Carta Sexta.

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Querido hijo:

Los primeros meses de la extinción fueron agradables, por así decirlo. Al menos no teníamos casi ningún problema. Bueno, a excepción de que éramos las únicas personas con vida en la ciudad, y ¿por qué no? en el mundo, teníamos un miedo permanente de los vándalos, la comida podía acabarse en cualquier momento si no cuidábamos bien la huerta, y podía surgir cualquier inconveniente con las cañerías que abastecían la casa de agua, dejándonos, de un momento a otro, sin acceso a dicho recurso vital. Pero claro, las cosas buenas duran poco. Y la convivencia en la casa no fue la excepción. No voy a decirte que en todos los años que vivimos bajo el mismo techo, nunca hubo inconvenientes, porque los hubo, y tantos que ni yo mismo podría recordarlos todos. Pero hubo particularmente un tiempo, en que todo parecía a punto de derrumbarse.

Los primeros conflictos surgieron con Eladia. La pobre mujer, ferviente católica, no aprobaba bajo ninguna circunstancia que Roxana, Tomás y Alexis mantuvieran una relación de tres personas. Era inaceptable, según ella, antinatural. Pero bueno, cada uno hacía sus elecciones y supongo que nosotros no éramos nadie para juzgarlos o decirles qué hacer. Al menos tu madre y yo habíamos sabido aceptarlo y vivir con ello, sin inconvenientes. Pero Eladia no era así. Ella era una mujer inflexible y terca, capaz de llevarle la contra a cualquiera, sobre cualquier tema. Otro punto irritante, por llamarlo de alguna manera, era que ella siempre tenía algo que comentar sobre cualquier cosa. Hablábamos de la huerta, y ella nos decía como debían cuidarse las plantas para que no las matara el frío; hablábamos de las cañerías, y ella comentaba que deberíamos limpiar regularmente las cañerías, y vigilar las conexiones, además de pensar alguna forma de “potabilizar” el agua; hablábamos de una mosca que pasaba volando, y ella comenzaba a explicarnos todo sobre cómo podían volar los insectos. Sí, ahora que refresco la memoria, estoy seguro de que irritante es la mejor palabra para describir la actitud de Eladia. Pero bueno, tampoco puedo condenarla por eso. Creo que lo único que quería era tener participación en las conversaciones, porque por lo general nadie le hablaba mucho. No es que lo hiciéramos con maldad, pero llegaba un momento en que uno prefería no hablarle, porque ella siempre parecía tener la última palabra, además de que siempre encontraba algún defecto o error en lo que decías, y adoraba corregir a las personas. Ahora que lo pienso, sí, Eladia era una mujer bastante molesta. Pero éramos las últimas nueve personas con vida de la ciudad, y posiblemente del mundo, y bueno, no es que pudiésemos echarla a la calle.

Al principio todos supimos cómo tratarla y mantener la paz en la casa, respetándonos mutuamente. Pero llegó un momento en que la tensión no resistió más, y la calma explotó. Recuerdo que una de las primeras discusiones surgió a causa de las acusaciones de Eladia contra el trío del segundo piso. Al parecer a la mujer le molestaban ciertos ruidos nocturnos provenientes de su habitación, que al parecer solo ella oía, porque ninguno de los demás los escuchábamos. Ella los acusaba y criticaba sus preferencias sexuales, mientras que ellos se justificaban y le decían que no se metiera en sus asuntos. Poco a poco la discusión fue subiendo de tono, hasta que acabaron a los gritos, insultándose mutuamente. Al principio nosotros no habíamos querido tomar parte en la pelea, pero llegados a ese punto nos vimos obligados a intervenir para calmar los ánimos. Ese día no pelearon más. Pero muchas otras discusiones llegaron días después. Y el clima de la casa fue haciéndose inaguantable para todos.

Eladia contra el trío por sus elecciones sexuales, el trío contra Eladia por su mente cerrada y por meterse donde no la llamaban, y contra los demás por no defenderlos, Eladia contra los demás por permitir aquellas conductas depravadas y obscenas en la casa, Olga contra Eladia por armar tanto escándalo, Ernesto contra el trío por sus indiscreciones, Olga contra Ernesto por sus opiniones encontradas sobre el tema, todos contra Emma, Estela y yo por no hacer nada y mantenernos apartados de las discusiones. Aquellos días fueron caóticos. Las primeras peleas al menos tenían fundamento, pero con el tiempo todo el mundo se peleaba por cualquier cosa. Respirabas el aire de otra persona y estallaba una batalla que poco a poco iba involucrando a todos los habitantes de la casa. Recuerdo que una vez le insinué a tu madre la posibilidad de mudarnos a otra casa, pero ninguno queríamos eso. Estábamos bien en ese lugar, y queríamos que las cosas fueran como eran antes.

Cartas del Fin del MundoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora