X. Liberar el silencio

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Era una mañana fresca gracias a la lluvia que se mantuvo casi toda la noche. Kakashi dormía pacíficamente sobre el pecho de Hinata. Dormir con ella era suave y tranquilizante. Nunca había dormido tan profundo en muchos años. Con sus brazos la abrazaba por la cintura y la espalda. Olía ligeramente a flores frescas. Antes de dormir, Hinata quería escuchar la historia y Kakashi le concedió uno de sus tantos cuentos de terror.

Esa noche le contó cómo murió Mikyo, su madre. Una mujer hermosa y de carácter dulce. Enfermó cuando Kakashi aún era pequeño y murió. Aquello devastó a su padre, pero continuó con su camino shinobi. Intentó cumplir con su deber de ninja y ser padre. No logró terminar ninguno. Cuando le dieron a escoger entre la vida de sus compañeros y la misión, eligió la vida, y fue odiado por eso. Así el joven Kakashi Hatake, huérfano, creció con la idea de que lo más importante era llevar a cabo la misión. Pero la vida es curiosa y una perra a veces, y se encargó de demostrarle dolorosamente que también los camaradas importaban.

La muerte de Rin, Obito y Minato sería para otra noche.

De ahí seguiría la de Jiraiya y Asuma. Los años perdidos de Sasuke, cuando le falló a su equipo como sensei. Y no pudo traerlo durante años. En realidad nunca pudo traerlo. Fue Naruto, siempre Naruto el que mantenía unido al equipo 7.

—Cuando llegaste tú a mis días fue justo en la hora del caos. —Le dijo con una leve sonrisa —. Nunca te pregunté por qué de pronto decidiste venir a mi departamento a dejarme comida.

—En realidad es curioso, porque de hecho fue mi padre quien pensó en ti. Se quejaba porque no soportaba las fiestas que había en la aldea por el Nanadaime, decía que tú podrías haberte quedado un poco más en lo que Naruto-kun tomaba algo de juicio.

—¿Así que esto empezó gracias a tu padre? —Elevó una ceja, Hinata dio una pequeña risita.

Kakashi la observó un momento. Le puso una mano en la cara y con el pulgar le acarició la mejilla, ahí acostados en la cama.

—Qué extraño. —frunció el ceño y sonrió —. No lo había notado.

—¿Qué?

—Nuestros ojos. Los míos son negros y los tuyos blancos. Como oscuridad y luz.

Hinata se quedó observando la seriedad del rostro de Kakashi. Su hipnótica voz la hacía perderse cuando hablaba bajito y grave, cuando su mirada oscura se posaba en ella y no dejaba de admirarla.

—¿Soy luz? ¿Es que no me has visto enojada?

—¿Das miedo?

Hinata sonrió divertida.

—Doy terror.

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Era una mañana linda y fresca. Hiashi se levantó como siempre a las seis de la madrugada para darse un baño tibio, se puso crema para las arrugas y luego salió a admirar el estanque nuevo que había mandado poner. Había ahí peces koi, estaba pensando poner también nenúfares, pero no sabía si eso afectaría el hábitat del estanque. Unos pasos ligeros lo hicieron voltear. Era su hija Hinata.

—Buenos días, Hinata. —La saludó un poco serio y ella dio un respingo, asustada.

—Buenos días, padre.

—No dormiste anoche en la mansión.

—Sí, solo que me levanté temprano...

—No era pregunta.

Atrapado en el silencioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora