"No hay mayor pesar que recordar con tristeza alguna época en la que fuimos felices". — Dante Alighieri.
Fingir que todo estaba bien siempre fue lo primordial. Sin importar que estuvieran a punto de perder el juego debía seguir mirando al frente, de alguna u otra forma debía encontrar una solución; pero cuando las cosas no daban resultados no tenían otra opción más que vivir con el fracaso y enfrentarlo con o sin fuerzas, de ello dependía que salieras ileso.
Cuando sucedió la primera vez fue fácil que aceptara una disculpa de su parte. Al principio no podía descifrar lo que vendría, luego fue fácil comprenderlo una vez que su mano acarició su mejilla: no tendría compasión en un segundo error. Una vez más, no tenía otra opción más que avanzar en contra de sus principios para adquirir los de ellos, lo que él tanto deseaba y ansiaba encontrar sin piedad en un alma desgastada.
De él había aprendido tantas cosas, todas de acuerdo a las consecuencias que debía recibir.
En sus leyes no existía el perdón, y mucho menos la salvación, y cuando cometía un mínimo error podía escuchar su voz penetrando en sus oídos ocasionándole un gran dolor de cabeza. No podía olvidarlo, tampoco lograba sacarlo de su mente, incluso era repetitivo cuando dormía y en sus sueños lo reconocía:
"Las consecuencias de tus acciones son tu propia miseria y destrucción, allí recae la importancia de tomar una decisión".
¿Consecuencias?
¿Cuáles eran las consecuencias de fingir que todo se encontraba bien?
Seguir las reglas del juego comenzaba a pasar factura, y entonces se preguntaba, ¿cuál era el precio que debía pagar?
En medio de la oscuridad giró su cuerpo apoyándose en su brazo izquierdo para mayor comodidad cuando, de repente, el sonido del cristal rompiéndose en pedazos encendió las alarmas en su sistema e incorporándose de inmediato estiró el brazo en busca del celular para encenderlo; se detuvo cuando una brisa fría hizo estremecer su cuerpo.
La ventana de su habitación se encontraba abierta. La fría brisa de inverno ingresaba con altanería mientras, aún asustada, salía de la cama para cerrarla sin generar ruido alguno antes de inspeccionar en la planta baja. Por un momento creyó que era Nathaniel en la cocina tratando de conseguir un bocadillo nocturno, pero la luz de la cocina no estaba encendida y recordar que no la acompañaría aquella noche intimidó a su corazón aún más, tanto que comenzó a perder el ritmo de su respiración.
Rápidamente dio la espalda a la oscuridad de su habitación mientras poco a poco se acercaba a la ventana hasta tocar una parte del hierro frío que pareció quemar la palma de su mano. Y como si aquel frío fuese una llave a su memoria, llegó la imagen de sí misma en una habitación diferente a la suya y los recuerdos de aquella noche bloquearon sus movimientos. Podía recordar con claridad el pequeño cuerpo en la esquina de la habitación, la desesperación por sentir algo de calor en su cuerpo la llevó a frotarse los brazos y las piernas para luego llevar las rodillas a su pecho como refugio. Trató de hacer todo lo posible por entrar en calor, y al no lograr amortiguar aquella sensación que parecía quemarle la piel y los huesos de manera inhumaba, lloró aún más sintiéndose al borde de un abismo con aquella situación.
Luego de lo que pareció ser una eternidad, del otro lado de la puerta, una figura impotente se alzaba cada vez más ahogándola en miedo. Cada pequeño paso hacía crujir el piso de madera, y cuando estuvo a tan solo unos cuantos pasos de sí no pudo evitar llorar sintiéndose vulnerable. En ese instante deseó suplicar por piedad o, en el peor de los casos, gritar por ayuda, pero sabía que aquella desagradable acción le traería más problemas de los que ya tenía.
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|La sangre en sus manos|
Mystery / ThrillerUna sonrisa siniestra, otra pieza más fuera del juego y la muerte segura. Un pequeño juego iba a comenzar y los peones iban a suplicar. » Por la fresca sangre en tus manos, querida Charlie. ¿Qué más puedes esperar? El refugio de los monstruos es...