Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas.
Ambos se aman, pero solo como amigos.
Ambos sueñan con el otro, pero solo como amigos.
...¿no es así?
La verdad es que están enamorados.
Pero ambos...
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He pasado toda la semana evitando a Harry, quien parece seguir igual de molesto que yo. Justo cuando creí que mi enojo había pasado, el jueves tuvimos entrenamiento de Quidditch al cual él obviamente no asistió por estar castigado, y eso hizo que me pusiera furiosa de nuevo.
Sé que probablemente estoy exagerando, pero necesito ganar la Copa de Quidditch este año y probar que soy realmente una buena capitana y que sé hacer bien las cosas. Siempre he sido la favorita en mi familia debido a que fui la primera niña que tuvieron, pero nada de lo que me dan siento que lo merezco porque nunca he tenido que esforzarme demasiado para hacer las cosas, cualquier mínimo esfuerzo que haga es suficiente para que toda mi familia se sienta orgullosa y eso comienza a molestar después de un rato.
Porque quiero hacer grandes cosas por mí misma, quiero esforzarme y sentir que merezco las retribuciones que me dan, quiero que se sientan orgulloso de mí por trabajar duro, comprometerme y esforzarme. Y lo único en lo que me esforzado demasiado para ser verdaderamente buena, es en el Quidditch.
Y que me mate un basilisco si no gano la Copa este año.
—Tienes que disculparte con él. —me dice Neville mientras vamos de camino a nuestra clase de Transformaciones.
—Neville...
—Creo que fuiste muy grosera con él, Sophie. —continúa diciendo con todo de amabilidad.
—Él también fue grosero...
—Y estoy seguro de que se siente igual de culpable que tú.
—¿Y por qué yo debo de pedirle disculpas si él fue el que perdió el control y ocasionó que lo castigaran?
—Porque tú también perdiste el control en la clase, y si lo castigaron a él y a ti no es porque Umbridge detesta a Harry. —dice sabiamente.
Hago un mohín y ruedo los ojos.
—No lo defiendas...
—No estoy defendiendo a Harry, en realidad me defiendo a mí mismo —dice dándome una sonrisa bobalicona.
