《 11 》

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En el que Genki y un par se enfrentan a las abejas reinas.

Y pierden.

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Mismo día, 14:47 de la tarde. Residencia Takebuchi.

Los chillidos de Aki se podían escuchar desde el baño del segundo piso. Genki continuo con la tercera ducha del día, pasando una generosa cantidad de jabón con aroma a lavanda de su madre por todo su cuerpo. El aroma dulce del producto le causo que arrugara la nariz, disgustado.

El suyo se acabó en la primera y segunda ronda de aseo, y ahora mismo parecía una langosta con lo fuerte que se refregó el cuerpo para quitar la maldita pintura con olor dudoso. Aun podía olerla, aunque había desaparecido hace tiempo.

No quería imaginar que mierda fue lo que había allí, para generar ese olor.

—¿Genki? ¿Cariño? ¿Estas bien? Aki y Ryoga ya acabaron, pero aún le queda suficiente rato a Kosukë y Jey. Iré por más jabón y champú. —hablo su madre, interrumpiendo su meditación por un momento.

Genki abrió la mampara de vidrio empañado por el vapor. —¡Lo estoy, por favor trae helado de menta y chocolate! —era absurdo, pero lo necesitaba con urgencia.

Está bien osito, vuelvo en seguida.

Corto el agua de la ducha y salió, tomando una toalla y envolviéndola alrededor de su cintura. Se paró delante del espejo, y paso una mano por el para quitarle el vapor. Su reflejo cansado y ligeramente furioso le devolvió la mirada, su cabello húmedo y goteante se le pegaba en la frente, no se veía bien.

¿Cómo permitió que esto se saliera de control? Por supuesto, esto solo lo hizo al momento de la llegada del chico rosa alto. No el bajito, Haruya nunca quiso involucrarse abiertamente con nadie fuera del circulo de perdedores, y ellos nunca intentaron provocarlo al ser tan inestable. Pero Niiyama Koichi era la definición de imprudencia.

Él chico andrógino les dio el pase a tomar represalias, les dio esa libertad y Genki odiaba cuando algo así ocurría. Porque ya estaba acostumbrado a una visión normal del grupo de perdedores, no quería tener que cambiarla.

Debía de enfrentar a la reina de las abejitas.

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—¡Esos hijos de-...

—Tienes que calmarte, respira Aki. Te estas poniendo morado. —instruye Masaya, con cuidado. El rubio asintió, respirando de manera agitada y desigual. —Bien, vas bien.

MiA, dejo su teléfono y los observó, desde el sofá. El cuarto de Genki era un desastre de toallas por doquier, bolsas de basura llena de ropa llena de pintura apestosa que todos se negaban a tocar en un rincón alejado de ellos.

La habitación de su amigo tatuado era enorme, demostrando la calidad de vida que llevaba como hijo menor del alcalde de Yokohama. Claro, no era multimillonario, pero aun así...

—¿¡BIEN?! —estallo otra vez, el tono morado volviendo. —¡NOS ROCIARON CON PINTURA CON OLOR DUDOSO, EL DIRECTOR NO NOS CREYO EN ABSOLUTO!

—Es porque no eran ellos. —dijo Luvia, acostado en la cama tamaño King del líder. —Los vi.

Suica asintió. —Yo igual. Estaban allí, creo que uno nos filmó.

Aki bufo audiblemente y murmuro una grosería que les causo una mueca a los gemelos. —¿Lo creen? ¡Es obvio que uno estaba involucrado!

Masaya puso los ojos en blanco. Estaba exagerando terriblemente, pero entendía a su pequeño amigo, estaba humillado y enfadado, todos los estudiantes difundieron la noticia en todo twitter y fue casi algo viral, incluso los malditos niños en bicicletas fueron un tema de conversación muy mencionado en las redes. Instagram contaba con una variedad de imágenes y cortos videos del incidente, y muchos adolescentes comentaron que se lo merecían y que incluso con pintura, parecían lindos.

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⏰ Última actualización: Apr 03, 2021 ⏰

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