La historia del príncipe Can. Parte XI.

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Sonó el teléfono de la casa y Dara corrió a atenderlo semi desnuda. Solo una blanca sábana tapaba su pecho, cintura y caderas, dejando ver sus largas y esbeltas piernas. Can la observaba a distancia y comenzaba a desearles más y más. Había probado el fruto prohibido una vez. Ahora quería repetir.

En el teléfono estaba Frederick. Seguía en el hospital, había llamado para avisar que se demoraría y no llegaría a almorzar en casa. Eran las 11:45. Ellos dos tuvieron aventuras por varias horas y todavía no se sentían completos.

- Ven aquí conmigo.-

- Perdona pero no debo.. no me tientas más por favor. Te lo pido.-

- Puedo ver en tus verdes ojos lo mucho que me deseas.-

- Por favor.. vístete de una vez y vete. Yo me hire a dar una ducha. Necesito meditar sobre lo sucedido.-

- Como quieras.-

Dara se dirigió al cuarto de baño, prendió la ducha y se metió rápidamente, dejando la sábana en el suelo. No podía creer lo que había sucedido. Le fue infiel a Frederick. Se ve que el amor a veces es vencido por la tentación. Y vaya qué tentación, pensaba para sus adentros. Mientras colocaba shampoo sobre su cabello, la puerta se abrió. Era Can.

- ¿Qué haces aquí?- le gritó Dara, tratando de esconderse detrás de la cortina de baño.

- Lo que me ordenaste. Me voy a vestir. Vine a buscar mi ropa. Ayer la deje aquí.-

- ¡Largate!- volvió a gritar.

- No puedo. No me pidas que me vaya lejos de ti. No puedo. Tú haces que alejarme sea un problema...-

Dara lo observaba desde la ducha. El shampoo de su pelo comenzó a caer por su frente, entrando en sus ojos.

- Ahg, ¡mis ojos! Arde.

De pronto pudo sentir como alguien le enjuagaba el rostro. Cuando abrió los ojos lo vi a Can que había entrado en la ducha con ella. Verlo bajo el agua lo hacía más hermoso.

- Sal de aquí..- ordenó ella.

Ignorandola, la agarró de las muñecas nuevamente y la embestio contra la pared para besarla intensamente bajo la ducha. Al principio, ella mostró resistencia pero luego de que él comenzará a acariciarla y besar la con ternura. No tuvo otra opción más que ceder ante su persona.

Metió mano por todos lados, la agarró de los muslos y comenzó a penetrarla bajo el agua del grifo. Esta vez no fue despacio como en la habitación. Fue brutal. Dara comenzó a gemir como una condenada. El dolor combinado con el extasis que generaba el ambiente era una combinación fatal. Sentía que tocaba tanto el cielo como el infierno con sus mismas manos para luego volver a la tierra. Él se convirtió en su nueva droga. Estuvieron unos minutos bajo la ducha tratando de apagar su fuego y una vez que vieron que tenían los dedos arrugados, salieron.

Can la abrazó por la espalda mientras le besaba la nuca para luego llegar a su boca. Comenzaron a besarse. Fue otro beso apasionado, solo que esta vez, bastante húmedo y mojado.

Agarraron unas toallas para secarse. Ella a él y él a ella. Luego de terminar se dirigieron al dormitorio. Dara se vistió frente a él, tentando a la bestia salvaje que llevaba dentro, pero cada vez que veía que él se acercaba para atacar, le decía que se calmara. No quería que Frederick, quien estaba por llegar, los encontrase juntos pero le encantaba jugar con él. Una vez vestida, le entregó unas prendas del armario de su novio para Can.

- Vístete rápido que esta por llegar. A propósito, no digas nada de lo sucedido.

Can se puso las prendas y se acercó a ella para besarla pero llamaron a la puerta. Tuvo que atender. Era Frederick.

- Amor te extraño. Siento mucho llegar tarde.- dijo mientras agarró a Dara por la cintura para acercarla. La beso con pasión, se había olvidado de Can, su huésped.

- Lo siento. Pasa que me emociono cada vez que veo a esta mujer, me vuelvo loco.- se disculpó hacia Can.

- Descuida. Te entiendo.- contestó. Dara le lanzó una mirada penetrante sin que Frederick se diera cuenta y dijo:

- Bebé, ¿Qué te dijeron los médicos?-

- Por suerte estoy bien, no me paso nada. Sólo eran unos moretones, me han dicho que he exagerado mis heridas, solo eso... Dime Cándido, ¿Todavía no tienes a donde ir?-

- Sí.-

- Entonces quédate con nosotros. Me encantaría tener a un amigo, perdón. Si es que te puedo decir así.. -

- Por supuesto. Como amigos que somos, me puedes decir Can en vez de Cándido.-

- Entonces está decidido, Can se queda otra noche más. ¿Te parece bien cielo?-

Intercambio miradas con Can antes de contestar con un suspiro.

- No tengo objeción.-

- Yo tampoco.- dijo Can.

El príncipe de los muertosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora