Neville Longbottom y Sophie Weasley son mejores amigos. Han compartido lágrimas, promesas y risas.
Ambos se aman, pero solo como amigos.
Ambos sueñan con el otro, pero solo como amigos.
...¿no es así?
La verdad es que están enamorados.
Pero ambos...
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Corregido sin cambios.
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– Weasley, ponte bien el sombrero. – ordena la profesora McGonagall a Ron. – Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo. Y tú, Wealsey deja de molestar a Finnigan.
Le vuelvo a dar un empujón discreto a Seamus, él me observa molesto y me regresa el golpe con la misma fuerza. La profesora McGonagalla nos da una mirada de advertencia.
– Él me molesta a mí, profesora. Se echo tanta colonia que voy a terminar intoxicada. – comienzo a toser frenéticamente. McGonagall rueda los ojos.
– Finnigan, aléjate de Weasley.
– Pero profesora. – se queja Seamus, fulminándome con la mirada.
– Finnigan. – le advierte. Seamus deja escapar un suspiro de derrota, pero se cambia de lugar y se ubica hasta el final de la fila.
Sonrío triunfante, saludándolo con la mano desde mi lugar. La profesora McGonagall me observa con ojos de aviso.
– Compórtate, Weasley. Nada de comentarios sarcásticos, molestar a tus compañeros o ser condescendiente con nuestros invitados.
Abro la boca ofendida. – Profesora, ¿Cómo se atreve a pensar eso de mí?
Ella solo rueda los ojos y sigue dando instrucciones a mis compañeros.
– Síganme, por favor. – dice, dirigiéndose al frente de todos. – Los de primero delante. Sin empujar...
Bajamos en fila por la escalinata de la entrada y nos alineamos delante del castillo. Es una noche fría y clara, comienza a oscurecer y una luna pálida brilla sobre el bosque prohibido. Me encuentro de pie en la cuarta fila, entre Neville y Harry, Ron y Hermione están colocados junto a este último. Siento a Neville temblar de emoción.
– Son casi las seis. – anuncia Ron, consultando el reloj y mirando el camino que iba a la verja de entrada. – ¿Cómo piensan que llegarán? ¿En el tren?
