II. Kekkei genkai

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La oscuridad había tomado presa la habitación de Kakashi. Dormía plácidamente, sintiendo que había algo cálido detrás de su espalda. Olía a flores. O a vainilla. No sabía exactamente, pero era un olor dulce. Por otro lado, Hinata estaba recostada boca arriba mientras Kakashi le daba la espalda. A pesar de que no lo veía directamente, el solo hecho de saberse a centímetros del sensei y encima de su cama le hacía sentir muy nerviosa. Contaba los minutos lentamente, remarcados en el reloj digital de números rojos. El tiempo no parecía avanzar.

09:57pm.

Le había prometido irse a las diez. Deseaba con todo su corazón que ya fuera la hora señalada. Tal vez él no se daría cuenta de cuando ella se fuera. Estaba profundamente dormido. Hinata miró un poco y vio cómo el costado de Kakashi se alzaba y luego bajaba, respirando tranquilamente.

Se apoyó sobre sus codos para levantarse cuando...

—Todavía no son las diez. —dijo una voz grave y soñolienta.

Hinata se asustó y rápido volvió a acostarse sobre la cama. ¿Cómo es que había notado su movimiento? ¿Cómo es que sabía que aun no daban las diez de la noche? Ni siquiera podía mirar el reloj en esa posición.

—E-Es que tengo qué ir a casa, Kakashi-sensei.

—Shhh.

La joven no se atrevió a insistir. Mejor continuó acostada, con sus manos juntas sobre su pecho, esperando.

—¿Cuál es su comida favorita? —susurró para no incomodarlo tanto. Ese murmullo le pareció a Kakashi adorable y relajante.

—Pescado. —contestó con simplicidad.

—Hay muchos tipos de pescado y muchas recetas para...

—Shhh. Te has vuelto habladora. No eras así.

Hinata volteó a ver el reloj. Eran las 09:58. Ya casi.

—Kakashi-sensei...

Le asustó que de repente Kakashi se acomodó de lado, pero esta vez viéndola a ella fijamente con una expresión un poco molesta en sus ojos negros, desprovistos del sharingan. Había allí una cicatriz todavía notable en su ojo, surcándole parte de la ceja.

—¿Por qué estás aquí, Hinata? —preguntó con la voz más recompuesta.

—Usted... usted me invitó. —repuso sin poder evitar tartamudear y sentirse tímida.

—Si alguien te invita a su casa, ¿asistes sin más? ¿así como así? —Elevó una ceja, interesado en poner más nerviosa a la ojiperla.

—No, no Kakashi-sensei. No asisto. —Negó con la cabeza, evitando mirarlo a él y sus ojos negros que parecían pedirle algo.

—¿Entonces por qué estás aquí? No te quedaste solo porque te lo pedí, ¿o sí?

—Me quedé solo porque quiero saber qué le gusta comer.

—Pescado. —Volvió a responder poniendo los ojos en blanco.

Hinata mentalmente también puso sus ojos en blanco, si eso era posible.

—Sí, pero hay muchos tipos de pescado y muchas recetas. Tiene qué ser más específico.

—Hay uno que me gusta. Caballa hervida. —Le concedió como regalo por haberse quedado.

—Bien, ahora lo sé —Hinata se levantó con una sonrisa —. Son las diez en punto —Señaló el reloj —. Así que me tengo qué despedir, Kakashi-sensei. —Le dio una reverencia —. Muchas gracias por dejarme estar aquí. Hasta luego.

Atrapado en el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora