La historia del príncipe Can. Parte III

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Suspiró fuertemente. No debía dormir, tenia que encontrarlo rápidamente. Volvió a invocar el portal y lo atraveso, no necesitaba cambiarse ya que seguía con la ropa negra ajustada puesta que apretaba sus definidos músculos. Reapareció en la ciudad pero esta vez no sentía tantas náuseas como al principio. Capaz porque ahora era de noche y los olores se mezclaban con la fragancia inigualable de la luna, que era exquisita, una delicia.

- Te encontré.- dijo, largando una risa simbolizando victoria. El alma había entrado al ultimo piso de un apartamento, el número 13. Como no tenia manera de entrar por la puerta, decidió volar hasta allí. Era la desicion más sensata, nadie lo podía ver ya que la oscura noche lo ocultaba. Desplegó sus largas alas y prendió vuelo. Una vez en el piso 13, observó que las ventanas estaban abiertas, dándole fácil acceso a la vivienda. Su plan de  acción era simple. Entrar, capturar el alma y salir lo más rápido posible sin ser visto.

Entró despacio, flotando sin hacer ruido, aunque sus alas emitían una pequeña vibración que cortaba el aire. Inspeccionó la sala pero le fue difícil encontrarlo. No había rastro del mismo hasta que se percató de un aroma suculento que reconoció de inmediato. Era ella, Dara. Su aroma era único y su esencia incomparable. Se fijo de donde provenía la fragancia y se dirigió a la habitación, engatusado por ella. Allí estaba, sus hermosos ojos cerrados y en su rostro una expresión de pura calma. La perfección para el príncipe se había manifestado en esa jovencita. Can se acercó de a poco, no quería despertarla ni nada. Voló por encima de la cama, con mucho cuidado y se acercó a su sereno rostro. Estaba nervioso. Sus largos dedos no dejaban de temblar y su respiración se volvía cada vez más pesada. Sentía que se ahogaba en ella.

Pasaron un par de minutos, él arriba de ella, nervioso pero callado, la seguía observando. Hasta que acercó lentamente su rostro al de Dara,  sus labios también, pero no llegaron a juntarse. Can sintió el alma nuevamente y se detuvo. Lo sujetó. Finalmente, lo había capturado y planeaba encerrarlo junto a las otras para siempre.

Antes de retirarse del edificio como un campeón, retomó lo que estaba por hacer antes. Le sujeto las mejillas con una mano y se acercó a ella. No dejaba de contemplarle el rostro ni sus gruesos y perfectos labios. La besó. Sus labios estaban pegados, unidos,  hasta que Dara despertó y lo besó como una persona enamorada. En vez de asustarse al ver a un sujeto en su cuarto, en su cama y arriba de ella, prefirió alargar el beso pero como no se conformaba con uno simple, le añadió más pasión. Can estaba sorprendido, se había perdido por completo en ella y en el beso. Empezó a sentir demasiado calor y el cuerpo le temblaba. No quería parar, quería más. Dejó de volar y se acostó encima sin cortar ese candente beso. Con una mano comenzo a acariciarla, dándole suaves mimos. Sus dedos recorrieron todo su cuerpo con cautela, dejando su huella en ella. Sus labios comenzaron a bajar al largo cuello de Dara, dándole  tiernos besos que expresaban el deseo que comenzaba a crecer cada vez más en el pecho del príncipe. La terminó mordiendo por instinto.

- Pará. .. duele..- murmuró Dara.

- Perdona, lo que pasa es que vos me tentas.- confesó Can.

Él se alejo. Estaba apenado completamente. Su cuerpo se movía sólo por el calor del momento.

- No te preocupes. Todo lo que venga de ti, me gusta.- contestó ella.

Se miraron nuevamente en silencio pero distanciados. Él no estaba más sobre su cuerpo, estaba sentado en la cama con una mano agarrándose la frente y la otra sujetando con fuerza al alma.

- Me retiro.-

- No te vayas, pasa la noche conmigo. No deberías ser tan desconsiderado. Entraste a mi casa sin mi permiso y ahora te vas luego de darme un beso. ¿Acaso para ti no significó nada?- con enojo dijo ella.

- No entiendes.-

- Entonces explícame pero esta vez intenta formularme por lo menos una oración. Estoy harta de tus respuestas cortas que tienen como máximo tres palabras.- exclamó con mucha más furia.

- Calmate. Te mostraré.- dijo tranquilo Can.

- ¿Mostrarme qué? -

Se acercó a ella y la miró fijamente, mordió uno de sus dedos y con la sangre que empezó a derramarse, le tocó la frente. Dara estaba desorientada, no entendía porque se había auto infligido daño. Salió rápido hacia su baño en busca de unas vendas para detener el sangrado, mientras él seguía sentado en su cama. Cuando volvió, se le heló la sangre y sentía como los pelis del cuerpo se le erizaba. Dejó caer las vendas al suelo y aterrada pegó un grito tremendo mientras lágrimas de terror brotaban por su rostro. Antes de que despertase algún vecino, Can se acercó rápido a ella para sujetarla y taparle la boca. Temía que alguna persona entrase y pensase que él trataba de hacerle daño a tan delicada joven.

- Shh... No querrás que te oigan, o ¿Si?- murmuró Can en el oído de Dara.

- Pero.. pe..pero..-

- No te preocupes. No te pasará nada.-

- ¿Qué es eso que tienes en tu mano?- pregunto Dara. Se había calmado un poco, pero los nervios seguían presentes.

- Un alma.- contestó.

Can comenzó a explicarle quién era realmente y que había extraviado un alma en su tierra. Y ahora que la encontró, volvería a su reino. Le confío uno de los secretos más grandes de la humanidad, la existencia de los demonios, como él. Luego la soltó y Dara se calló al suelo de rodillas. Estaba sorprendida, estaba en presencia de un demonio y podía observar de manera clara como lucia un alma humana. No sabia si era un regalo divino el poder ver cosas que uno normalmente no puede.

- Ahora que la encontraste, volverás a tu hogar pero ¿vendrás de nuevo aquí?- pregunto con una voz temblorosa.

- ... -

- Contesta.-

- ...... -

- ¡CONTESTA!- gritó Dara.

Al ver que no le respondía, se largo a llorar. Las lágrimas brotaban sin parar de sus verdes ojos. Quería contenerlas pero estaba muy enojada para lograrlo. Can al no saber que hacer, la agarro por la cintura y la besó. Al menos así podía cambiarle el humor aunque no detuviera su llanto. Así estuvieron por unos minutos, hasta que Dara corto el beso. Levantó la mirada y mientras se perdía en los oscuros ojos de Can dijo:

- Llévame contigo.-

El príncipe de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora