Los vándalos aprovecharon el desconocido destello para huir de las garras de Can mientras que el intentaba recuperar la visión. La luz calmó su ser y volvió a la normalidad, sus ojos regresaron a ser negro noche y su piel se enfrió.
- Que sorpresa hace mucho que no te veo.-
- Desde que nacimos para ser exactos.- dijo la extraña voz. Del destello pronto surgió un cuerpo bastante similar a Can, misma estatura, mismo cabello pero distintos ojos. Los suyos eran azul cielo.
- No me hubieras detenido. Los hubiera acabado.- dijo Can.
- Por eso te frene. Aún no eres capaz de manejar tus poderes a tu voluntad. Te falta mucho.- le comentó con sensatez su hermano.
- No quiero interrumpirlo.. pero.. PODRIAN DESATARME ¡POR FAVOR! Gracias.- gritó con ironía Dara que se hallaba inmóvil y adolorida. Con suma velocidad, Can acudió en su auxilio. Desató las cadenas con mucho esfuerzo. Al volver a su estado normal, en ese callejón, se sentía como al principio, débil. Una vez libre, Dara lo abrazó mientras que sus lágrimas caían sobre el rostro del príncipe manchado en sangre.
- Dime que te encuentras bien. Estas sangrando y tus heridas parecen graves.- dijo la joven asustada mientras trataba de parar su llanto. Pero antes de poder contestarle, se desplomó en sus brazos.
- Quédate tranquila. Estará bien, después de todo él es un demonio. Ahora necesita descansar. A propósito, soy Deen el hermano de Can.-
- Encantada, yo soy Dara. Espero que se recupere pronto. Sus heridas son bastante graves, no puedo no preocuparme por él.-
- Ya veo... Acompañame.- dijo Deen quien frunció el seño luego de escucharla. Recogió a su hermano y lo puso en su espalda. Movió su mano a la derecha y luego a la izquierda para abrir un portal en una de las paredes del callejón. Se introdujo allí e invitó a Dara a pasar. Una vez los tres adentro, se cerró sin dejar rastro alguno.
Esta vez, el portal los llevó a otro mundo. No era el humano ni el infierno. Era el sagrado cielo. Era perfecto. El clima era cálido pero refrescante, había buena laminación y se podía percibir el agradable sonido de las aves revoloteando por un hermoso y vívido jardín que se encontraba allí. Las flores que crecían en ese lugar eran increíbles. Uno observaba el arco iris con sus ojos. Habían rosas azules, tulipanes verde, claveles rosa y más, pero lo más exquisito no era la vista sino el dulce aroma que te envolvía a penas ponías un pie en el paraíso.
- Aquí sanará más rápido. En cuestión de horas estará bien.- dijo el dueño de los cielos, mientras colocaba suavemente a su moribundo hermano en una blanda cama para permitirle descanso. Luego se retiró de allí, conduciendo a la joven al bello jardín.
- Muchacha, ¿Sabes qué tipo de criatura es mi hermano?-
- Sí, él es el príncipe de los muertos.-
- Y tu jovencita, entiendes su labor. ¿Verdad?-
- Yo solo sé que se encarga de purificar almas para que vengan aquí, contigo.-
- Dara, él hace más que eso. Es el verdugo. Es el encargado de juzgar a las almas en dos de las categorías universales: malas o buenas. Además de ser capaz de convertir algunas, en almas puras y cándidas. Pero para lograrlo debe pagar un precio alto.- dijo Deen con una voz muy seria.
La curiosidad de Dara, como ser humano, la impulsó a preguntarle:
- ¿A qué te refieres con eso exactamente?-
- Verás, por cada alma que cura, absorbe su energía maligna y él aún no es capaz de controlarla. Hoy has visto el caos que puede llegar a ocurrir si no se mantiene. El enojo nunca había sido un problema ya que los dioses no tendemos a desarrollar esos sentimientos por nosotros mismos, son causados por terceros. La magnitud de violencia es inmenso pero por suerte no sucedió nada, se pudo calmar a tiempo.-
Deen la miraba con sus ojos cristalinos. Por unos minutos se quedaron en silencio hasta que Dara nuevamente formuló una pregunta.
- ¿Qué tratas de decirme?-
- Lo siento pero no te permitiré verlo más. Tú has sido la razón por la cual mi hermano siente. Su odio creció porque debía protegerte. Será mejor que te olvides de él para siempre.- el príncipe de los cielos al finalizar esta frase, levanto su mano y al mover sus dedos lanzó un conjuro para borrarle la memoria. Ella creería que todo fue un sueño, un producto de su imaginación. Luego se paró frente a ella y con su fuerte brazo la empujó tirandola al vacío. Dara comenzó a derramar sus lágrimas a medida que caía, quería gritar pero estaba cayendo a tanta velocidad que el aire la comenzaba a ahogar, imposibilitandole el habla.
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El príncipe de los muertos
RomanceEl príncipe Can es el encargado de purificar las almas de los muertos y castigar aquellas que sean subversivas, mientras que su hermano Deen, gobierna el cielo. Así vivieron por millones de siglos hasta que un alma escapa del inframundo hacia el mun...