CAPÍTULO 5

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-José en multimedia-

El sol esta saliendo, es un paisaje hermoso, lleno de vida y de verde, sobretodo de verde. Me imagino con Leyla aquí, en este lugar maravilloso, qué contenta estaría ella corriendo hasta cansarse, y viendo las estrellas en la noche. Algún día me la llevaré lejos, a un lugar que le guste, como éste, irá a la escuela y tendrá amigos, será feliz, y yo con ella. Muchas veces sueño con ese futuro, desde que supe que tenía una hermana. Recuerdo perfectamente cómo me sentí. Habiendo pasado la totalidad de mi vida solo, de una casa de acogida a otra, no pude hacer otra cosa que adorarla desde el momento en el que la asistenta me dio la noticia; "tu madre biológica ha tenido otro bebé", me dijo, "es una niña preciosa". Sin embargo la alegría de sus palabras y su sonrisa no alcanzaba a sus ojos. Todas las cosas buenas de mi vida tienen un pero, "tu mamá vendrá a verte mañana, pero no podrás irte con ella", "la próxima semana vendré a buscarte para sacarte de aquí, pero te llevaré a otra casa con otra familia"; sin embargo este fue el pero más desgraciado de toda mi existencia. María, la asistenta, me miró esperando a que dijera algo, sin embargo me contuve de expresar cualquier sentimiento, no hasta que me lo contara todo. "Tu madre ha decidido... darla en adopción a ella también". ¡Bum! Ahí está. El peor pero de mi vida.
Han pasado tres días. Comienzo a hartarme de estar aquí, la espera me mata. No soporto a Cristian, se comporta como un gilipollas, el aburrimiento lo tiene descontrolado. El primer día fue tranquilo. Dentro de la casa no parecía haber movimiento alguno, debido a la resaca deduzco. Los chicos volvieron a armar otra fiesta la segunda noche, aunque esa vez fue diferente, la mitad de ellos no probó el alcohol. Creo que pasó algo la noche anterior que hizo recapacitar a esa mitad; Cristian me había dicho que escuchó gritos provenientes del caserío cuando yo ya estaba durmiendo y, no sé porqué, la imagen de unos grandes ojos marrones acudió a mi mente. Ayer los críos decidieron ir de excursión, estuvieron todo el día fuera de la casa. Cristian intentó entrar en la propiedad a pesar de mis advertencias sobre el personal del servicio, faltó muy poco para que una señora lo pillara; aprendió la lección. Los habitantes de la casa llegaron sobre las siete de la tarde y, a juzgar por su atuendo, vienen de la playa.
Decido, dado que el idiota sigue durmiendo a pesar de ser más de las once de la mañana, dar una vuelta por los alrededores. Los chicos también salieron hoy. No obstante yo sigo aquí. Estoy al aire libre y, sin embargo, me siento tan preso, sin poder elegir, tirando mi futuro a la mierda. No podré volver a la Universidad, no podré reclamar la custodia de mi hermana, me pasaré la vida encerrado en la cárcel por un delito que me veo obligado a cometer. Si por lo menos tuviera la opción de escoger.
Vago sin un rumbo fijo hasta que me doy cuenta de la hora que es. Cuando regreso a la camioneta me encuentro con más gente de la esperada.
-¿Dónde se supone que estabas? -vocifera José, acercándose a mi con los puños cerrados. Todos los músculos del cuerpo se me tensan, una reacción estúpida, porque me dolerá más. Ni siquiera me molesto en contestar la pregunta, no tiene caso perder el tiempo intentando razonar con un analfabeto- ¡Te estoy hablando niñato! ¡Contéstame cuando te hablo! -aquí está, su enorme puño, en mi cara. Siento calor en la boca, se me llena de sangre, todavía no lo noto, pero pronto empezará a doler. Javier lo agarra, pero su hermano no para de forcejear, veo la ira y el odio en su mirada. Me odia. Cada vez estoy más seguro.
-Tranquilízate. Nos van a oír los trabajadores de la finca -parece que esto lo calma un poco. Escupo la sangre, que mancha el verde de la hierba-. ¿Dónde estabas Adam? -Javier me mira, después de liberar a su hermano, parece preocupado. Él siempre ha sido amable conmigo, pero nunca me pondrá por encima de José. Eso nunca, lo idolatra.
-Sólo fui a dar una vuelta.
-¡A dar una vuelta!
-José, será mejor que te vayas si piensas seguir gritando. Lo echarás todo a perder -Javier intenta hacerlo reflexionar. Es un caso perdido, nunca he conocido a un hombre tan parco y tan cerrado de mente, pero consigue que se tranquilice. El labio inferior empieza a latirme, lo noto caliente, me paso la lengua y noto un pequeño corte. Me ha estampado el labio contra los dientes, con sus enormes nudillos. No aparta de mi su furibunda mirada, se me acerca, mientras levanta la mano y me señala.
-Escúchame bien, chico -me habla en voz baja-, si se te ocurre pensar por un momento que puedes destrozarme la vida, estás muy equivocado -destrozarte la vida, por favor, ojalá estuviera en mi mano-. Te lo advierto, y el que advierte no es traidor -eso dicen-. Te tengo cogido por los huevos, y como intentes algo en mi contra te aplastaré como a la cucaracha que eres.
Se dio la vuelta y se fue a su furgón. Cristian vuelve a su camioneta, ni siquiera me di cuenta de que estaba presente. Me quedo quieto, sintiendo escozor en la boca, mientras observo mi sangre en la hierba.
-Debes tener cuidado Adam -Javier siempre tan amable-, tu padre no es el tipo de persona que  lanza amenazas a la ligera.
-No es mi padre.
-No, no lo es. Ni es padre ni es hermano -le miro, nunca lo había escuchado decir una mala palabra en contra de José-, nunca ha sabido serlo, ni lo ha intentado siquiera -lo observo. Esto no me cuadra.
-¿Por qué este cambio?
-Porque ahora sé la verdad. Me lo contó todo durante el viaje. Sé porqué estás aquí, y no estoy de acuerdo con lo que está haciendo, al contrario, me avergüenzo de lo lejos que ha llegado -en su rostro asoma la tristeza.
Parece sincero, quizá esté diciendo la verdad. Después de todo, adora a Leyla desde el momento en que llegó a nuestras vidas. Lo pienso un segundo, es muy posible que sea cierto, que quiera a mi hermana incluso por encima de José.
-¿Sabes dónde la tiene?
-No, eso no me lo dijo. Se cuida de todos Adam, no confía en nadie, ni siquiera en mi -noto un deje de dolor en su voz. Al fin y al cabo, siempre lo ha idolatrado, cosa que no logro comprender, nadie en su sano juicio tendría como héroe a José, por muy hermano mayor que sea-. No sé qué pretende con todo esto, pero nunca dejaré que le haga daño, te lo prometo, te prometo que haré lo que pueda para recuperarla -y no me queda más remedio que creerle porque, ¿qué otra opción me queda?
-De acuerdo -acepto.
-Ahora voy con él, espero poder sacarle más información -se acerca para ver la herida. Me sujeta la cabeza con ambas manos y hasta que no le miro a los ojos no habla-. Debes comportarte Adam. Si queremos conseguir algo con tu padre debemos seguirle el juego.
-No es mi padre -me sonríe, a modo de disculpa.
-Mientras la situación no cambie, me temo que seguirá siendo tu padre.
Le observo mientras se aleja. Sé que tiene razón. Si hay alguna oportunidad de conocer el paradero de Leyla es siguiéndole el juego a José, por mucho que me repulse oírme llamar su hijo. Debo intentar que nos lo diga a Javier o a mi sin llegar a la locura que quiere hacer. Pero, ¿cómo? No tengo ni idea. Nunca me lo revelará a mi, al menos no conscientemente o sin algún tipo de coacción, por lo que lo único que puedo hacer por ese lado es armarme de toda la paciencia del mundo y cruzar los dedos para que Javier logre averiguar dónde la tiene. Sólo cabe esperar a ver cómo avanza todo, no quiero hacerle daño a nadie, pero hay algo que tengo muy claro; mi prioridad es proteger a mi hermana, y si para ello debo comportarme como un cabrón y raptar a unos críos, que así sea.

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