CAPÍTULO 4

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-El Castañar de Aracena en multimedia-

Me despierta el chorro de luz que entra por las ventanas. ¿Quién descorrió las cortinas? Miro a mi alrededor. Anabel y Andrea ya se levantaron, son más de las doce del mediodía. Misterio resuelto. Bueno, tengo la cama para mi sola, nunca me ha gustado dormir acompañada, así que me estiro a mis anchas. Observo la habitación por vez primera. La verdad es que no me había fijado en lo sencilla que es. Lo que más me gusta son el suelo y las puertas de madera, ni lo uno ni lo otro son del mismo tono de marrón. Las paredes son blancas como la cal y a ambos lados de la puerta que da al baño hay dos pequeñas pero ornamentadas lámparas. Las camas, sin embargo, están un poco fuera de lugar, son más actuales. De repente me entra la risa al recordar cómo los chicos entraron la tercera cama del cuarto de al lado; Samuel acabó cayendo de culo. Andrea entra en el cuarto, parece enfadada. Ceño fruncido, labios apretados, uñas más pequeñas de lo normal. Sí. Está enfadada.
-Buenos días –la saludo. Me dedica una sonrisa forzada y asiente. La veo deshacer su maleta y ordenar la ropa en su parte del armario. Vaya, si lo está haciendo ella y no las chicas del servicio significa que está realmente enfadada-. ¿Me vas a contar lo que pasa? –me miró con cara de pocos amigos.
-Cómo si no lo supieras –ah, es verdad, Toni.
-Mira, ya está, ya pasó, Toni estaba borracho así que deja de darle vueltas porque yo ya lo he olvidado –mentí. Me pilló al vuelo.
-Me lo contó Aria –se sienta a mi lado-. Anoche no te dije nada porque estaba Ana delante, pero Toni me contó lo que pasó en la fiesta de Gorka –la escucho atentamente, expectante-, apuesto a que lo último que habría hecho estando consciente sería decir la verdad, pero anoche, bueno, tú lo viste, no era dueño de sus actos –una lágrima empezaba a asomar en sus ojos.
-¿Qué te contó exactamente?
-¡Ay Aria! Se portó fatal contigo.No me dijo nada en todo este tiempo y lo peor, a ti tampoco te dijo nada, a pesar de lo que hizo –me miró horrorizada.
-Andrea, ¿qué hizo? –me miró apretando los labios. Está a punto de estallar, lo presiento, es su modus operandi cuando tiene algún problema gordo al que enfrentarse-. Vamos, suéltalo de una vez.
-Aria, es que mi hermano, Toni, te drogó –bueno, pues ya está. Aquí estoy, con mi mejor amiga, hablando de su hermano mellizo que me drogó para… ¿para qué? Ni siquiera puedo pensarlo en este momento, no quiero pensarlo. Andrea no deja de sollozar, pero yo no sé qué decirle para tranquilizarla, estoy realmente impresionada por lo que me acaba de contar. Toni, ese con el que he jugado tantas veces a la PlayStation, el que me revolvía el pelo cuando nos cruzábamos por el pasillo del instituto, el que me defendía de los matones, me drogó-. Aria, dime algo por favor –Andrea me mira con la súplica brillando en sus ojos.
-Cuéntamelo todo.
-Todo, sí, te lo contaré todo –sigue llorando. Lo cierto es que ahora no tengo fuerzas para consolarla. Consideraba a Toni como el hermano que siempre había deseado tener. Andrea respira profundamente, intentando calmarse-. Al rato de empezar la fiesta Toni nos trajo bebidas a todas, ¿recuerdas? Tu cogiste una coca cola –sí, lo sé, vamos no te pares-. Después de un rato te dio por empezar a beber alcohol. Me impresionó mucho, pero la verdad es que no le di importancia, pensé que querías probarlo. El caso es que no sé si bebiste mucho o poco, no te vi, pero te pillaste una buena –ya, no me lo recuerdes-. El caso es que anoche discutí con Toni, nunca habíamos peleado tan fuerte –Andrea me mira, pero procuro mantener la calma y no mostrar ningún sentimiento, esto todavía no ha acabado, así que continua-. Me contó que él tenía la culpa de todo, que echó éxtasis en la coca cola, porque sabía que escogerías el refresco. Luego solo tuvo que esperar a que te hiciera efecto, pero no contó con que te pondrías a beber -¿y cómo estaba seguro de que no iba a hacerlo si no era yo misma? La verdad es que no sé si quiero escuchar el resto.
-Entonces no recuerdo la mitad de las cosas por el éxtasis –Andrea asiente apesadumbrada.
-¿Quieres escuchar el resto? –me conoce demasiado bien. Asiento-. De acuerdo, Toni intentó llevarte a una de las habitaciones de la casa, ¡Madre mía, qué vergüenza me da esta parte! Quería estar contigo, y aquí no me preguntes de qué manera, porque ni él me lo dijo ni yo me atreví a averiguarlo. Tú no querías así que después de forcejear un poco con él tuvo que dejarte ir, ya que el salón estaba lleno de gente –me mira como si quisiera que la interrumpiera, así que bueno, aquí viene la peor parte-. Saliste fuera de la casa y Toni te siguió.
-Eso sí lo recuerdo.
-Bueno, pues por lo que me contó intentó besarte, me repitió muchas veces que tú ibas a ceder, pero creo que me mintió –no estoy segura, pero es posible que también me acuerde de esa parte-. Y aquí todo es muy raro, porque según Toni, de repente salió un chico de la nada y le dio un puñetazo. Mi hermano entró en el jardín, quedándose en la puerta vigilando. Vio cómo ese chico te metió en su coche y arrancaba. Pero no nos dijo absolutamente nada.
Se me cayó el mundo a los pies. Estoy casi segura ahora que el sueño del Mcdonals es real, ese chico me quitó de encima a Toni, me ayudó a vomitar, me alimentó y me llevó a casa. Me esfuerzo, pero por alguna razón no logro ponerle cara a mi salvador. Quién sabe lo que me habría pasado si no me hubiera recogido. ¿Me habría hecho daño Toni? Y si ese chico, quien fuera, no me hubiera ayudado, ¿qué habría sido de mi? ¿Y si en vez de esa buena persona que se paró a echarme una mano hubiera sido otro con malas intenciones?
-Aria, no soporto más tu silencio –Andrea vuelve a llorar. Ella no tiene la culpa de lo que hace su hermano, no puedo seguir ignorándola.
-No te preocupes, sé que tú no eres responsable, ten claro que no estás en medio de nada –pude palpar su alivio. Ella también tenía miedo de que todo este asunto afectara a nuestra relación-. Tendré que hablar con Toni, y dejarle las cosas claras. Hay mucho que me tiene que explicar. Sin embargo, por ahora no quiero ni verlo. Espero que me entiendas.
-Te entiendo perfectamente. Antonio ha actuado como un imbécil –bien, por un momento pensé que se enfadaría.
Nos tiramos en la cama, mirando al techo. No hablamos ni nos miramos, pero sé que todo está bien entre nosotras. Si hay algo que adoro de Andrea es su imparcialidad, su honestidad. En cuanto a su hermano, sí es verdad que estaba algo diferente últimamente, pero tanto mi amiga como yo dábamos por hecho que no se trataba de nada realmente importante. Recuerdo cuando hace poco más de un mes estábamos en mi cuarto Andrea y yo, y nos reíamos gastando bromas sobre los cambios hormonales de su hermano. Nunca se nos pasó por la cabeza que pudiera tener nada que ver conmigo y, mucho menos, con drogas. Tomo la decisión de no volver a dirigirle la palabra a Toni hasta que me acuerde, y me dedico a intentar recordar el rostro de ese chico que me llevó a casa. Quizá Elena sepa algo. No recuerdo cómo llegué a la puerta de casa, pero fue Elena quien me recibió, gracias al cielo, e igual vio a ese chico. Puede que incluso él me llevara hasta la puerta. Pero pronto deshecho ese pensamiento porque, si hubiera sido así, Elena me lo habría dicho o, por lo menos, me habría preguntado por él, con lo cotilla que es.
-No has desayunado –Andrea rompe el silencio-; supongo que no querrás salir de aquí para no encontrarte con ciertas personas imbéciles ¿no? –me sorprende el tono que emplea, pero cuando giro la cabeza para verle la cara me está sonriendo-. ¿Te traigo el almuerzo? ¿Qué te apetece? Comeré aquí contigo.
-Me apetece desayunar.
-Es la una y media, el desayuno pasó hace unas cinco horas –nos reímos.
-Bueno, pues quiero desayuno para almorzar.
-Oído cocina –una gran sonrisa adorna su rostro mientras sale dando saltitos a por nuestro desayuno.

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