Carta cuarta.
Querido hijo:
En la carta anterior te conté sobre el fin del mundo. Créeme que es muy doloroso para mí recordar todas estas cosas que querría dejar sepultadas en mi memoria. Pero todo esto lo hago por ti, porque te mereces saber todo, antes de que mi tiempo aquí se acabe.
Al poco tiempo del comienzo de nuestra “nueva vida” en la casa de tres pisos a las afueras de la ciudad, llegaron los demás. El primer día fueron sólo dos personas. El segundo día fue una sola, y el tercero fueron cuatro. Los primeros en encontrarnos fueron Roxana y Tomás. Llegaron en una mañana en que tu madre y yo estábamos limpiando los alrededores de la casa, sacando las cosas viejas que no nos servían. Aparecieron por la calle rengueando, y tu madre casi se desmaya del susto. Al principio pensó que eran vándalos. Pero mientras se acercaban, reconocimos sus rostros.
Yo a ellos los conocía desde hacía muchos años. Es más, Roxana había sido mi primer amor, mucho antes del Fin. Había estado enamorado de ella muchos años, mientras estábamos en la escuela. Pero ella siempre estuvo hipnotizada con Tomás. No tenía ojos para nadie más. No la culpo, él era el clásico deportista atlético y de rostro hermoso, rubio y de ojos grises. Extrovertido y confiado, Tomás tenía a todo el mundo enamorado. Mientras tanto yo era solitario y callado, tímido e inseguro. Pero eso había pasado muchos años atrás, y ahora yo estaba enamorado de tu madre. Muchas cosas habían cambiado en todos nosotros, tanto física como interiormente.
Roxana era muy atractiva. Supongo que aún la recuerdas, ¿no? De todos modos voy a describirla. Ella era alta, de piel morena y largo cabello negro. Sus ojos eran grandes y oscuros, y tenía una brillante sonrisa que cautivaba. Tenía un buen cuerpo, no lo niego. Era bastante atractiva. No voy a negarte que verla allí de nuevo me hizo recordar los días en que yo estaba perdidamente enamorado de ella, pero en ese momento yo estaba con tu madre, y ella con Tomás. Y así debían ser las cosas, nunca intenté nada más. A Tomás ya lo describí antes. Como te dije, era un muchacho alto, de cuerpo atlético, cabello dorado, ojos grises. Incluso después del fin del mundo, él continuaba siendo atractivo.
Cuando nos encontraron, nosotros los ayudamos y les permitimos quedarse en nuestra casa, aunque ni siquiera nos pertenecía. Entonces nos contaron que una semana atrás los vándalos habían atacado el lugar donde estaban viviendo, la casa de Alexis, el mejor amigo de Tomás. Ellos habían logrado escapar, pero Alexis se había perdido. Según lo que nos contaron, muchos habían muerto durante el ataque, muy pocos habían salido con vida. Había sido algo brutal. Luego de eso, habían estado vagando por la ciudad, buscando alguien más que estuviera con vida. Habían pasado hambre, frío y miedo. Y finalmente nos habían encontrado a nosotros.
Eso fue todo lo que ocurrió el primer día. Como la casa era grande, decidimos que lo mejor era mantenernos juntos y protegernos los unos a los otros. Así que dejamos que se quedaran en el segundo piso de la casa, mientras que Emma y yo estábamos en el tercero.
Al día siguiente, Roxana y Tomás comenzaron a ayudarnos a sacar de la casa las cosas que no necesitábamos, y a traer de las casas vecinas, todo lo que nos hacía falta. En aquellos días afortunadamente todavía había electricidad y agua corriente, y podíamos darnos algunos lujos, como una ducha de agua caliente. Esa tarde, decidimos dar por terminado el trabajo y meternos en la casa, ya que estaba oscureciendo y teníamos miedo de alertar a los vándalos, si es que aún quedaba alguno con vida. Entonces fue cuando lo vimos, caminando desorientado por la calle solitaria. Al principio creímos que era un vándalo, pero mientras se acercaba más y más, Roxana logró identificarlo. “¡Es Alexis!”, recuerdo que gritó antes de abrir la puerta y salir corriendo hacia él. El muchacho no pareció reconocerla al principio, pero cuando tuvo a Roxana encima, abrazándolo con fuerza y besándolo (sí, besándolo en la boca), pareció reconocerla y él también respondió a los besos y abrazos de ella. Tomás también corrió afuera y se unió a los abrazos y besos. Sé lo que estás pensando, Rodrigo, pero te seguro que tu madre y yo estábamos igual de confundidos. Al parecer, como después nos enteramos, cuando trajeron a Alexis a la casa, Tomás y Roxana no eran una pareja, sino que también Alexis estaba en la relación. Eran un trío.
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Cartas del Fin del Mundo
Ficção CientíficaQuerido hijo: Te escribo estas cartas para contártelo todo de una vez. Para que sepas cómo fue una vez el mundo, y cómo hicimos tu madre y yo para sobrevivir a la Extinción. Muchas de las cosas que relato en estas cartas tú mismo las viviste, puesto...