Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas.
Ambos se aman, pero solo como amigos.
Ambos sueñan con el otro, pero solo como amigos.
...¿no es así?
La verdad es que están enamorados.
Pero ambos...
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Corregido sin cambios.
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—¡Harry Potter! —grito con fuerza en cuanto atravieso el hueco del retrato de la Dama Gorda.
Unos cuantos chicos de primero voltean a verme extrañados, pero los ignoro.
—¡Harry James Potter! —exclamo de nuevo.
Camino hacia el grupo de chicos de mi curso, están reunidos en una mesa cerca de la chimenea mientras juegan con Naipes Explosivos. Todos dan un respingón en cuanto llego a su lado y apoyo fuertemente mis manos en la mesa.
Suelto un gruñido antes de girarme en dirección a las escaleras.
Subo hacia el dormitorio de los chicos dando largas zancadas, y empujando a cualquiera que se atraviese en mi camino. Escucho a unas chicas murmurar molestas detrás de mí debido a que las aparté con brusquedad, pero sinceramente no me importa.
En cuanto llego al pasillo de los dormitorios me topo de frente con Neville, quien se dispone a bajar las escaleras. Al verme esboza una sonrisa.
—¡Ho...hola, bonita! Justo estaba yendo a b...
—¡Harry Potter! —gruño de nuevo, pasándolo de largo.
Por el rabillo del ojo veo que se queda quieto por unos minutos, y me recuerdo mentalmente disculparme con él por ignorarlo de esa manera, pero en este momento estoy demasiado enojada como para pensar en otra cosa.
Abro la puerta del dormitorio sin siquiera tocar, y entro hecha una furia.
Harry y Ron están acostados despreocupadamente sobre sus camas, mi mellizo está acomodando su colección de cromos y el azabache lee una revista de Quidditch.
Ambos levantan la mirada asustados cuando doy un portazo.
—¡Tú...tú tremendo idiota! —murmuro entre dientes, señalándolo con el dedo.
