XXVI

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[Si ven cualquier fallo en la traducción no duden en comentarlo! :)]

H.

Horneando bizcochos.

James estaba de vuelta y podría tomar a Louis en cualquier momento, Wickendale estaba haciendo pruebas cerebrales ilegales a los pacientes, y necesitábamos desesperadamente un plan de escape, pero estábamos horneando los putos bizcochos.

Estaba harto de este tipo de cosas, ir a terapia, tener esas sesiones de grupo, y la menos favorita, hornear. Era como si estuvieran tratando de inculcar la normalidad a las vidas más extrañas y encontrar una cura para las mentes más incurables con las actividades cotidianas.

Pero estaba casi seguro de que no iba a ayudar.

Además, la mitad de nosotros estábamos esposados así que lo que hacíamos no quedaba del todo bien, y los pacientes no tenían permitido siquiera estar cerca de los hornos. No siempre horneábamos, gracias a Dios.

A veces era artes y oficios o pintura o algo igual de estúpido. Yo, junto con algunos otros, no participábamos tanto en estas actividades. Yo sobre todo, buscaba un lugar para sentarme y fumar, mientras esperaba a que terminara.

Y eso es lo que hice en esta ocasión también. Cogí una silla de plástico de una pequeña mesa en la esquina de la "cocina" y tomé asiento, cigarrillo ya encendido y colocado en mi mano.

Aspiré la nicotina en mis pulmones, soplando anillos de humo en el aire. Una asistente, una mujer con el pelo oscuro de 40 años, cuidaba de los pacientes y los ayudaba mientras los guardias esperaban afuera, listos para irrumpir si era necesario.

Estaba solo ella, los pacientes y yo.

Escuchaba conversaciones de cada uno, dejándome escuchar partes y piezas de lo que estaban diciendo. Nunca participé en esas conversaciones, viéndome a mi mismo con esas personas, que estaban todos locos, el interesante objetivo era solo escuchar. Hablo de oír como habla la gente y percibir que estaban diciendo. Era como si lo que decían pudiera dar una idea a sus vidas.

Al igual que una mujer cuyo nombre yo creía que era Jane, con los ojos grises desorbitados y cabello salvaje de color pajizo. Ella era mucho mayor que yo, probablemente tenía unos 30 años.

Cuando hablaba su voz era tranquila. Podría un empleado o paciente decir una palabra demasiado fuerte o hacer un movimiento demasiado brusco y ella zafarse de ellos.

O eso, o ella podría mirarlos con la atenta y cautelada mirada. Solo por la forma en la que hablaba, con nerviosismo y que casi no hablaba de nada en absoluto podría decir mucho. No parecía peligrosa, más bien todo lo contrario.

Ella parecía asustada.

Probablemente había sido herida, me refiero a realmente herida, antes de venir aquí. Estaba tensa y su constante nerviosismo pero quizás ella también había herido al que hiciera eso y a cambio le consiguió un lugar en Wickendale.

Ella hizo algo malvado y loco si ella estaba aquí, en este lugar. O al menos, eso es lo hubiera imaginado al escuchar su charla en ese tembloroso y preocupado tono.

Pero, ¿qué define locura, realmente? ¿Es tu mente o el viento de la persona que hace la sentencia? Porque todos nosotros, no importa quien seas, a veces puedes volverte loco.

Hay momentos en los que sabemos demasiado poco o demasiado. Lo desconocido puede ser un lugar de miedo, pero lo conocido puede ser más aterrador.

Y eso es lo que es un psicópata, al menos para mi. De alguna manera, que saben muy poco. Sus emociones han sido borradas y se han convertido en pensamientos revueltos. Están perdidos, todavía conscientes y capaces de hacer cosas terribles, sin ningún propósito.

P S Y C H O T I C Donde viven las historias. Descúbrelo ahora