Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas.
Ambos se aman, pero solo como amigos.
Ambos sueñan con el otro, pero solo como amigos.
...¿no es así?
La verdad es que están enamorados.
Pero ambos...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Corregido sin cambios.
━━━━━━━※━━━━━━━
—Entonces... ¿ahora están saliendo? — me pregunta Ginny mientras luchamos contra la plaga de doxys que hay en el salón principal.
—No, no lo hacemos. — le contesto, levantando la botella de doxycida, un líquido negro encargado de exterminar la plaga, hacia las doxys que vuelan a mi alrededor con sus relucientes alas de escarabajo y dientes diminutos y afilados.
Mi madre nos ha tenido todo el día limpiando el número 12 de Grimmauld Place, desde deshacernos de un montón de ratas muertas que había bajo los sofás, limpiar el moho de las paredes, hasta ahora exterminar la plaga extrema de doxys que hay en el salón principal.
—Decidimos que primero vamos a conocernos mejor, ver si congeniamos. — le explico a mi hermana. —Nos conocemos perfectamente en el ámbito amistoso, pero ser mejor amigos y ser pareja son cosas totalmente diferente, y no queremos arruinar nuestra amistad si la relación no funciona. Así que primero intentaremos adaptarnos a ser algo más que amigos.
—Es muy inteligente que hayan hecho eso. — dice Hermione, acomodándose el pañuelo que nuestra madre nos hizo llevar anudado en la parte de atrás de la cabeza y que nos cubre la nariz y la boca. — Comprometerse en una relación seria tan pronto, teniendo en cuenta que ninguno de los dos ha tenido pareja antes, podría resultar en un desastre.
Una doxy de tamaño considerable, con su cuerpo de hada cubierto en un tupido pelo negro, y cuatro pequeños puños apretados de furia, se lanza sobre mi rostro para arañarme. La rocío con el líquido de inmediato, y cae produciendo un ruido sordo sobre la raída alfombra. La recojo y la echo al cubo.
—¿Cuántas veces más se besaron después de que te confesó que estaba enamorado de ti? — pregunta Ginny con aire burlón.
Ruedo los ojos, sonriendo ladinamente.
—Perdí la cuenta.
Mi hermana suelta una carcajada, que atrae la atención de mi madre.
—Dejen de hablar y enfóquense en el trabajo que tienen, niñas. — nos regaña frunciendo el ceño. —¿Se puede saber qué haces, Fred? ¡Rocía a esa enseguida y métela en el cubo! ¡No dejes que te muerda, cabeza de...!
