xiv. the feast of all sinners

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capítulo catorce: el festín de todos los pecadores

capítulo catorce: el festín de todos los pecadores

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El clima aquella mañana reflejaba los sentimientos de más de uno en aquel lugar. El Bayou LaForche le daba la bienvenida a un día otoñal que parecía ser lluvioso y deprimente. La pequeña de cinco años se hallaba de cuclillas a la orilla del lago mientras arrancaba alguna que otro pastizal del suelo. Estaba enojada y triste, su padre le había enviado lejos hacia unas horas ya y de su madre no sabía nada, solo lo que le decían los adultos, y entre Mary, Nathaniel y Layna se habían pasado turnándose para cuidarla, sin embargo, cuando ella hacia preguntas sobre sus padres o su hermana estos le inventaban cosas. Morgan tenia cinco, pero no era una tonta.

Sabia que no le querían decir donde estaba su madre.

―Morgan... ―murmuro audible para la pequeña la cual volteo de inmediato su cabeza provocando que sus mechones cobres largos bailaran con el viento. Reconocer la voz de su padre no era nada difícil. La niña sonrió con gran emoción al verlo ahí.

―¡Papi! ―se levanto para salir corriendo a abrazarlo. La pequeña salto hacia sus brazos el cual Niklaus recibió con la más dulce bienvenida, su cuerpo era tan pequeño y frágil que pensó que la rompería si la estrujaba un poco más, pronto algunos susurros en su cabeza le hicieron separarse.

La niña vio a su papa con la cabeza ladeada. ―¿Uhm, estas bien? ―pregunto. Ella había sentido frío al recibir su abrazo, aquel frío que no podía describir con palabras. Klaus le regalo una sonrisa tranquilizadora.

―Estoy con mi princesa más pequeña, por supuesto que estoy bien. ―le aseguro. Morgan le sonrió en respuesta. Luego la niña vio por encima del hombro de su padre como Layna y Nathaniel se aproximaban a ellos con cautela, Klaus los miraba desde antes. Él lo sabía, no había tiempo.

―¿Te quedarás a jugar, papi? ―interrogó esperanzada. Pues sus tíos le aseguraban que Hope vendría tan pronto como se recuperara de su resfriado, pero ella ya se estaba aburriendo de jugar sola.

Los niños de la manada poco se acercaban a la casa principal en esos días.

Klaus la volvió a mirar, y en reflejo de las esferas de su hija se pudo ver, su corazón se estrujó. La tomó de las manos. ―Morgan, antes de irme ¿puedes prometerme algo?

La niña de cinco años asintió repetitivamente.

Se acerco a su oído. ―Se valiente incluso cuando tengas miedo. ―se alejo de ella segundos después ―¿Puedes cumplir esa promesa por mi? ―interrogó a lo que la niña le asintió nuevamente con repetición para luego posicionar su dedo frente a él a la espera de trabarlo, Niklaus lo hizo y luego la atrajo con fuerza abrazándola nuevamente. Grabaría el olor a lavanda en su memoria ―. Eres una hermosa niña, y estoy seguro que te convertirás en una mujer tan hermosa como tu madre ―aseguró acariciando su cabellera cobriza. Cerró lo ojos mientras soltaba una lagrima ―. Las amo, hasta el final de los tiempos.

⁴ 𝐂𝐔𝐑𝐒𝐄𝐃 𝐁𝐋𝐎𝐎𝐃 | Klaus Mikaelson ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora