iv. where we belong

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capítulo cuatro: a donde pertenecemos

El sol había arribado más temprano aquella mañana, siendo entendible, pues el verano estaba pronto a llegar

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El sol había arribado más temprano aquella mañana, siendo entendible, pues el verano estaba pronto a llegar. Aquel mes sería el último antes de que las flores dejarán de estar en su florecimiento. La parte del rio que se hallaba frente a la casa le servía como espejo, pues el cielo azul se teñía sobre el mismo, ofreciéndole así la majestuosidad de la naturaleza que los rodeaba, pero eso no era lo único, el viento llevaba a las copas de los árboles a ir al compás del mismo. Todo calzaba a la perfección, era hermoso.

En definitiva las cosas se habían alineado para que aquel día fuese especial. 

Siendo lo que pensaba mientras observaba todo desde la ventana de su estudio. El Alfa de los Crescents abrió levemente los parpados para cuando la brisa que se adentró bajó su intensidad, un suspiro de por medio hubo, y en su mente no dejaba de pensar en que Niklaus ahora se hallaba a salvo, lejos de la tortura de Marcel y, por supuesto, con sus hijas. La expectativa a su encuentro ocupaba cada pensamiento de la loba.

Una sonrisa jugueteó entre sus labios de solo imaginar la expresión en el rostro de su hija. Sin duda, aquel día estaba asegurado a ser esplendido.

Pero con el rostro de su hija en su mente, a ello se le sumo la espantosa situación con la que se encontraron la noche anterior, ahí fue cuando la expresión en el rostro de la loba cambio. Enojo y frustración, fueron las primeras que salieron a flote.

—Veo que Nathaniel tenía razón, pasaste la noche en vela. —la voz de Mary Dumas se adentró en sus oídos. La señora había arribado durante la madrugada de ese día trayéndole la noticia de que los Mikaelson se hallaban ahora en la residencia de seguridad Labonair, tal como lo habían planeado, y por ello, Mary optó por salir de ahí. Su relación con ellos no era la mejor, y Alexandra creía que nunca lo sería. Sin embargo, la señora Dumas no dejó de recordar el rostro de enojo de Morgan cuando durante su hora de dormir le dieron la noticia, fue una de las pocas veces que la pequeña no pudo salirse con la suya.

Alexandra le sonrió con suavidad cuando la vio adentrarse con unas tazas de porcelana sobre una bandeja. —No puedo dejar de pensar en lo que dijo Vincent —le comentó. Mary sirvió café dentro de las tazas mientras la loba le relataba lo sucedido —. Nunca, durante el tiempo que llevo conociéndolo, he visto esa expresión en su rostro. Se veía aterrado, como si acababa de ver a la muerte en persona.

La expresión de Vincent había quedado grabada en la mente de Alexandra, pues parecía haber visto un demonio que debía haber estado enterrado, era como si los fantasmas de su pasado volviesen para atormentarle. Alexandra tenia muchas preguntas, pero ese día no sería el elegido para responderlas.

—Nathaniel me habló del símbolo —confesó cuando observó las fotografías que se hallaban sobre la mesa de caoba. Algunas de estas eran de los meses pasados, desde el inicio de los ataques, otras eran de la noche anterior. Pero todas conectaban en algo: el símbolo de la serpiente comiéndose así misma —. También me habló de la reacción que tuvieron los lobos a la casa donde lo encontraron.

⁴ 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 | Klaus Mikaelson ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora