueno... —tartamuedó rascando inconscientemente la venda blanca.
Dazai lo escrudiñaba con la nariz arrugada y los ojos entrecerrados.
—¿Fue? —lo animó a seguir.
—Emmm... ¡mi gato! —exclamó con una risa torpe—. Mi gato me arañó anoche cuando intenté bañarlo.
—Deberías cortarle las uñas. —opinó Tanizaki con preocupación.
Atsushi asintió y regresó su vista hacia Dazai, esperando que este se lo hubiese creído y el asunto quedase zanjado. La sonrisa insinuante y la chispa de picardía en la mirada castaña le dijo que no, Dazai no se tragaba ni una sola palabra.
Suspiró ya cansado sin haber comenzado su día.
Sería duro tener al castaño pegado a toda hora molestándolo.
En su escritorio, sepultados bajo una montaña de bolsa de dulces, Ranpo rió como un niño que pilla a sus padres haciendo algo por lo que él usualmente era regañado.
Genial, era obvio que Ranpo sábado qué pasaba.
Ahora Atsushi miraba el suelo pensando que si golpeaba las lozas del piso lo suficientemente fuerte con su cabeza, podría esconderla ahí y evitar el bochorno.
Mataría a Akutagawa.
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—Senpai, ¿qué le ocurrió en el cuello? ¿Necesita que vaya a una tienda a buscarle medicina? ¿O que ametralle a quién osó lastimarlo? ¿Senpai? ¿Se encuentra bien? ¿Le duele? —soltaba Higuchi sin parar.
Akutagawa sintió una vena de su frente reventar mientras que se acomodaba tras la cosa blanca de volantes que llevaba al cuello, un vendaje.
—Cállate, Higuchi. —escupió cortante.
Había comenzado el día más irritado de lo usual, que le añadieran a eso que Higuchi nada más que lo vio literalmente se le lanzó encima bombardeandolo con preguntas sin cesar, multiplicaba por tres su molestia.
