EN LA PENUMBRA

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La gran fiesta se anunció a reinos cercanos. Príncipes y princesas asistieron. Nobles, barones y duquesas. Altos manos de los ejércitos, generales, capitanes y ricos de pueblos vecinos.

Harry en su euforia contrató artistas y saltimbanquis. Animales exóticos también podían ser vistos en los jardines  cerca del gran salón. Tragafuegos, bailarinas,  magos, arlequines, titiriteros, tragasables, bufones y juglares, trovadores. Y por supuesto el enorme banquete que se servía con toda clase de patillos, postres, figuras de fruta y bebidas alcohólicas.  

— Hermana esto es el paraíso, cada año es mejor — decía Harry ya un poco ruborizado por tanto vino. Lauren sonrió complacida después de que su hermano le diera un beso en la mejilla. —¡ Baila conmigo! —pidió el cumpleañero.

El príncipe jaló a su hermana a la pista de baile; la mayoría hizo espacio para el anfitrión. 

La orquesta de músicos inició a tocar una sonata. Harry y Lauren estaban separados casi a dos pasos. Cuando la melodía transcurría, los invitados se formaban. Una fila los hombres y otra las mujeres. Ellos avanzaban hacia ellas. Ambos levantaban un brazo para unirse con la palma de sus manos. Unidos de esta manera, daban lentamente una vuelta, dos. Y ahora en dirección contraria alternando el brazo que enganchaba a la pareja. Se volvían a sus lugares de inició. Hombres hacían una reverencia, inclinándose. Las mujeres otra, flexionando sus rodillas alargando su vestido a los lados con sus manos. Ellos levantaban un brazo y con dos giros ellas llegaban a él.  En la pose clásica. Hombres una mano en la cintura de las mujeres y ellas una en el hombro de los varones; giraban rompiendo filas, formando un circulo al ritmo de aquel waltz. Los vestidos de telas preciosas volaban por la pista. Antifaces y mascaras de animales eran usadas por algunos. Llegó el momento de cambiar de parejas. Lauren pasó a manos de un hombre con mascara de borrego cimarrón, a otro con hermosos ojos azules; nuevamente a un bailarín con mascara de conejo. Al dar una vuelta pudo ver a lo lejos a Harry. Su sonrisa era enorme y hacía reír a la chica con la que le tocara bailar. La princesa, haría siempre hasta lo imposible porque su hermano siempre estuviera feliz. 

Después de una vuelta terminó en brazos de el general.  Quien ya no vestía una pesada armadura.

  Quien ya no vestía una pesada armadura

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Lauren sonrió. Se sentía protegida siempre que él estaba presente. 

— ¿Ahora bailas? — preguntó ella.

Con esa característica voz metálica indescifrable el general respondió —Hago de todo un poco, majestad —.

En esta vuelta tocaba cambiar de pareja. Pero el general sin soltar a la princesa, hábilmente giró a la otra doncella en dirección al próximo bailarín. El rey enseguida se dio cuenta de este movimiento y muy serio, no quitó su vista de el enmascarado.

— Eres un sinvergüenza — dijo coqueta la princesa

— Le sorprendería mi irreverencia— contestó él. Girando con energía hacia el centro del circulo. Harry miró a este personaje con su hermana. El príncipe, era muy celoso. Terminó por fruncir el ceño. La melodía terminó. La pose final tampoco agradó a Harry. Su hermana daba la espalda al general, quien tomaba por la cintura a  su hermana ella apoyaba sus manos en las de él. La cara de ambos se encontraba a centímetros. Lauren miraba a la izquierda por encima de su hombro y el enmascarado inclinaba la cabeza a su derecha. El rey se puso de pie, avanzó a la pista. Todas las parejas se dispersaron, solo Harry permanecía parado en el centro. Mirando a lo lejos a su hermana, reír con el general. 

El rey abrazó a su hijo, lo cual fue celebrado con aplausos. Después cuando hubo silencio se preparó para hablar — Hoy, mi primogénito celebra una vida. Veinticuatro años. Se ha convertido en un hombre. Y como un hombre, gozará esta noche. — Soleil dio la señal. El salón se oscureció un poco. Bailarinas llegaron corriendo a la pista, acompañadas de tragafuegos.  Harry estaba sorprendido, sintió manos sobre sus hombros. Era algunas de ellas, haciendo que tomara asiento en una silla alta y cómoda que apareció tras de él. La orquesta tocaba una pieza con ritmo árabe. Las bailarinas usaban largas telas rojas creando figuras en el aire con ellas. Daban vueltas y bailaban con mucha energía. Una docena de ellas llevaban estructuras metálicas con varias veladoras encendidas en ellas. Otras doce bailaban manteniendo con mucho cuidado y equilibrio una espada. Seis más hacían movimientos con su abdomen y caderas moviendo su cinturón de monedas. La melodía iba más y más rápido. Hasta que de repente todas ellas se arrodillaron.

La música paró.  Los tragafuegos al mismo tiempo se unieron soltando grandes llamas. Al fondo una mujer de blanco, caminaba muy lentamente hacia el centro. Al ritmo lento y sensual del riq, un pandero árabe. Las sonajas en el marco de este adornaban el sonido. La joven movía con sensualidad las caderas. Se apoyaba en un pie, haciendo diferentes poses, Bajaba con los pies juntos agitando sus caderas.  — Salomé — susurró el príncipe hipnotizado. 

La joven musa, daba vueltas. Abría los brazos estirándolos y flexionándolos de nuevo. Se puso de rodillas y arqueó la espalda hacía atrás. Sus talones pegaron a su espalda, su cabeza al suelo.  Moviendo las caderas regresó a sus rodillas. Bailando de pie otra vez avanzó por la pista del baile. Dando golpes con las caderas. Llegó al príncipe, bailo alrededor de él. Cundo estuvo frente a su asiento, le dio la espalda dejándolo admirar que tan rápido  se movía. Bajando lentamente. En cuclillas aventó de un movimiento sus rodillas hacia adelante y la cabeza hacia atrás dejándola caer entre las piernas del príncipe. La joven sonrió ampliamente y traviesa se levantó de un brinco antes de que Harry pusiera una mano en aquel angelical rostro. Ella corrió mirándolo muy coqueta. Hizo un par de movimientos lentos y sensuales con el torso. La canción aumentó la velocidad a un ritmo al cual no se podía bailar más. Ella simplemente daba vueltas en un mismo lugar jugando con su cabello. Cuando el golpe final al riq se dio. Ella cayó al suelo. 

Todos lo presentes aplaudieron vigorosamente eufóricos. Entre gritos, silbidos y aplausos Harry reaccionó de su trance. Se levantó de la silla y aplaudió también. 

Cuando la joven levantó la cabeza del suelo. Lo primero que pudo divisar fue a la princesa boquiabierta.      


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Ahora sabía como tener su completa atención.  

Derniére danse: El último baileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora