-Anabel en multimedia-
Sus enormes garras arañan la tierra bajo sus patas, tan fuertes, tan musculosas. Su pelaje plateado brilla incluso a la tenue luz de la luna. Noto su respiración, tan ajetreada, cómo inspira y expira tan rápidamente pasando el aire a través de sus afilados colmillos y su húmedo hocico. Y, ahí están, esos ojos, que no dejan de mirarme, de observarme, como si fueran capaces de leer en los míos, como si entendieran la situación y me conociera. Quiero escapar de su hechizo pero hay algo que me conmina a quedarme quieta, a devolverle la mirada. Por un segundo soy consciente de todo lo que me rodea, del sonido del viento silbando a través de las hojas perennes de los árboles, de ese ratoncillo de campo royendo una corteza a mi izquierda, de esa sombra dentro del árbol hueco que se encuentra justo detrás de la fiera. El animal comienza a caminar a mi alrededor, acechándome agazapado. ¿Me está cazando? No puedo moverme. Ni siquiera soy capaz de girarme cuando avanza por detrás de mi en círculos. De repente se para. Se alza cuan alto es, levanta la cabeza y tensa todos y cada uno de sus músculos. Sus orejas puntiagudas se mueven. Algo habrá captado su atención. Presto oídos y entonces lo oigo, un largo y profundo aullido, tan suave que pienso que debe estar a kilómetros de nosotros. El lobo se da la vuelta. Por primera vez me da la espalda. Ni siquiera lo pienso, me lanzo a correr con todas mis fuerzas. Por alguna razón que no logro comprender no me duelen mis pies descalzos cuando piso tierra y piedras tan pesadamente. A mis lados, árboles idénticos pasan veloces. Sé que el animal no me sigue, pero aun así no puedo dejar de correr. Avanzo y avanzo entre matorrales, arañándome las pantorrillas, aunque tampoco eso me duele. Otro aullido rasga el aire. Y otro. Y otro más. Cada vez son más altos, como si se estuvieran acercando, aunque sé que nadie me sigue. Paro de correr y escucho atentamente. Siento ligeros gemidos a mi derecha, mas no hay nada en el bosque ya, todo ser vivo ha desaparecido, toda vida que respiraba se ha extinguido. Todo excepto los gemidos. Una mano húmeda me sujeta el hombro.
-¡Por favor Aria, despierta! -Andrea solloza a mi lado. Estoy en un montón de mantas sobre un suelo de madera. La cabeza me da vueltas. Consigo, no sin esfuerzo, enfocar la cara de mi amiga, está hinchada de llorar-. ¿Qué ha pasado Aria? ¿Dónde estamos? -está tan asustada.
-Deja de estrangularme el hombro -mi voz suena pastosa, como si llevara horas y horas durmiendo. Andrea deja de llorar y me mira. Si no la conozco mal, justo ahora se está dando cuenta que yo estoy en la misma situación que ella. Genial. A veces es tan poco perceptiva.
-Lo siento -niego con la cabeza, la verdad es que la entiendo, yo estrangularía a alguien ahora mismo.
Miro a mi alrededor. Todo es de madera, la mesa sencilla que se encuentra a mi izquierda, las dos sillas que la adornan, el marco del maltrecho espejo que cuelga en la pared a mi derecha, el techo, las paredes. Creo que estamos en una cabaña. Desde luego, esto no es el cortijo donde anoche me acosté a dormir. Reparo en Anabel, al otro lado de la habitación tendida sobre otro montón de mantas. No hay rastro de los chicos, ¿nos estarán gastando una broma? Rápidamente deshecho esa idea. Este lugar no está en la finca, la recorrimos de cabo a rabo y esta cabaña no está en sus inmediaciones. Vuelvo a mirar a Andrea.
-¿Está bien? -me asiente.
-Conseguí despertarla un poco, pero se volvió a dormir -está dormida. O drogada.
-¿Tú estás bien? -vuelve a asentir-. ¿Sabes dónde estamos? -las ideas se me van aclarando por momentos. Veo como le cae una lágrima de los ojos mientras niega lentamente con la cabeza. Y sé que va a estallar otra vez-. No puedes venirte abajo ahora Andrea, tienes que ser fuerte. Ya habrá tiempo para lamentarse cuando sepamos dónde estamos y qué ha pasado con los demás -Andrea pone los ojos como platos, pero sabe que llevo razón y lo acepta tan rápido como puede, porque se enjuaga las lágrimas con la manga de su pijama y se sienta a mi lado.
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Rapto
Teen Fiction"Vas a ir a la cárcel... lo que has hecho conmigo tiene un nombre, se llama secuestro. Has secuestrado mi corazón y ahora no soy nada sin ti"