VII. Byakugan II

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Los rayos del sol eran intensos aquella tarde. Sentado sobre una silla plegable, Kakashi se tomaba una cerveza admirando el cielo despejado desde su azotea, protegiéndose con la sombrilla grande que se insertaba en medio de una mesa. La semana pasada había llovido mucho, conjunto a un desagradable sistema frío que abrazó la aldea por varios días, donde tuvo qué hacer uso de un poco de fuego para meterse a bañar. Odiaba el frío. Odiaba temblar. Pero lo que más le desagradaba era no tener con quien acurrucarse en las noches heladas, alguien con quién compartir sus cobijas calientitas.

En las noches no podía evitar pensar que Hinata estaba a su lado. Ponía una almohada, cerraba los ojos y fingía que era ella pegada a él. Incluso la soñaba; eran sus horas favoritas, el único lugar donde estaban juntos. La abrazaba, la besaba, se volvía uno con ella, Hinata gritaba su nombre, a veces se mordía los labios para no hacer ruido, y al finalizar acababan juntos y abrazados.

Pero claro, eso solo podía pasar en sus sueños, porque en la realidad, siendo sincero, ella nunca se fijaría en alguien como él. Tan aburrido, amargado, raro y viejo. Alguien tan falto de vida. Tenía un buen apellido y había sido Hokage, pero eso no sería suficiente para Hiashi Hyuga. Kakashi no tenía más familia, solo era él. Era bien sabido que las hijas de Hiashi se tenían que casar con otros miembros del clan para preservar el byakugan, o bien, con el heredero de algún clan reconocido de Konoha.

Cuando pensaba en eso, su cabeza le dolía y le daba vueltas, se sentía estúpido queriendo a una mujer que nunca podría ser de él.

Además, después de todo eso estaba la misma Hinata. Ella nunca lo aceptaría porque para empezar, en un principio la trató tan mal. Hinata era una princesa después de todo, estaba acostumbrada a que la tratasen como una delicada flor. Y él ya había dejado en claro que era temperamental, descontrolado y hasta un poco violento si es que estaba en sus días difíciles.

El panorama no era nada alentador.

Pero al menos el frío se había ido. Eso hacía que se durmiera más rápido para no pensar.

Ahora, en ese día soleado, bebía.

—Buenas tardes, Kakashi-sensei. —Una figura femenina saltó por la azotea y cayó de forma perfecta a unos metros de él. Era una chica con el uniforme estándar y largo cabello azul.

—¿Hinata? —Su presencia lo asustó un poco. Estaba pensando en ella y de repente aparecía, tanta casualidad lo había descolocado.

—El ANBU que lo cuidaba salió en misión. Me encargaron ser su guardia por este día. —Le informó la voz de Mirai. Kakashi parpadeó un par de veces rápidamente, dándose cuenta de que solo había sido una ilusión de su deseo. Ahí solo había una joven de cabello corto y castaño, con unos grandes ojos rojos.

—Hola, Mirai-chan. —No pudo esconder la decepción en su tono. Mirai endureció su mirada.

—¿Esperaba a mi madrina? —Su rostro no era alegre ni enérgico como de costumbre, al contrario, se notaba fastidiado y frío.

—No, solo pensaba en ella. Le debo dinero. —Mintió.

Kakashi suspiró, "Necesito hablar con Gai", pensó.

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Kakashi se sorprendió demasiado cuando Mirai le dijo que lo vigilaría desde las azoteas de los edificios para "darle su tan anhelada privacidad", recalcó sin darle tiempo a responder y dio un salto lejos de ahí, desapareciendo de la vista del peligris. Se sintió culpable por haber tratado a Mirai tan despectivamente la última vez, pero siendo franco consigo mismo, le gustaba más que lo vigilaran como el ANBU de la máscara de mono, siendo discretos, como si nadie lo siguiera.

Atrapado en el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora