5. El infierno

80 10 21
                                    




"La vida es muy rápida; hace que la gente pase del cielo al infierno en cuestión de segundos". Paulo Coelho.


¿Alguna vez pensaste en el color tan hermoso de la sangre?

Por nada era su color favorito.

Desde que tenía memoria creía que no había nada más gratificante que ver brotar la sangre en una herida. Al principio creyó que pincharse el dedo era un pequeño acto insignificante que generaba calidez en su pecho, pero la verdad era qué, detrás de ese pequeño acto, su corazón latía inquietante en su pecho, anhelando ir más allá. De alguna forma había cierta fascinación en encontrarse con una simple gota, era la sensación de libertad, tal vez destierro y la proximidad a la calma luego de una tormenta.

Su corazón a punto de abandonar su pecho fue apaciguado por la calidez de la sangre al recorrer su brazo. En cuestión de segundos se abrazó a su misma en busca de calor, podía distinguir estar sentada en una camilla sobre las sábanas manchadas y la mirada aterrorizada de la enfermera.

—¿No es fascinante? — miró sus manos manchadas de aquel color rojo que tanto anheló sentir. Elevó el rostro sonriendo a la enfermera — ¿no crees que-

—¿Qué está haciendo? — cuestionó ella aterrorizada. No salió de la habitación hasta que el doctor llegó acompañado de su equipo, sabía lo que iban a hacer, conocía esas miradas. Trataban de no alarmarla mientras poco a poco se acercaban para cumplir su tarea — Todo estará bien — trató de asegurarle con una falsa sonrisa.

—¿Me van a atar? — todos dejaron de acercarse mostrándose sorprendidos, Charlie sonrió acariciando su rostro somnoliento, entonces estiró sus brazos — Adelante, ya estoy acostumbrada.

La última vez que la ataron a una camilla las cosas se salieron de control, había gritado hasta casi perder la voz, sus muñecas habían sangrado mientras lo observaba marcharse del lugar sin remordimiento alguno, como si la responsabilidad de sus actos cayera únicamente sobre ella. Sin embargo, esta vez las personas en la habitación no tuvieron la dicha de presenciar su más grande actuación, no podía dejar de observar su brazo y la herida de la aguja, tampoco podía dejar de sonreír por el dibujo de la sangre en la sábana, representando el arte abstracto del deseo monstruoso que creía en su pecho.

—Tenemos que cambiar la sábana-

—¡No! — ordenó con furia — Ni se te ocurra acercarte.

El Dr. Thomson sonrió tomando sus manos, parecía no importarle que estas estuviesen manchadas de sangre.

—No te preocupes, Charlie, solo descansa — con un movimiento ordenó a la enfermera vaciar el medicamento en la bolsa. La observó con atención antes de hablarle al hombre que aún sujetaba sus manos — ¿Cómo te sientes?

—Algo desorientada — respondió de inmediato — ¿eso que inyectó en la bolsa me ayudará a dormir?

—Sí, necesitas descansar — habló con suavidad.

Cuando sus manos estuvieron atadas y todo su cuerpo inmovilizado la aguja volvió a su brazo. El Dr. Thomson le murmuraba lo que parecía ser indicaciones a la enfermera que la observaba con atención y asentía firme a cada una de sus palabras u órdenes.

—¿Debería limpiarla en cuanto se duerma?

—Sí, asegúrate de que esté dormida, se cuidadosa — le ordenó.

|La sangre en sus manos|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora