|PRÓLOGO|

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"El destino mezcla las cartas y nosotros las jugamos"

—Arthur Schopenhauer

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El Comienzo del Destino

Corría con alegría por los pasillos. El eco de sus pasos resonaba hasta el interior de las habitaciones, después de todo era el único presente en las instalaciones de la guardería.

–¡Ven, te quedaras atrás!

Dio vuelta en sus pasos e hizo señas para que, aparentemente la nada, lo siguiera. El niño quedo quieto en su lugar unos momentos, prestando atención al aire que estaba más arriba de él, como sí observara a alguien mayor a su altura; luego dibujo una sonrisa emocionada reiniciando su corrida. Algunos perros aullaron ante el ruido que provocaba, aunque no era de extrañar considerando que eran alrededor de las tres de la madrugada.

–¡Mira mira!

A los oídos del infante llega un suave ronroneo que le transmite alegría a su pequeño corazón. Chilla extasiado cuando su acompañante apresura el paso acorde a sus demandas y se permite volver a reír cuando los ojos ajenos reflejan un destello de duda. El infante de cinco años sirve de guía hasta llegar a un aula vacía, aparententemente un mini estadio de basquetball o algo similar.

–¿Qué deseas mostrarme?

A los oídos del menor llega el suave sonido de una voz amable y comprensiva, como sí su portador tuviera un océano de paciencia en su interior. Probablemente lo tiene.

–¡Esto te va a asombrar!—, grita el crió mientras alza sus manos al aire como sí presentara un espectáculo. El ente atina a sentarse en sus patas traseras prestando total atención al niño.

–¡Se lo mostré a Dylan el otro día y también le gustó!¡Ven mira!¡Pero mira!¿Me estas mirando?

–Si si. Estoy viendo.

El menor asiente satisfecho, en medio del estadio extiende sus manitas frente a él, frunce el ceño y se concentra. Hay silencio los primeros segundos pero nadie se atreve a romperlo. Entonces una chispa brillante explota delante de sus palmas, desaparece en un parpadeo de vela. El contrario permanece impasible observando. Entonces un segundo destello azulado ardiente y mas grande que el anterior, flota en el aire unos instantes y se desvanece rápidamente.

–¡¿Viste viste?!

–Lo hice. Invocaste tus llamas, felicidades.

Rin suavisa su sonrisa y se acerca ante el gesto que la bestia hace, invitándolo a un abrazo o algo así. De pronto, la bestia tensa su cuerpo mientras voltea alarmado a todas partes, levantándose con un siseo ahogado.

–¿Qué sucede?

–Debemos irnos.

No tiene tiempo a pensar para cuando su camisa es tomada en un agarre veloz y el ente corre con el niño colgando de su hocico, se despliegan sus alas emplumadas preparándose para el vuelo, a la vez que escucha el repiqueteo del caminar de al menos una docena de personas acercarse apresurados.

Linaje AzulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora